
Esta es solo una agenda, un jueves es solo un día y una película es una feta de historia, como lo es un oratorio compuesto en 1741, una coreografía, o algunas obras de arte capaces de vencer al tiempo.
En la revista semanal porteña se encuentran, a comienzos del siglo veinte, diversas referencias a la academia de pintura dirigida por Emilio Caraffa en Córdoba. La presencia femenina en el entorno del maestro es el foco de estos apuntes.
Cultura10 de junio de 2024Por Víctor Ramés
Las damas veneraban a Caraffa (Primera parte)
En varias noticias, fotos y menciones a Caraffa en el semanario, se puede comprobar que siempre eran las damas y señoritas de Córdoba quienes agasajaban o demostraban gratitud al maestro. No es sorprendente, si se considera que la academia particular de Caraffa fue el antecedente de la que sería en Córdoba la «Escuela de pintura, copia del natural», fundada en 1896 y dependiente del Ministerio de Instrucción Pública, bajo su dirección; y que tanto en lo particular como lo oficial, las clases se impartían a señoritas cordobesas. De hecho, en el decreto de fundación de la primera institución formativa provincial se especificaba, en su artículo 5°, que “en la Escuela de pintura se dará enseñanza gratis a quince señoritas que serán designadas por el Ministerio”. Se trataba sin duda de una cláusula señalada por Caraffa, referida al amplio grupo de jóvenes cordobesas “de la sociedad”, que estudiaban con él y a quienes el maestro quiso conservar como discípulas en la flamante institución.
La academia se proponía “fomentar, en la forma que es posible al presente, la afición al estudio de la pintura”, y se puede leer en el diario cordobés La Patria, en junio de 1896, los nombres de las jóvenes que resultaron elegidas para la primera cohorte : “El Ministerio ha concedido ingresar a la escuela de dibujo y pintura recientemente establecida en esta ciudad a las señoritas María Bouquet, Martina Ortiz Herrera, Remigia Gutiérrez, Mercedes Crespo, Felisa Vivanco, Carmen Cebreiro, Josefina T. Cabrera, Delia Carreras, Trinidad Oliva, Gabina Robles, Tránsito Echenique, Angela Allio, Mercedes Ferrer y María Elena Gigena. Con estas alumnas quedará instalada la nueva escuela de pintura que inaugurará sus clases en el corriente mes.”
La presencia femenina en las clases de pintura de Córdoba no era un hecho novedoso a finales del siglo diecinueve. En su libro Córdoba, publicado en 1898, José Manuel Eizaguire afirmaba:
“Le he dicho en otra ocasión que Córdoba tiene preciosos elementos sociales, y voy a ampliarle ahora mis informes.
Se cultiva mucho la música y la pintura, y es raro encontrar una niña que no toque el piano, violín violoncello, arpa, etc., etc. La Academia de Santa Cecilia ha dado ya profesoras muy distinguidas.
Existe también una Academia de Pintura, dirigida por el pintor Emilio Caraffa, y a ella concurren muchísimas niñas, algunas de ellas aficionadas muy distinguidas.”
Ese protagonismo relativo de las mujeres se vio reflejado en la primera exposición de pinturas realizada en un espacio cultural cordobés, el mismo año de la creación de la escuela dirigida por Caraffa. El cronista del diario La Patria de mayo de 1896, daba un panorama preliminar de la exposición en el Ateneo, que suscitaba sus elogios. Destacaba entre el material expuesto una veintena de cuadros de artistas establecidos como Genaro Pérez, André Piñero, Herminio Malvino y otros, e indicaba que el grueso de las obras expuestas incluía cerca de doscientas pinturas de estudiantes y aficionados, en su mayoría mujeres de sociedad. El dispositivo de control de género está claramente manifiesto en la exposición, cuyo recorrido conducía a un cartel donde se leía: “Aficionadas”.
Antes de seguir acercando el lente al panorama del fin de siglo, se puede dar un salto ocho años hacia adelante, en que en noviembre de 1904 Caras y Caretas traía noticias que permiten percibir que el gesto de la primera exposición era ya parte de la efeméride cultural cordobesa. El título de la nota era “Córdoba – Exposición de cuadros”. Caraffa se hallaba al frente de la iniciativa, y las damas de Córdoba se aprestaban a dedicarle al maestro ese viejo tipo de homenaje llamado “demostración”. La referencia nos permite hacer el nexo con el semanario de referencia.
“Con brillante éxito se ha realizado en Córdoba la exposición de cuadros de conocidos artistas, organizada bajo la dirección del pintor señor Emilio Caraffa.
El salón de A. Sappia y Hermanos, que fue el local elegido para la exposición, se vio favorecido por extraordinaria concurrencia de familias de la sociedad cordobesa durante los días que aquella estuvo abierta.
El éxito artístico fue inmejorable, digno de la culta ciudad que lo alentó.
El señor Caraffa ha sido muy felicitado y un grupo de damas prepara una demostración en su honor, celebrando los triunfos de su pincel, en el acto que nos ocupa, del cual también ha sido factor eficacísimo, pues al buen gusto artístico con que procedió a organizar y dirigir los actos de la exposición se debe el brillo que ésta ha alcanzado.
También este artista ha obtenido, como se sabe, otros éxitos que han acreditado su firma, siendo uno de éstos la recompensa que le ha otorgado el jurado de la exposición de Saint Louis.”
La referencia final de la nota cita la Medalla de Plata obtenida por Emilio Caraffa en la Exposición Universal de Saint Louis, realizada del 30 de abril al 1 de diciembre de 1904, en la que participaron artistas de sesenta países. Su obra El Obispo, una acuarela, mostraba la maestría del pintor en esa técnica en la que se había formado en Madrid.
En relación a las damas que manifestaban su homenaje a Caraffa, seguramente no todas eran sus alumnas, pero ese núcleo le fue clave para posicionarse entre la clase que tomaba las decisiones. Hay que recordar que el maestro no había nacido, ni se había formado en Córdoba. El experto en la vida y la obra de Emilio Caraffa, Tomás Exequiel Bondone, afirma al analizar el gran logro de Caraffa: convertir su academia particular en una escuela dependiente del estado: “A sólo cinco años de permanecer en Córdoba, Caraffa logra que su academia se transforme en una institución pública, en una cuidada maniobra de construcción de relaciones y extensión de lazos sociales. La presencia femenina parece ser decisiva en esta circunstancia ya que, tras la mediación de una de sus alumnas, quien era cuñada del entonces gobernador Figueroa Alcorta, se operó el contacto con el mandatario.”
Esta es solo una agenda, un jueves es solo un día y una película es una feta de historia, como lo es un oratorio compuesto en 1741, una coreografía, o algunas obras de arte capaces de vencer al tiempo.
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