Avenirse al refugio de la memoria

Por Gabriel Abalos
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Un tipo que supo mirar de frente
Sin duda la muerte de Roberto Videla nos ha conmocionado. Pone el límite irreversible a la presencia de un artista y escritor que deja una huella profunda en nuestra cultura, en diversos ámbitos de la producción de obras. Su historia lo enraíza con el teatro, disciplina en la que se formó en los años de la experimentación y creación colectiva, y que luego el exilio le permitió pulir con grandes maestros, en especial en Italia, a quienes dedicó uno de sus libros emotivos y viscerales. Y a propósito de esto, su fallecimiento ha expuesto en el dolor cuántos y cuántas teatristas de temple se formaron al calor de sus clases en la Facultad de Artes de la UNC. Su figura de maestro es, no hay dudas, parte de su legado al semillero cultural de Córdoba. También había formado a una generación anterior de jóvenes, en un activo taller que dirigió en el viejo Instituto de Educación Cooperativa de El Hogar Obrero. También enseñaron allí Graciela Ferrari y Oscar Rodríguez, ex compañeros del LTL.

Cada una de esas dimensiones de su inquietud lograron, particularmente en esa tarea tan colectiva como es el teatro, movilizar a muchas personas en torno a algunos de sus proyectos, a su capacidad de jugar con invenciones a que invitaba la imaginación. Recuerdo en particular la puesta de “El mar, Il mare”, una obra inolvidable con dramaturgia suya, sobre bañistas ltalianos y una tragedia que lo había tocado fuerte. También su paso épico por Colonia Caroya y la creación del teatro Fra Noi, cuya primera gran puesta rescataba las memorias de un casamiento de inmigrantes friulanos. Como esas, se cuentan varias gestas y enseñanzas nacidas de su entusiasmo. Luego también se vio ante la necesidad de elegir, y eligió un camino creativo más solitario en el momento en que manan las palabras, como es el de la literatura. Se metió en otro tipo de mundo cultural, donde son otros los rituales, otro el formato y otras las formas de recepción de las obras, y lo hizo con notable decisión y dedicación. Fueron saliendo afuera sus relatos de las experiencias más sensibles de su vida: las amigas y los amigos de proyectos de vida, como la marca inicial del Libre Teatro Libre en los años setenta, y el encuentro con esa gran maestra que fue María Escudero, y con tantos y tantas otras compañeras históricas. Su sentido libro dedicado a Luisa Núñez muestra esa franja del bordado. Sus memorias del teatro, de la vida, de los grandes vínculos, que dieron frutos literarios excepcionales, como Perla, un homenaje inherente a la figura de su madre, y luego a su muerte. También la recuperación de sus dolorosas y gozosas vivencias como un adolescente y joven homosexual en El chico, otra obra imborrable de su literatura autobiográfica. La obra acabó siendo vasta, las palabras vinieron a él, y ya no dejó de escribir ningún día. 

Hay otras facetas, más allá del trato personal (sabía ser encantador, tenía una vasta cultura y también la dureza necesaria. -Creo que es justo decir de él que fue un tipo valiente-); entre ellas haber sido un vasto y voraz lector y, en particular, con solidez dado que se había licenciado en cine, un gran espectador. Un concurrente fiel al Cineclub y también, como todos en nuestros tiempos de plataformas, un consecuente cinéfilo diario que comenzó a comentar en el face las películas que veía, en un rango amplio de clásicos a recién estrenadas, siempre tajante y pasional en sus definiciones, también motivos de polémicas públicas o íntimas, pero siempre desde un acalorado amor al cine y al teatro. Aun con disconformidad latente, siempre era interesante leer sus críticas alimentadas por el ojo puestístico, por la vibración actoral, por la comprensión dramática y la sensibilidad a los laberintos de la belleza. 

Los recuerdos personales son muchos y vienen de manera desordenada, como debe ser, pero no es de eso que trata esta despedida, sino particularmente de él, de un tipo insoslayable y que, al parecer, había terminado con su tarea, aunque la muerte no tiene la delicadeza de preguntarte por tus proyectos. 

Una película, todos los horarios
El Cine Arte Córdoba (27 de abril 275) presenta un filme francés en sus tres funciones de este martes. A las 17, a las 19 y a las 21 se proyecta Un amor incompleto (2024) de Guillaume Senez. Originalmente titulada “La parte faltante”, esta película se arriesga a un tema sensible de la agenda contemporánea: la situación de padres o madres separados, impedidos de ejercer su maternidad o paternidad. El guionista y director Guillaume Senez cuenta una historia personal, la de un padre que busca durante años a su hija en Tokio, a quien no volvió a ver tras la separación. En Japón la ley favorece a la madre japonesa, en este caso, un matrimonio entre un chef francés y su esposa japonesa. A punto de abandonar Tokio, donde ha vivido 13 años, Jay conduce su taxi por las calles y, de forma inesperada, sube como pasajera una adolescente y se trata de Lily, su hija. Él la reconoce, pero ella no a él. 
Entrada general $5000, estudiantes y jubilados $3500.

MIÉRCOLES

Desde mañana, los músicos improvisan
Arranca este miércoles el 16° Festival Internacional de Jazz Córdoba, que se desarrollará hasta 

el 24 de noviembre. Habrá más de veinte destacadas propuestas cordobesas e invitados nacionales, junto a invitados provenientes de Chile, Perú, Brasil, Italia, Israel, Francia y Polonia. Habrá encuentros provinciales en San Francisco, Río Cuarto, Capilla del Monte y La Cumbre. La ciudad recibirá al swing, al hot, al bebop, al latin y a todas las demás corrientes en tres escenas: el Teatro Real, el Teatro del Libertador y el Paseo del Buen Pastor, en los espacios verdes y en la Capilla. Grilla completa en https://cultura.cba.gov.ar/cordoba-lanzo-la-16a-edicion-del-festival-internacional-de-jazz/