Un triunfo (no tan) aplastante

J.C. Maraddón

Con el despegue del rocanrol a partir de la segunda mitad del siglo pasado, muchas cosas cambiaron en el mundo y con más razón se vio alterada la industria discográfica por ese nuevo género que no sólo se proponía hacer bailar a los jóvenes, sino que además había encendido en ellos la llama de la rebelión. Las caderas de Elvis, el yeah yeah yeah de los Beatles, la lírica comprometida de Bob Dylan y la desafiante pose de los Rolling Stones prometían dejar fuera de combate a las antiguas estructuras y se esmeraban por construir paradigmas más adecuados a la modernidad.

Sin embargo, hubo tradiciones anquilosadas que no fueron tan sencillas de derrumbar, como por ejemplo aquellos preconceptos según los cuales las mujeres estaban predestinadas a cumplir roles secundarios en la sociedad, siempre por detrás de los hombres que emprendían tareas heroicas. En el Parnaso rockero de aquellos tiempos originarios, son escasas las artistas que alcanzaron la fama, en tanto abundan los protagonistas masculinos, ya sea en el formato solista o como parte de agrupaciones en las que, casi sin excepciones, se integraban miembros varoniles. Es notorio cómo ha sido este uno de los aspectos en los que todo quedó como era entonces.

Recién cuando las aguas del rock primitivo dieron paso al reinado de otros estilos, surgieron voces de mujeres que se hicieron escuchar, con un esfuerzo mayúsculo para lograr imponerse por encima de sus colegas del sexo opuesto. Vocalistas afroamericanas afincadas en el soul se abrieron paso en el sistema de consagraciones, de la misma manera que lo hicieron aquellas que incursionaban en el folk. Más adelante, con el apogeo del pop iban a colapsar esas barreras patriarcales, porque sin duda las féminas encontraban allí un terreno más fértil para las sutilezas de su talento artístico.

Varias décadas después de aquellos tiempos pretéritos, el panorama parece haberse invertido y hoy por hoy resulta difícil que no haya figuras de mujeres en lo más alto de los rankings de ventas, de la misma manera que sucede en las listas de ganadores de las premiaciones anuales, cuyas ceremonias son tan apreciadas dentro de la industria del entretenimiento. Las chicas ya no sólo quieren divertirse, sino que además luchan por transformarse en profesionales de fuste que trascienden por la calidad y la cantidad de sus aportes y que destruyen con ímpetu todos los prejuicios montados alrededor de sus capacidades.

La velada en la que se entregaron los premios Grammy a comienzos de este mes, dio otra vez sobradas muestras de este fenómeno, en una noche en la que ellas se ocuparon de monopolizar las principales categorías. Los nombres de SZA, Miley Cyrus, Carol G, Victoria Monét, Lana del Rey, Janelle Monae, Billie Eilish, Olivia Rodrigo, Natalia Lafourcade o Doja Cat brillaron con luz propia, al igual que el del trío femenino Boygenius. Ni qué hablar de la megaestrella Taylor Swift, quien desbancó a tres hombres (Stevie Wonder, Frank Sinatra y Paul Simon) al batir un récord con la obtención de su cuarta estatuilla como álbum del año.

También se lucieron dos de ellas en sendos homenajes: Tracy Chapman, quien regresó al candelero al interpretar su “Fast Car” junto a Luke Combs, y Joni Mitchell, honrada a sus 80 años con una ovación al cantar “Both Sides Now”, en lo que fue su primera vez en los Grammy. Pero que la conducción del evento le haya sido confiada nuevamente a Trevor Noah y que el cierre haya estado a cargo de Billy Joel, señala que ellos siguen reservándose algunos sitiales de privilegio, como para que la avanzada feminista no crea que su triunfo ha sido tan aplastante.