El inicio del mandato de Milei fue muy intenso, con una tensión permanente que nos tuvo crispados todo el tiempo
Sustracción de valores
El caso de la nena de 12 años que se robó un par de fibras puso en el centro del debate los alcances de la crisis, económica y de valores
Nacional21 de febrero de 2024Javier BoherPor Javier Boher
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Nadie puede dudar de que el momento socioeconómico que atraviesa el país es muy duro. Los precios suben y la pobreza los sigue por detrás, con más gente quedando sistemáticamente por debajo de la línea de la pobreza que se establece con esos productos y servicios que aumentan cada día. Tampoco puede haber muchas dudas de que todavía no vimos lo peor de la crisis.
Inicialmente había pensado en tratar el tema de Milei buscando enemigos en todos lados, a raíz de su desprecio por uno de los poderes del Estado y su ataque a Ricardo López Murphy. Sin embargo, al rato apareció una noticia -con video, garantía de viralización- de una nena de 12 años que se había robado unas fibras y unos lápices en La Pampa. Ese tipo de noticias son las que afectan de lleno a los que tenemos hijos que rondan esa edad.
En este bendito país en el que todo se vive como si fuese un River-Boca (al punto que en el torneo de fútbol más insólito del globo hay una fecha específica para los clásicos y la alimentación de los fanatismos estúpidos) rápidamente se armaron dos bandos bien diferenciados. Por un lado, aquellos que insisten en que esto es el resultado de una pobreza del 57%. Por el otro, los que creen que nada justifica el robo.
Personalmente, tengo un pie en cada lado. Hace unos meses que el "no hay plata" de Milei se ha convertido en un latiguillo repetido en las conversaciones, que incluso ha adoptado forma de sticker para las charlas de WhatsApp o cumbia de Spotify. Los adultos lo repetimos con sorna y lo usamos cada vez que sale el tema de que hace falta dinero para algo.
Los chicos no lo viven de la misma forma.
El fin de semana estuvimos paseando en los corsos del pueblo. Había stands, como en todo festival, y chicos queriendo que les compren algo, como a lo largo de la existencia humana. Uno de mis hijos se enojó y casi rompe en llanto: "estoy cansado de que Milei diga que no hay plata". Como un mandado me di cuenta de que banalizando esa frase estábamos criando a los trotskistas de mañana.
Por supuesto que eso es una exageración, la que pretende ilustrar un punto clave: ¿Qué capacidad tienen los niños para procesar lo que significa una crisis de esta magnitud?¿De qué manera los afectan estos vaivenes de la economía, que mantienen a los padres más horas lejos de casa y a ellos subsistiendo en un marco de carencias respecto a lo que dictan sus recuerdos?.
Es muy fácil sentir que el corazón se nos estruja por una nena que se roba unas fibras cuando ya nos hemos visto obligados a elegir los útiles más baratos que podemos comprar en lugar de esos con brillos, luces y unicornios que quieren llevar los menores que tenemos en casa.
Sin embargo, eso que nos afecta al entender lo que puede estar pasando por la cabeza de esos chicos no cambia lo que muchos (espero que la mayoría) hacen con sus hijos, que es enseñarles que robar está mal y que hay que elegir entre comprar el sacapuntas plástico del sapito (que dura un mes hasta que se parte) o el metálico irrompible que te acompaña desde primer grado hasta que te entregan el diploma en la universidad.
Entender lo que le está pasando a mucha gente no significa que haya que justificar todas esas cosas que hicieron que el país llegue a estar en una situación en la que nos parezca poco grave que la nena se lleve un par de útiles. Como siempre pasa en estas notas, también hay un refrán para ilustrar eso: "lo que poco cuesta, nada se aprecia". Si esa nena salía impune de su robo, porque los adultos no le dicen nada o le justifican lo que hizo, poco puede aprender para los años de vida que le quedan. O tal vez no y se convierte en política y hace carrera.
Otro aspecto del tema es uno que no podemos pasar por alto. De nuevo, pensar que esos pueden ser nuestros hijos nos hace sentir simpatía con la nena. Sin embargo, ¿cuántas veces se cronican robos en los que se usa a menores de edad?¿Cuántas veces hemos visto a adultos asaltando un negocio con sus hijos al lado? Recuerdo el caso extremo de uno que lo hizo con un bebé en un brazo, al que cargaba como una pila de toallas como cuando se va al río.
Hace unos días hubo un robo en un barrio cerrado de Córdoba en el que persiguieron a los ladrones. Éstos, en su fuga a pie, le pedían a los chicos que andaban en bici que los ayudaran a ganar la carrera poniéndose en el paso del auto que los perseguía. No podemos saber si la nena actuó por su cuenta -presionada por el deteriorado contexto económico- o si es algo que ya ha visto antes y que sabe que le va a valer un rato en un patrullero para después irse a su casa.
Siempre en estos casos aparecen los periodistas y sociólogos compungidos hablando de los efectos del consumismo, que hace desear a la gente lo que no puede tener. Se llama publicidad y funciona en todos los países del mundo en el que los políticos hacen bien las cosas para asegurarse el bienestar material de su población. Nuestro problema, en todo caso, no es el consumismo, sino una clase dirigente que rompe todo tipo de posibilidad legal y legítima de consumo dentro de las reglas que aseguran la propiedad.
La única vez que me pasó algo parecido con mis hijos fui hasta la caja, los hice devolver lo sustraído y les hice pedir perdón por lo que habían hecho. No fue noticia en ningún lado, no se viralizó en las redes ni se armaron sesudos debates entre abogados garantistas y punitivistas, ni entre economistas ortodoxos y heterodoxos. Cada uno sabrá cuál es la mejor forma de transmitir valores a sus hijos, pero estoy seguro de que se nota mucho más en este tipo de crisis.
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