Caras y caretas cordobesas

Se retoman las referencias ofrecidas por la revista Caras y Caretas el 2 de abril de 1910 a médicos argentinos residentes en diversos hospitales y salas de París de aquel tiempo, con especial atención en los cordobeses que incluía el informe.

Cultura 28 de febrero de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
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Fotografías de especialistas argentinos en París, entre ellos el Dr. Pedro Bettolli.

Por Víctor Ramés

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Médicos cordobeses en París (2)

El foco de esta nota se centra en los doctores de Córdoba que mencionaba el informe de referencia de la revista Caras y Caretas. Previo a sus menciones en el propio texto del semanario, puede resultar oportuno introducir un cuadro general referido, específicamente, a la formación de esa camada de médicos en la provincia y en la capital mediterránea, en los años inmediatamente anteriores.  

El surgimiento de una elite médica local
Córdoba arrancó más tarde que Buenos Aires en la formación de médicos, de hecho, la primera promoción de profesionales de esa rama egresó en 1884. Hasta entonces, y por algunos años más, los galenos que ejercían en consultorios, hospitales y asistencia pública de Córdoba, se habían formado en Buenos Aires, y algunos médicos extranjeros se hallaban integrados a la élite de la ciudad. El panorama general de la época introduce en el período de fines del siglo XIX a comienzos del XX un cuadro nuevo, en el que la inmigración traía consigo un enorme crecimiento poblacional, la formación de hacinamientos urbanos, el aumento de las enfermedades contagiosas y la puesta en la mira del estado de la “cuestión social”. En el plano provincial y municipal se inauguraban instituciones orientadas a la salud pública, y emergía una elite médica encuadrada en la elite burguesa y en la aristocracia liberal. Comenzaba a cobrar importancia en el relato social de los diarios las proezas de los cirujanos. Nombres de médicos destacados ganaban prestigio en el ámbito local y en pocos años el término “eminencias” encontraba referentes en los profesionales de la salud formados en Córdoba.
Algunos de los médicos mencionados en la nota de Caras y Caretas, luego de su experiencia europea, adquirirían renombre histórico en su carrera profesional local. 

Transcribimos a continuación una primera parte del texto de la revista de Buenos Aires, en la que el autor desarrollaba aspectos ya mencionados: referencias preliminares a los visitantes argentinos que, lejos del interés intelectual o profesional en que hace hincapié la nota, buscaban la buena vida y la jactancia del poder económico de la burguesía comercial enriquecida, aunque no cultivada. Y, en contraste con esto, señalaba el valor de los médicos argentinos, quienes se exponían a los contagios hospitalarios, un rasgo general vinculado a ciertas especialidades de la profesión. 

Argentinos en los hospitales de París
“París, marzo de 1910.
Ya no vienen a París solamente los rastacueros.
Ahora, o, mejor dicho, desde hace varios años, trabajan y estudian en esta ciudad monstruosa, por lo menos la mitad de los viajeros que envía la Argentina. Existen sin duda todavía los que se desayunan á las seis de la tarde. Los que a las nueve van al teatro. Los que almuerzan a media noche. Los que beben champagne de madrugada y se acuestan de frac a las ocho de la mañana, cuando los obreros y las obreritas de París comienzan a despertar el alma de la metrópoli- con su laboriosa actividad.
El programa de fiestas que los hombres ricos traían a París, perjudicó bastante el prestigio de nuestra raza. De ahí que se nos haya confundido con monos cargados de dinero que solo deseábamos bailar en una jaula de oro...
«¡Rastacueros!» — nos decían.
Antes, cuando un argentino llegaba a París, la primera pregunta que un francés le formulaba, era:
—«¿Piensa usted, sin duda, divertirse? ¡Oh! Aquí tenemos espectáculos, fiestas, juergas, champagne, espejos, mujeres y otros manjares especialmente condimentados para los americanos del sud» .
Actualmente, merced al progreso moral e intelectual de nuestra república, la pregunta ha cambiado. Ahora, cuando llegamos, nos preguntan:
— «¿A qué piensa usted dedicarse? París es grande y es bueno. Aquí podrá encontrar usted amplio campo de acción para todas las profesiones...
Y en realidad es así.
La prueba está en los médicos argentinos. Raro es el hospital de París que no tenga en sus clínicas varios médicos criollos. Pero lo más raro no es eso, sino que los médicos argentinos son de los preferidos gracias a su constancia, a su inteligencia y a su habilidad.
A través de la gira, tan larga como peligrosa, que acabo de hacer por los hospitales parisienses he tenido ocasión de conversar con varios ilustres clínicos quienes hablan con un entusiasmo muy honroso de sus colegas los médicos argentinos.
Uno de ellos me dijo;
—«Nos llama mucho la atención el valor y la fe con que estos jóvenes médicos de la República Argentina vienen desde tan lejos. Y vienen con un gran deseo de saber, de investigar, de aprender... No tienen miedo a nada. Nada los acobarda. Ante los enfermos más peligrosos, ellos son los más decididos y los más valientes. Puede usted ver aquí en el «Hospital Necker», como en los «Enfants Malades», y en el «Hospital Saint Louis» (donde están los leprosos), a muchos médicos argentinos que se pasan días y días enteros, junto a las camas de los más graves, cuidándolos, estudiando y aprendiendo.»”

Ya se compartirá el resto de la nota que, acompañada de fotografías y de epígrafes, completaba el panorama ofrecido por el semanario porteño, haciendo un acercamiento a algunos de los doctores argentinos a quienes el corresponsal retrata en sus lugares de trabajo, junto a eminentes médicos franceses de la época, y algún que otro residente llegado a París desde otros países. Entre ellos se subraya la presencia particular de médicos cordobeses incluidos en la “gira” hospitalaria hecha por el periodista, quien no dejaba de señalar su propio riesgo al realizar el informe.
La circunstancia del panorama, un cuadro de situación de aquel mes de marzo en que tuvo lugar la recopilación de información por parte de “Corresponsal viajero”, permite sugerir cierta paridad entre los especialistas de Buenos Aires y los de Córdoba en cuanto al desarrollo de su nivel profesional, debido a la buena formación local alcanzada a esa altura del siglo pasado. 

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