Política 101

Los radicales universitarios y porteños demostraron que no son los doctores en política que creen, sino simples ingresantes que no saben de qué se trata la cosa

Nacional 17 de mayo de 2024 Javier Boher Javier Boher
2024-05-16-yacobiti

Por Javier Boher

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La expresión del título no es muy cercana a nuestra tradición, pero es una referencia propia del mundo universitario norteamericano. La misma implica que algo es muy básico o elemental, algo que corresponde a un nivel de principiante: es la primera aula del primer piso de un edificio. Para respetar el caso de nuestra tradición universitaria bien podría haber usado Política I o Introducción a la Política, pero la del título es más cercana culturalmente a las masas de gente formada en TikTok.

Por supuesto que podría haber usado una referencia a los libros de la colección “Para principiantes”, pero además tiene que haber una referencia a la universidad. Esto es así porque el Gobierno avanzó en su plan para torcerle el brazo a las universidades usando una estrategia tan antigua como la misma política: dividir a su rival.

A pesar de haberse estado vendiendo como intelectuales, académicos, custodios de la ciencia y guardianes del conocimiento algunos se arrojaron sobre la nueva partida presupuestaria como chicos que quieren juntar caramelos debajo de una piñata. ¡Qué poco glamour los encumbrados referentes de la mejor universidad de Argentina!

La marcha universitaria fue promocionada como Marcha Federal Universitaria. La gente hizo circular imágenes de todo el país, una muestra de respaldo a una de las pocas políticas públicas que el Estado le ofrece a esos pocos náufragos de clase media que se mantienen a flote sobre el mar de la pobreza que ahoga a media Argentina.

Sin embargo, en un estilo que no queda claro si es propio de porteños o de radicales, el vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti, anunció que la universidad que él representa (y por cuyos intereses vela concretamente) va a recibir una actualización de gastos de alrededor del 300%. No me gusta meter el dedo en la llaga, pero los que marcharon para que finalmente el radicalismo porteño mantenga su kiosko se deben estar sintiendo bastante p… erplejos o decepcionados por la traición del calvo diputado nacional.

La jugada es básica, precaria, pero ejecutada sabiendo quién está del otro lado. Yacobitti es el típico dirigente al que le gusta hacerse el macho alfa, por eso salió a alardear sobre cómo logró torcerles el brazo a los representantes del gobierno de Milei. Fue incapaz de pensar en el resto de las universidades solamente porque él tenía que mostrar su logro personal.

Es como el perro que rompe algo y te lo trae orgulloso para mostrarte lo que hizo: no se da cuenta de lo mal que obró hasta que no recibe un golpe, aunque eso no arregle lo dañado. No sólo favoreció a Milei, sino que hizo que el foco se vuelva a posar otra vez sobre el autopercibido guardián del republicanismo progresista, el inefable Martín Lousteau.

La jugada deja mal parado al radicalismo -maltratado por el oficialismo más allá de las normas de etiqueta y del buen gusto- y a los porteños. Ambas grietas son debidamente explotadas por el gobierno debido al egoísmo pragmático de la UBA, que no tuvo vergüenza, no guardó silencio y se expuso de manera infantil.

Milei se hizo fuerte en el interior, ganando todas las provincias salvo las zonas de vasallaje controladas por el kirchnerismo más rancio. Alimentar el encono de las provincias con la capital del país y sus habitantes es una de las maniobras más viejas del manual político argentino, una de las unidades del programa de Política 101.

Matan dos pájaros de un tiro al alejar un poco más a los radicales y al Pro, metiendo a los amarillos cada vez más adentro del gobierno y empujando a los del centenario partido cada vez más cerca del kirchnerismo, con el objetivo de dejar al kirchnerismo con el sello y a Milei con los votos.

No importa cuántos años haya pasado recorriendo los pasillos de la universidad, Yacobitti no mostró ser un dirigente experimentado: entró en esta como un novato que ingresa a ese primer curso en el que te enseñan cómo funciona la política.

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