El riesgo país perforó los 600 puntos, el nivel más bajo desde 2018
Aun con la fuerte baja durante la gestión Milei, sigue por arriba del promedio en Latinoamérica es de 427 puntos básicos. El Repo del viernes fue clave.
La estrategia del conflicto permanente es criticada en el presidente, pero a algunos les ha servido en otros momentos de Argentina
Nacional02 de octubre de 2024Javier BoherPor Javier Boher
Algunas veces la memoria me falla, pero debe haber sido más o menos 2013 cuando un nuevo compañero de equipo me dijo por qué apoyaba al kirchnerismo. “Néstor se peleó con todos los que odio: se peleó con los milicos, se peleó con la iglesia y se peleó con Clarín. Hizo todo lo que yo hubiese hecho”.
Quizás el diálogo no fue textualmente así, pero sí recuerdo el momento, el tono de voz (no era enojado o crispado, sino como el de quién ha visto la luz) y esos tres grupos sociales, económicos o políticos. Es Generación X, la de los nacidos durante el Proceso, por lo que el tema de los militares atravesó su formación política. Lo de la Iglesia, casi que por obligación: todo progresista debería defender el laicismo, aunque la última década del Papá Francisco ha borrado un poco esa máxima. La de Clarín sale por haber estudiado comunicación a fines de los ‘90, cuando “el multimedios” era el demonio apuntado por el periodismo progresista de Página/12, Día D o revista Veintitrés.
Era muy fácil hacerse kirchnerista en aquellos primeros años, porque Néstor Kirchner básicamente le apuntó a todos los grupos sociales que tenían algún tipo de descrédito entre la población. Todo aquel al que la gente señaló como corresponsable de la catástrofe de 2001 cayó en la volteada.
Hoy Milei aplica la misma estrategia de pelearse todo el tiempo con todo el mundo, como sabiendo que nadie puede pensar en ayudar a que otros se salven cuando está en riesgo la propia supervivencia (en términos políticos, por supuesto).
Hoy se desarrollará la Marcha Federal Universitaria, núcleo de resistencia contra la política del gobierno. Es uno de los bastiones del progresismo, más radical que kirchnerista, pero casi indistinguibles en este tema. Es la segunda marcha, quizás porque la primera fue la manifestación más exitosa contra el gobierno de Milei y porque la educación universitaria es lo único que le queda a una clase media empobrecida para tratar de pensar en un futuro mejor.
El kirchnerismo probó con marcha de mujeres, marcha de jubilados, lágrimas por los clubes de barrio, protestas por las tarifas y un par de cosas más, pero el gobierno no parece escarmentar. Por el contrario, va tanteando en qué lugares o a qué grupos les puede apuntar.
Acá entra, por ejemplo, Aerolíneas Argentinas. Todo un símbolo de la segunda década kirchnerista, para unos es la recuperación de soberanía y para otros la mayor muestra del despilfarro y el Estado bobo. Muy poca gente puede defender hoy el modelo de Aerolíneas, atento a que el grueso de la población ve pasar a los aviones de lejos, quizás estacionados del otro lado del alambrado del aeropuerto.
El despido de alrededor de 1.400 personas de Trenes Argentinos también va en esta dirección. Cada empleado estatal está tan preocupado por cuidar su lugar de trabajo que no puede pensar en la marcha universitaria, Aerolíneas o el INCAA. Todos temen quedar en el medio de la discusión.
El modelo del kirchnerismo se fue cerrando cada vez más sobre una minoría de privilegiados que obtenía sus beneficios por la acción organizada de la corporación en la que están enrolados. Esa tendencia hacía el interior fue dejando cada vez más gente afuera, dolida por ya no tener la suya, enojada por prestaciones estatales deficientes o por haber sido elegida como el enemigo retórico del kirchnerismo. Todas esas personas dañadas fueron recogidas por Milei, que sigue tratando de llegar a esos individuos que perdieron la protección de alguna entidad mayor.
Cómo parte de su estrategia elige enfrentarse a símbolos del poder pasado, a múltiples responsables sin llegar a enfrentarse nunca con la máxima responsable de todo. Atacar a Cristina es atacar, también, al que alguna vez la votó. Nadie se quiere sentir cómplice de la destrucción del país, por eso es más fácil apoyar al gobierno cuando señala a otros como los responsables de la situación actual.
Eso explica algo que me pasó el otro día. Un guardia de edificio, precarizado como monotributista en una cooperativa de guardias (una gran estafa que da para toda una nota), me dijo que él esperaba que a Milei le fuera bien, pero que si no le iba bien quería que vuelva Cristina. Es una contradicción, pero en la cabeza del votante sin pertenencia partidaria eso no representa ningún problema.
Milei va a insistir por ese lado de ir golpeando de a poco por los lugares más desprotegidos. Bajará el tono con algunos y lo subirá con otros, con la reunión con la CGT o la desestimación de las críticas del Papa como ejemplo de lo primero y las movidas de Trenes o Aerolíneas como ejemplo de lo segundo. Uno creería que abrir demasiados frentes de conflicto podría ser un problema, pero todo va a terminar dependiendo de cuántos se sientan afectados por ello y cuántos se sientan representados. Pelearse con muchos grupos puede significar representar a muchos individuos, tal como pasó en aquellos primeros años del kirchnerismo.
Aun con la fuerte baja durante la gestión Milei, sigue por arriba del promedio en Latinoamérica es de 427 puntos básicos. El Repo del viernes fue clave.
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