Laje y la izquierda

Hace unos días el gurú intelectual de gente con poco apego al debate se pronunció violentamente sobre la gente que no piensa como él

Nacional13 de junio de 2025Javier BoherJavier Boher
laje
Por Javier Boher 
Hace unos días (justo antes de que la confirmación de la condena a Cristina Kirchner ocupe todos los minutos de aire en las noticias) el sostén ideológico del libertarianismo vernáculo, Agustín Laje, salió a expresarse sobre la gente de izquierda más o menos con el tono de siempre, pero subiendo un poco la apuesta: “¿Por qué seguimos fingiendo que es posible convivir con los zurdos? No es posible: ellos odian la vida, la libertad y la propiedad. Ellos son destrucción, caos y empobrecimiento.
No son conciudadanos: son enemigos. Es hora de asumirlo”.
Rápidamente Twitter se encargó de atacarlo por esa afirmación, a pesar de lo cual unas 35.000 personas le pusieron Me Gusta. Es decir que hay casi un Gigante de Alberdi de gente que cree que los que piensan distinto son enemigos con los que es imposible interactuar. Afortunadamente es poca gente, menos que la cantidad de votos que sacó el Frente de Izquierda en la provincia de Córdoba, pero sigue siendo preocupante. Laje es un “pensador” (las comillas son porque es difícil creer que hace honor al término) que influye en la opinión pública a través de sus redes, pero también cuando el presidente lee sus discursos, como pasó en el Foro de Davos.
Días después, al ser entrevistado por el periodista Ari Lijalad, fue incluso más allá al asegurar que no contrataría a una persona de izquierda si tuviera una empresa, que no podría tener una pareja de izquierda, un patrón “zurdo” y otros ejemplos similares. Si bien es cierto lo que dice de que cada uno es libre de relacionarse con quién quiera, toda sociedad abierta nos expone a encontrarnos con gente distinta a nosotros. Imaginemos por un momento que esa lógica se extienda a toda la sociedad, excediendo los límites de la política. La sanción a los.niños de Newell's que se sacaron la foto con el ídolo de Central estaría bien, porque de alguna manera hay que enseñar a creer que no hay que relacionarse con el otro. Podríamos pedir no compartir mesa con gente de otras etnias, otras religiones, otros deportes o por lo que fuera. No hay nada más fácil que trazar líneas entre un supuesto “nosotros” puro y unos “otros” impuros. 
La postura de Laje es una involución respecto a las ideas del liberalismo, una clara expresión de conservadurismo social y político. Decir que las personas que piensan distinto no pueden ser conciudadanos significa que no pueden recibir dicho estatus, el de ciudadanos, que garantiza el acceso a una serie de derechos y libertades que se poseen por el simple hecho de ser humanos. Así, casi sin exagerar, Laje no le quiere reconocer el estatus de persona a los que opinan distinto a él.
No es el primero en pensar así, y ciertamente del otro lado del espectro ideológico pasa exactamente lo mismos. Por suerte aún son expresiones minoritarias, pero nunca se debe subestimar la capacidad de la gente para tomar malas decisiones y dejarse encandilar por los iluminados que tienen la respuesta al supuesto origen de nuestras miserias.
Una de las materias que más disfruté en la universidad fue Derecho Constitucional, a pesar de no ser abogado. De hecho, probablemente a los abogados la materia no les guste tanto, ya que lo que la atraviesa es una profunda reflexión sobre el individuo, la sociedad y el gobierno. Es tanto un conjunto de normas como una declaración de valores; un mapa y una brújula que funcionan mejor cuando están juntos. Seguramente el profesor (un profesional al que respeto y admiro, a pesar de que muchas veces opinemos distinto) tuvo mucho que ver en la sensación que me quedó después de cursar. Una vez dijo algo que no es ninguna ciencia: las mayorías cambian. Así, creer que el balance de poder siempre va a favorecer a los mismos es lo que genera situaciones como el ocaso del kirchnerismo, que en su pico de popularidad quiso cerrar medios de comunicación o reformar el Poder Judicial.
Otra vez debatimos sobre la pertinencia de prohibir partidos políticos o poner restricciones a las ideas, discutiendo especialmente el caso del nazismo. No recuerdo exactamente de qué hablamos, salvo de la proscripción al Partido Comunista que, al levantarse, demostró que ya entonces no pasaban del 4%. Lo que sí está claro es que prohibir un partido puede ayudar a limitar una plataforma que si puede usar para propagar el odio, pero eso no va a hacer desaparecer las ideas o las personas. Todo lo que a Laje le gustaría hacer ya se probó y el resultado fue exactamente el opuesto al que esperaban quienes ejecutaron el plan.
Siempre digo que envidio a la gente que tiene Fe, una virtud mayormente religiosa, pero también ideológica. Quizás para otros es más fácil tener claro en qué creen, pero para mí no es tan así. Cualquiera que lea estas notas seguramente note que la mayoría de las veces son en respuesta a cosas que pasan, un permanente posicionamiento desde la negativa a algo. Así como algunas veces critico la infantilidad de algunos políticos o votantes de izquierda, ahora que Laje sale a decir estas cosas me dan ganas de colgarme una estrella roja en la solapa de la chaqueta de fajina para armar un soviet en mi barrio. No lo puedo controlar: siempre me gusta estar del lado opuesto a los que quieren (y están cerca de los que pueden) cercenar libertades y derechos. Quizás por eso nunca puedo saber qué se siente integrar -movido por la Fe- una mayoría provisoria.
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