El marketing del malestar
La semana pasada, Tini publicó su disco “Un mechón de pelo”, que fue anticipado por dos singles: “Pa”, dedicado a su padre luego del grave problema de salud que él atravesó, y “Posta”, donde hace explícita su indignación por las consecuencias no deseadas de la fama.
J.C. Maraddón
Para que el relato heroico se complete, debe haber un momento en que el protagonista se quiebre y amague con abandonar todo, porque la adversidad empieza a sobrepasarlo y lo abruman las dudas acerca de si podrá llegar a su objetivo. Por supuesto, es sólo un intervalo: después templa su espíritu, cura sus heridas y retoma su senda, para concretar la hazaña que no puede quedar trunca. De no existir esa instancia de vacilación, el héroe abandona todo rasgo de humanidad y, por ende, se pierde la posibilidad de que la gente común se identifique con su cruzada.
Este punto de inflexión en la trama es común en muchas leyendas, pero también se suele dar en la vida real, cuando los ídolos de multitudes hacen cumbre en su carrera y, en el mareo de las alturas, se percatan de cosas que hasta esa circunstancia habían sido disimuladas detrás del coqueteo con la fama. Pareciera que hace falta ingresar en ese modo introspectivo y asfixiante, para luego resurgir con renovados bríos y reencauzar la trayectoria, con una mayor precisión en cuanto a los objetivos y con una mirada más clara sobre qué es lo que no merece ser resignado en el altar de la celebridad.
Artistas que aparentaban tenerlo todo y que brindaban hacia el exterior una imagen triunfadora sin dubitaciones, soportaban puertas adentro presiones que iban haciendo mella en su personalidad y que tenían la obligación de aceptar si querían mantener su imagen pública. Sin embargo, eso que estaba oculto iba a emerger tarde o temprano, desorientando tanto a los fans como a los encargados de manejar los destinos de esa estrella del entretenimiento. De mayor o menor extensión, las pausas para recuperarse de estos embates no dejan de ser habituales dentro de esa categoría de astros masivos.
No todos consiguen superar el bajón y, lamentablemente, existe un saldo trágico de nombres rutilantes que fueron quedando en el camino, a los que se rinde tributo, en tanto se practica un lucro descarado con su obra, reciclando antiguos materiales para el consumo de los fans. Algunos de los que sobreviven a esa pena, dan testimonio después de lo mucho que sufrieron y de cuánto les costó volver a escena. Y describen cómo hicieron para enmascarar lo que les pasaba hasta que no pudieron tolerarlo más y se vieron compelidos a bajarse de esa rutina que no les permitía llevar una vida normal.
Tras muchos años de verse expuesta ante la popularidad, incluso desde una edad muy temprana, quien se ha mostrado resiliente en los últimos días ha sido Tini Stoessel, a cuya vida personal las revistas del corazón le han venido otorgando una cuota más alta de preponderancia que a su desempeño como cantante. En ese juego perverso que insta a los famosos a abrir su intimidad a cambio de obtener más difusión, ella quedó atrapada en un perfil al que los haters atacaron sin piedad, en desmedro de los logros que pueda haber obtenido con la producción musical que ha estado lanzando.
La semana pasada, Tini publicó su disco “Un mechón de pelo”, que fue anticipado por dos singles: “Pa”, dedicado a su padre luego del grave problema de salud que él atravesó, y “Posta”, donde hace explícito su malestar en versos como el que dice “porque he nacido con dinero en cura de oro/ Nada duele, ¿esa es la posta?”. Es evidente que este álbum es su salida de una crisis emocional y que las canciones representan su manera de hacer catarsis. Condenada al suceso como está, hasta ese arranque de rabia y contrición funciona, más allá de su voluntad, como una estrategia de marketing.
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