El inicio del mandato de Milei fue muy intenso, con una tensión permanente que nos tuvo crispados todo el tiempo
“Cuando los pueblos aman a sus propios ladrones”
La sociedad argentina tiene con el kirschnerimo una dosis de tolerancia en cuestiones morales y éticas que nunca se las prodiga al resto de la política. No volver a votar a los que nos roban debe ser una consigna de hierro, porque un pueblo que elige a corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, sino cómplice.
Nacional20 de octubre de 2023 Aristóbulo GonzálezVivimos en una sociedad de mentiras solemnes y de imposturas consagradas, cercana a la esquizofrenia colectiva, pues sus miembros afirman una cosa y hacen otra. Desprecian en privado a los políticos y votan públicamente por ellos. Se burlan de su incompetencia y los ridiculizan en las redes sociales, pero en su trato personal les guardan cortesía y admiración. Mientras no tomemos conciencia de que la corrupción política no es solo un asunto de políticos deshonestos, sino sobre todo una relación de complicidad criminal entre éstos con intereses económicos privados legales, seremos un país hipócrita que veneran y hasta votan a los ladrones. Decía Victor Hugo que “entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”. Y de la misma manera, George Orwell advertía de que “un pueblo que elige a corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, sino cómplice”. Los argentinos encienden las alarmas de otra crisis terminal, la ciudadanía "siente en la piel su inminencia" y no les queda otra que hacer más que lo que han hecho siempre: "aguantar". Cómo en el cuento de García Márquez "Algo muy grave va a ocurrir en este pueblo" que relata una aldea que entra en pánico y se somete al caos total ante un peligro que nadie sabe describir; los argentinos hemos hecho del miedo una forma de vida: a la pobreza, a la inseguridad, a la decadencia y también al funcionamiento de las instituciones, dependiendo de qué lado de la vereda se encuentre cada uno. ¿Qué pasará luego del domingo 22? Venimos advirtiendo como un termómetro que sube cada día el temor a la situación socioeconómica que atravesamos: Sergio Massa, uno de los candidatos aumentó la deuda argentina en U$S 24.268 millones desde que asumió como ministro de economía, y desde la actual gestión en U$S 83.000 millones. Los electores con elevados niveles de angustia y con un miedo sin precedentes tendrán que elegir al próximo presidente de un país del que una gran mayoría se quiere ir. La pregunta es: ¿los políticos son todos iguales? ¿Son todos corruptos? El lujo pornográfico, desvergüenza, corrupción, mostraron las imágenes del “Yategate” que, en medio de la campaña presidencial, vuelve a poner en serio entredicho a la política. Cuando se producen escándalo tras escándalo de corrupción, el ánimo social es campo orégano para cualquiera que se presente como el kilómetro cero de la honestidad, travestido de ángel guardián. Hay mucha corrupción, en la política, pero cometeríamos un grave error en ingresar a generalizaciones indebidas, tal como las promueve el candidato de LAA Javier Milei, cuando nos habla de la “casta chorra”, obviamente excluyéndose el mismo. Es la mejor manera de relativizar la corrupción: todos son chorros, entonces el verdadero chorro es uno más de tantos y los ojos de la justicia y de la sociedad no se posan en ellos particularmente. De acuerdo al glosario mileísta, el político, por el sólo hecho de serlo, integra la “casta” y por ende es “chorro”. Los radicales son lo mismo que los peronistas, los cambiemitas que los kirchneristas, Balbín es lo mismo que Perón, Alfonsín que Kirchner, Macri que Cristina. Todos en una misma bolsa. Obviamente, Milei y sus acompañantes se autoexcluyen. “La casta política son los otros”, parece ser su lema. Sin embargo, en sus acusaciones generalizadas contra la casta, se cuida particularmente de no identificar los casos de corrupción, tales como el “yategate” y el “chocolategate”. El problema de la corrupción, así como la de todo delito, no es el hecho en sí mismo, sino sus consecuencias. Es decir, el verdadero problema es la impunidad. La corrupción generalizada del kirchnerismo, documentada en decenas de causas y que tiene como protagonistas principales a sus más destacados dirigentes como Cristina, no tienen todavía el desenlace ejemplificador que debiera. Entonces, el entorno corrupto de esa fuerza política, viendo que no pasa nada, profundiza su matriz. Ello nos permite recordar el editorial del diario El País de España, en 2019, cuando luego de las elecciones de ese año en que triunfara Alberto Fernández, el periodista Raúl Arias escribiera un artículo que llevó por título: “Cuando los pueblos aman a sus propios ladrones”. No volver a votar a los que nos roban debe ser una consigna de hierro, la otra, identificar al “idiota útil”, que con ampulosas descalificaciones, termina jugando para los primeros.
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