Caras y caretas cordobesas

Cierre a la serie de anotaciones sobre doctores cordobeses en el artículo de 1910 del semanario porteño, cuya transcripción se completa. Incluye algunas referencias a las carreras locales de aquellos médicos.

Cultura 04 de marzo de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
Doctores-cordobeses-#-3
Tres médicos de Córdoba mencionados en los respectivos epígrafes.

Por Víctor Ramés

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Médicos cordobeses en París (3)

“Ya veis. Se pasan los días enteros cuidando enfermos, aprendiendo y estudiando. Ni siquiera se preocupan de que viven en este París, foco de diversiones y sucursal del Paraíso.
El célebre médico francés doctor Fierre Nobecourt, jefe de clínica del «Hospital des Enfants Malades», es un entusiasta admirador de nuestros jóvenes médicos.
—«Con el tiempo, -ha dicho el doctor Nobecourt— la República Argentina se enorgullecerá de ser la madre de varios sabios. Francia tendrá la gloria de haber sido su escuela.»
A elogio tan entusiasta tendría yo que agregar los que han hecho también otros médicos célebres franceses, como ser el doctor Motz, el doctor Tuffier, el doctor Roux, el doctor Hirtz, Boyer, etc. Pero, creo que la frase del doctor Nobecourt sintetiza todas las alabanzas.
Los médicos argentinos diseminados en los distintos hospitales de París forman un total de más de cincuenta. En la imposibilidad de ocuparme de todos, comenzaré por partes. Mensualmente organizan banquetes a los cuales asisten solo médicos criollos. Lejos de su tierra, logran con esas reuniones íntimas estrechar sus vínculos patrióticos y sus relaciones científicas.
En el «Hospital Necker», actúan como médicos internos en la sala de «Velpeau», los doctores Carlos Matta, también de la clínica del doctor Motz; Ernesto Romagosa, de la provincia de Córdoba y hermano del malogrado escritor cordobés del mismo apellido; y Alfredo M. Ham, de la «Terrasse», siendo éste el médico argentino más joven de los que practican en París. El doctor Ángel M. Jiménez, especialista en enfermedades de piel, trabaja en el «Hospital Saint Louis» y en el «Instituto Pasteur», junto con otro joven médico, el doctor Pedro Bettoli. El doctor Amílcar Luzuriaga, enviado del gobierno argentino, practica en el Policlínico. En el «Hospital Saint Louis», que es el destinado a las enfermedades de la piel, y especialmente para los leprosos, están los doctores Temístocles Castellano, Enrique Chabroux, Ventura Robledo, etcétera. En el «Hospital des Enfants Malades», los doctores Arturo Molina, Luis R. Pinto, Mario del Carril, Benito Soria, etc.
En el «Hospital Beaujon», servicio del doctor Tuffier, y en la clínica del doctor Blanchard, el doctor Ricardo Sarmiento Laspiur.
Hasta ahora, las crónicas de París, que en tal número llueven sobre Buenos Aires, habían casi por completo omitido ocuparse de esta porción de la colonia argentina, la que más honra a su país en el "cerebro del mundo'', como representación seria y sólida de nuestra intelectualidad: los universitarios.
Es una omisión notable, pero hay que agradecerles que hayan dejado así a CARAS Y CARETAS la iniciativa.
Los otros hospitales y los numerosos médicos argentinos que como los ya citados, estudian en París, darían tema para varios artículos. Por hoy creo que me he arriesgado bastante paseando con la máquina fotográfica de CARAS Y CARETAS por los hospitales más peligrosos, incluso el "Instituto Pasteur", donde se hacen actualmente estudios sobre los microbios del sueño...  No conviene, pues, transmitir al lector uno de estos microbios.
Silencio. Y . . . Buenas noches.
Corresponsal viajero.”

Cuatro médicos lejos de París
Para cerrar ese panorama con algunas referencias a los médicos cordobeses que incluye la nota, se pueden mencionar datos que los muestran en la patria chica donde habían ejercido y seguirían ejerciendo sus especialidades.
En primer lugar, Ernesto Romagosa, efectivamente hermano del escritor Carlos Romagosa, protagonista de un pacto suicida junto a María Haydée Bustos, joven de una reconocida familia cordobesa, en 1906. Ernesto se había doctorado en 1903. Considerado uno de los grandes cirujanos argentinos de su tiempo, por su habilidad en las intervenciones, realizó su especialización en Francia y también en Alemania. A su regreso a Córdoba, el mismo año 1910 asumió como director de la Asistencia Sanitaria Municipal, cargo que desempeñó hasta 1913, en que se lo designó secretario y médico cirujano del Clínicas. 

Por su parte el doctor Benito Soria, nacido en 1883, especialista en pediatría, se había doctorado en 1908 en Medicina y Cirugía con la tesis La mortalidad infantil considerada en las diferentes clases sociales. Becado en 1909 para perfeccionarse en Europa, Caras y Caretas lo encuentra y retrata en el «Hospital des Enfants Malades» en 1910. Director de la Casa Cuna, ya de regreso, fue además catedrático y político. Profesor Titular de la Cátedra de Patología Externa en la Universidad, militó en el radicalismo y fue candidato a gobernador en las elecciones de 1925 que ganó el partido demócrata y llevó a Ramón Cárcano por segunda vez a la magistratura provincial. Soria fue diputado nacional durante dos períodos y senador nacional por Córdoba.

Si los dos médicos anteriores fueron políticamente progresistas, no fue el mismo caso el de Temístocles Castellano, también un destacado facultativo, Jefe de Clínica en el Hospital Nacional de Clínicas. Fue primer presidente del Club Social, punto de reunión eminentemente aristocrático de Córdoba. Y en lo confesional había sido anteriormente presidente de la Sociedad Juventud Católica, en 1884, lo fue de la Comisión Protectora de los Josefinos en 1904, y hacia fines del siglo XIX fue candidato a gobernador de la provincia. Elevó su renuncia al Decano de la Facultad de Ciencias Médicas, Eliseo Soaje, como Consejero de la Casa de Trejo, cuando empezaba a desplegarse el movimiento de la Reforma estudiantil de 1918.

Por último, el doctor Pedro Bettolli, sobre quien se encuentra menos información, también identificado en la nota del “Corresponsal Viajero” en París, fue médico pedíatra y se recibió en 1906, presentando su tesis sobre Consultorios protectores de la infancia, referido al primer dispensario argentino creado en 1904 en Córdoba, a cargo del Prof. Ernesto del Campillo, proyecto en el que tuvo intervención y que fue complemento en su formación. 

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