República y democracia, otra vez el debate

Ambos conceptos son centrales en nuestro país, aunque algunos no los entiendan y traten de poner al segundo por encima del primero.

Nacional 26 de diciembre de 2023 Javier Boher Javier Boher
2023-12-25-boher
Por Javier Boher
Hace un par de años escribí una nota titulada "República y democracia, en debate", donde exploraba las diferencias entre ambos conceptos. Ante las cosas que hay que ver y escuchar en este cambio de gobierno y emisión de DNU decidí buscarla y comentarla desde el hoy.
"Si existen dos conceptos que generan confusión en una Argentina de iletrados cívicos, esos son República y Democracia. Por algún proceso histórico no del todo claro es que los argentinos son incapaces de distinguir a uno del otro. Aunque suelen ir de la mano, no son lo mismo, y meterlos en la misma bolsa es un error importante".
Lo que motivó aquella nota era el nombramiento de Horacio Rosatti como presidente del Consejo de la Magistratura, un episodio que quedó en el olvido tras los cambios que posteriormente modificaron el organismo, poniéndolo más a tono con el espíritu de la conformación original. El razonamiento implicaba un rechazo a que el presidente de la Corte presida el Consejo de la Magistratura porque los cortesanos no son elegidos por voto popular, sino indirecto. 
En aquel entonces la reflexión era: "Lo que se puede observar es que la división de poderes funciona, lo que es la base de la República. Que las leyes y el sistema de frenos y contrapesos actúen son una garantía de que la voluntad del pueblo será finalmente realizada. Quizás no se hará en los plazos o con las formas con las que desean implantarla los ocasionales líderes carismáticos que quieren ir más rápido y más en profundidad que lo que permiten las instituciones, pero esa cuota de mesura es la que le corresponde poner a la República para defender la supervivencia de la Democracia".
Hoy podríamos corregir aquello, diciendo que uno de los problemas de la división de poderes es que requiere de una participación activa de los integrantes de cada poder para defenderla. Si ellos deciden no actuar ante un atropello (por sumisión o temor de un poder a otro) la división republicana de poderes no existe.
Uno de los errores comunes es que algunos "confunden democracia con monarquía y república. La República es la que se encarga de poner límites a los que toman decisiones, independientemente de que sean monarcas o gobernantes electos. Hay, además, monarquías que son republicanas y democráticas, como el caso de las monarquías europeas. También hay casos de democracias (pensando estrictamente en el concepto del voto popular) que no son repúblicas y en las que, por lo tanto, la falta de control de los actos de gobierno realizados por el poder ejecutivo termina enterrando lo que arrancó como un gobierno del pueblo.
"El republicanismo le es un concepto esquivo al grueso de la gente, que elige simplificar todo en el concepto de democracia. Que haya un gobierno que eventualmente se encargue de realizar la voluntad del pueblo no significa que no haya que establecer resguardos por si algún otro gobierno intentara beneficiarse exclusivamente y a costa de cercenar libertades y derechos a los ciudadanos".
Acá llega lo importante para estos nuevos tiempos. La legitimidad que el ballotage confirió a Javier Milei lo empujó a ese mega DNU por el que tanto lo cuestionaron, con el ejecutivo puesto a legislar como con la suma del poder público. Ya tocamos el tema en otro lado: es legal y legítimo, mas reñido con el espíritu de una constitución profundamente liberal y republicana.
"El republicanismo es el verdadero espíritu de los gobiernos del pueblo y para el pueblo, independientemente de cuánto influye en la toma de decisiones, atento a que solamente el ejercicio de la democracia puede llevar a regímenes populistas, despóticos o demagógicos, democracias plebiscitarias que perjudicarían en el mediano y largo plazo a la gente".
Acá llega la referencia más clara a lo de hoy: "Mucha gente parece no tener problemas con la existencia de una especie de dictador honorable o un César democrático, como les gustaba llamar a los gobiernos autoritarios de fines del siglo XIX en los lugares en los que el republicanismo no había prendido con tanta fuerza. Acá eso no prendió tanto, quizás porque las generaciones del ‘37 y del ‘80 tenían muy fresco el recuerdo de Rosas y lo que pasa cuando se difuminan los límites entre los tres poderes del Estado.
"Democracia y república funcionan mejor cuando van juntas, porque se potencian entre sí. Pedir que se incremente la primera sin fortalecer la segunda es el típico error de aquellos a los que les falta coraje para defender un modo de vida que contradiga abiertamente lo que promulga el poder central. Renunciar a la división de poderes (aunque sus resultados no sean de nuestro agrado) bajo el pretexto de que se debilita la democracia es abrir la puerta a un proceso de deterioro que eventualmente se va a terminar llevando puesto también a ese conjunto que algunos insisten en llamar pueblo".
Eso es lo preferible de defender ideas e instituciones en lugar de personas, por más que los posicionamientos políticos sean relativos y cambiantes. Pasaron dos años y el péndulo ideológico fue para el otro lado. Sin embargo, el deseo navideño de que se respete la división de poderes y funcione el sistema de frenos y contrapesos sigue ahí, renovándose cada año.
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