Nuevos recortes de los días de papel Córdoba, 1898

Tres cuadros muestran aspectos de la vida diaria en las transformaciones de la ciudad, en los establecimientos donde se jugaba por dinero, y en las reuniones sociales en casas de familias. Convivían en 1898 algo de lo pujante y algo del encanto casi colonial.

Cultura 30 de agosto de 2023 Gabriel Ábalos Gabriel Ábalos
James Tissot- Evening- detalle - 1878
Detalle del cuadro del francés James Tissot "Evening", 1878.

Por Víctor Ramés
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Los cambios que en un cuarto de siglo se han llevado historias de la ciudad; una alerta al avance y la expansión del juego clandestino en tanto práctica de hecho; y la utilidad de las tertulias para favorecer la formación de parejas, son tres perspectivas que superponen facetas de la aceleración y el sosegado ritmo todavía tradicional del año 1898.

La vida diaria que ya no está
En 1898 el semanario El Oráculo, un desprendimiento de La Carcajada, se ponía a rememorar a vuela pluma los cambios que acusaba la Docta en los últimos veinticinco años, es decir, a partir aproximadamente de 1873. Los cambios se notan. Hay encanto en las referencias perdidas, o en los cocheros que otrora brindaban el servicio de transporte, a los que menciona por sus nombres el autor de la nota.
“Quien hubiera conocido a Córdoba un cuarto de siglo atrás y volviera a verla ahora, de seguro que exclamaría ¡A mí maní!: Ésta no es la Córdoba que yo he conocido.
En efecto, proseguiría diciendo- ¿Qué del barrio del Congo? ¿Qué de esos grandes paredones que circundaban los conventos y monasterios? ¿Qué de ese barrio de Las siete vueltas? ¿Qué del Alto de las Petaqueras, o de San Francisco? ¿Qué por fin del renombrado barrio de las Rafitas?
¿Dónde esa calle de doña Anacleta que la busco y no la encuentro?
¿Dónde la barraca de la Figura?
¿Qué del barrio de los Chañaritos, o sea la quinta de Gache?
(…) ¿Cómo creer que esta Córdoba tan hermoseada con preciosas avenidas y magníficos edificios, con monumentos artísticos y notables, con ferrocarriles que la rodean por todas partes, con teléfonos, panteléfonos, luz eléctrica, aguas corrientes y gas; amén de una pavimentación que no tiene mucho que envidiar a la que poseen otras capitales de primera categoría, es la misma Córdoba de ahora un cuarto de siglo que no conocía lo que era tramway, ni lo que eran parques ni diques de regata y en cuya plaza principal los vehículos que se estacionaban eran rústicos carros de madera manejados por los Ramón Cata, por los Toribio Moreno, por los Santucho, por los Otaño, por los Chenchos, por los Antonio Montiel (el gordito) y otros que a la vez eran elementos electorales?”

Los garitos avanzan como un contagio
Los garitos no eran, naturalmente, un fenómeno propio de 1898, sino resultado de un proceso y una tradición con arraigo en la colonia.
En 1898, el semanario El Oráculo comentaba un panorama que se había vuelto indisimulable:
“Según se dice son varios los desplumaderos que al presente existen, los mismos que están ubicados en puntos céntricos y bastante concurridos.
En dichos locales los contertulianos se despluman mutuamente, si bien de la manera más cordial y amigable.
Sin duda por esto será que el gallo policial no se les presenta y les canta un cocorocó, aunque sea desde la puerta.”
El avance de las casas de apuesta había sido señalado por La Libertad a fines del año anterior:
No hace muchos días que señalamos la apertura de una de estas casas en un barrio central de la ciudad y no tenemos conocimiento de que se haya tomado medida alguna a ese respeto,
Ahora, para que la policía no se desentienda de nuevo, vamos a darle los domicilios de las que están hace tiempo funcionando a vista y paciencia de todo el mundo.
En la calle 25 de Mayo, entre Rivadavia y Alvear, hase instalado una ruleta y combinación de naipes: sus parroquianos la denominan «De los 14 frailes».
En la calle Colón, entre Gral. Paz y Rivera Indarte, funciona otra, de naipes.
En la calle 9 de Julio, entre Gral. Paz y Rivera Indarte, hállase otra.
En la calle Buenos Aires, frente a la puerta de mercado Sud, otra más.
En el reñidero de la calle 25 de Mayo número 130, aparte de las riñas de gallos, juégase a los naipes y a la taba.
En la calle Catamarca, entre Alvear y Maipú, se juega a una combinación de cartas francesas y ruleta.
(…) Esos garitos son los de alta clase social y están comprendidos en la prohibición de los edictos policiales; aplíqueseles, entonces la disposición penal sin consideración, o deje de perseguir las casas de juego de infelices tahúres de pacotilla, para que no se diga que sus reglamentos son como las telas de araña que dejan pasar los insectos fuertes y sólo a los débiles atrapa.”

En las tertulias se tejen matrimonios
Esto decía el semanario cordobés El Oráculo en junio de 1898, al introducir noticias sobre la temporada invernal de tertulias que se hacía notar en la ciudad. Esos encuentros sociales aspiraban a alentar la formación de parejas.
“Una vez más vemos confirmado aquello de que no hay mal que por bien no venga.
Así pues, el hecho de no tener en la presente temporada de invierno ninguna compañía lírica o dramática que valga la pena, funcionando en nuestros coliseos, ha dado por resultado que las familias hayan excogitado el medio agradable de acortar las largas noches por medio de los recibos, o tertulias caseras.
Y la idea no puede ser mejor ni más simpática, una vez que de este modo se pasan amenos ratos y los vínculos sociales se desarrollan con más amplitud; dando lugar a la vez a que se formulen compromisos de esos que, realizados, constituyen un nuevo hogar, una nueva familia.
Por manera que, por el lado que se les mire, los recibos al presente están siendo la última expresión del buen gusto.”
Al mes siguiente retomaba ese tema:
“Decididamente los recibos o tertulias caseras están a la orden del día.
Como que son varias las casas de familia donde tan amenas reuniones se verifican en determinados días.
En ellas se baila, se hace música, se canta y se pasan agradables horas.
(…)
Por lo demás es fuera de duda que más luego se harán palpar los buenos resultados de las dichas tertulias, o recibos; pues, sabido es que en ellas no deja de incrustarse el travieso de Cupido con el único propósito de hacer emanar las voluntades a la vez que hacer sentir en los corazones el efecto de su flecha.
(…)
Y como se comprende estos efectos no tendrán por causa sino los recibos, o tertulias caseras.
Bien pudiera llamárseles, por lo tanto –aperitivos matrimoniales.”

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