La responsabilidad del éxito

El documental “Simone Biles vuelve a volar”, cuyos dos primeros episodios ya están disponibles en Netflix, explicita cómo repercute cargar pesados fardos de imposiciones sobre una gimnasta que atravesó una infancia problemática y que sufrió abuso sexual en su adolescencia.

Cultura20 de agosto de 2024J.C. MaraddónJ.C. Maraddón
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J.C. Maraddón

Aunque puede haber diferencias en cuanto a qué deporte es el más popular en cada país, en general los ídolos del público suelen provenir de las disciplinas profesionales, como el fútbol, el box o el automovilismo, que son las que mayor difusión mediática merecen y, por lo tanto, se erigen en las más visibles. Entre nosotros, es obvio que los futbolistas corren con ventaja y vaya como prueba el festejo apoteótico desatado tras la obtención de la Copa Mundial de Fútbol en Qatar, que transformó a los integrantes del seleccionado argentino en dioses de apariencia humana a los que correspondía adorar eternamente.

Para estos jóvenes deportistas no debe ser fácil de llevar semejante mochila, que posee una carga extra de nacionalismo barato cuyo fundamento consiste en dotar de tintes heroicos a quienes portan camisetas con los colores de la bandera y obtienen logros internacionales de los cuales vale la pena enorgullecerse. En ellos se concentran las esperanzas de reconocimiento para la nación, como si la malaria pudiese ser conjurada por esos triunfos deportivos. Una condecoración simbólica de este tipo desestabiliza al más pintado y varios de esos cracks padecen un grado de exposición abusivo para el que quizás no están preparados.

Si eso le ocurre a la elite de los profesionales del balompié, qué se podría esperar de los que han consagrado su vida a la práctica amateur, que casi siempre transcurre ante la más absoluta indiferencia de los medios de comunicación y de la gente común. Hasta que llega alguna competencia extraordinaria, como por ejemplo los juegos olímpicos, y entonces esos exponentes casi anónimos se tornan responsables de elevar a lo más alto el prestigio nacional, con muy pocas herramientas para sobrellevar esa fama fugaz que tal vez obtengan cada cuatro años si es que consiguen subirse al podio.

El caso de José “Maligno” Torres es paradigmático: por haber obtenido la medalla de oro en BMX en París, este cordobés nacido en Bolivia al que hasta entonces muy pocos conocían, pasó a ser el personaje del año y su rostro desfiló por todos los canales de televisión hasta volverse reconocible sin necesidad de presentación. Si bien se lo notó bastante cómodo en esa posición de celebridad que fue colocado, no resulta natural que de un día para el otro se convierta en objeto de adoración a un ciclista que hasta no demasiado tiempo atrás entrenaba en el Parque de las Naciones como uno más.

El documental “Simone Biles vuelve a volar”, cuyos dos primeros episodios ya están disponibles en Netflix, explicita cómo repercuten esos pesados fardos de responsabilidad en una chica que atravesó una infancia problemática y que sufrió abuso sexual en su adolescencia. Luego de haberse destacado como la mejor del mundo en gimnasia artística en los juegos de Río 2016, se transformó en un emblema del deporte estadounidense y las principales marcas se disputaban su esponsoreo. La presión psicológica que implicaba someterse a exigencias de tanta intensidad, le impidieron llegar en forma a Tokio 2020, donde debió abandonar la competencia.

La película expone cuánto debió luchar para recuperarse y, luego de un largo intervalo, volver a los entrenamientos que le permitiesen estar en forma para retomar su carrera. Por supuesto, su participación en los recientes juegos olímpicos de París fue superlativa y representó un modelo de resiliencia para alguien que aparentaba no estar en condiciones de asentarse otra vez en la cima. La necesidad de alinearse detrás del culto al éxito que muchas personas experimentan para contrarrestar su desilusión, deposita en estas figuras deportivas una expectativa desmedida para la que no todos están dispuestos y de la que es muy difícil desentenderse.

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