Asimetrías de poder

La reinterpretación de los hechos del pasado vuelve a enfrentar al presidente y a los académicos en una discusión despareja

Nacional16 de julio de 2025Javier BoherJavier Boher
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Por Javier Boher 
Hace ya bastante que el presidente eligió quienes son los antagonistas de su gobierno para poder darle cuerpo a su relato de la casta. En ese grupo pone a todos los sectores sociales que la gente identifica con el kirchnerismo, a pesar de que no todo el mundo dentro de cada uno de esos grupos profesa la misma fe ciega en el Estado interventor, la justicia social y el progresismo bobo que reinaron por dos décadas.
Periodistas, académicos y artistas son blancos predilectos de los ataques del presidente, quizás porque efectivamente se dedicaron a levantar acríticamente las banderas del gobierno anterior. La mayoría de los que reciben alguna de esas etiquetas comparte algo que los distancia enormemente de la gente común y corriente, su permanente posicionamiento en el lugar de la superioridad moral. Siempre hay excepciones, pero la militancia kirchnerista se encargó de aislarlos y silenciarlos, tratando de igualar su visión del mundo a la de cada una de esas profesiones.
El libertarianismo tiene una visión propia de la historia, una que es inexacta en términos científicos pero sólida en términos discursivos. Algo de eso aprendimos con el kirchnerismo y su afán por reinterpretar el pasado: hay que simplificarlo hasta el punto de hacer que cierre como explicación de las decisiones presentes y el rumbo futuro.
La historiadora Camila Perochena (quien tiene un libro en el que rastrea el uso de la historia que hizo Cristina Kirchner) señaló las inconsistencias y errores en las afirmaciones del presidente, que devolvió las críticas del modo habitual, enviando a sus esbirros a golpearla en redes sociales. La estrategia no es nueva: puede cambiar la plataforma tecnológica pero la acción de los grupos oficialistas sobre los individuos que cuestionan a sus líderes suele ser siempre muy parecida. 
Más allá del debate científico o académico alrededor de los hechos del pasado, el problema central es la relación que hay entre el poder y los ciudadanos. El hecho de que el presidente señale a aquellos que le molestan para que sus seguidores los hostiguen es una mala forma de entender el funcionamiento del debate en una sociedad democrática. Solo a modo de recordatorio voy a recuperar dos situaciones de hace un par de años, ambas señaladas por ser algo similar a esto que se ve hoy.
En plena campaña electoral de 2019, Alberto Fernández reunión a decenas de científicos del Conicet en un auditorio de la UBA. Allí señaló con nombre y apellido a una científica opositora al kirchnerismo: “no tengas miedo, te prometo que te voy a cuidar”, dijo el entonces candidato, después presidente y hoy acusado por violencia de género. El otro caso, ya en pandemia, involucró a una historiadora que abogaba por la reapertura de las escuelas exponiendo datos de otros lugares del mundo en los que el manejo de la pandemia era muy distinto al del kirchnerismo. Su usuario en Twitter es @decimononnica, lo que habilitaba a que los adherentes de las políticas de Ginés, Vizzotti, Alberto y toda esa runfla la hostigaran en redes diciendo que era “@decimogólica”, a pesar de todo lo que después hablan sobre la inclusión y la diversidad.
Si lo de Alberto y el kirchnerismo estaba mal, lo de Milei y los libertarios también lo está. No importa de qué manera ese comportamiento les sirva a su relato, tratar de imponer una visión o un orden a través del amedrentamiento desde posiciones de poder es absolutamente contrario al ideario liberal que plantea la igualdad de derechos entre ciudadanos y la protección frente a los abusos del Estado. 
Por las dudas nunca está de más aclararlo: siempre hay que ponerse del lado de los que incomodan a los que ejercen el poder, sea en el ámbito que sea.
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