Una película difícil de recomendar
Hartos de no encontrar novedades dentro del cine de terror, el director español Caye Casas y la coguionista Cristina Borobia realizaron el largometraje “La mesita del comedor”, en busca de narrar algo “realmente perturbador, que la gente no olvide y le haga sentir emociones fuertes”.
J.C. Maraddón
Como una rama para nada despreciable de la industria del entretenimiento, el género del terror acapara la predilección de un público específico que no repara en exigir productos que le provoquen miedo como una manera de satisfacer sus deseos (no tan) ocultos. Tanto dentro de la literatura como de la cinematografía, este apartado especial cuenta con una colección innumerable de títulos, a los que es posible rastrear tanto en la actualidad como en otros tiempos, lo que garantiza que el gusto por esa clase de relatos no responde a una moda sino que está relacionado a una tendencia natural en ciertas personas.
Desde Edgar Allan Poe hasta nuestros días, lo que ha obsesionado a quienes incursionan en estas narraciones es experimentar con aquellos estímulos que aterrorizan hasta descubrir en los instintos primales de la gente los disparadores capaces de erizar la piel del más pintado. A lo largo de los siglos y después de tantas pruebas realizadas, se han determinado algunas de las variantes que mejor funcionan para lograr ese objetivo. Y, a su vez, cada uno de estos detonantes abre una subcategoría que colecta fanáticos por especializarse en excitar un determinado nervio en el concierto de las sensaciones terroríficas.
Está claro que es la muerte aquello que conjuga los temores de la mayoría de los seres humanos y en torno a ella se desenvuelven quienes procrean historias de ficción destinadas a asustar. Ahora bien, lo particular es de qué manera se manifestará esa conciencia de la mortalidad, es decir, si lo hará a través de zombies, de monstruos, de fenómenos sobrenaturales, de asesinos psicópatas o de una invasión alienígena, por sólo nombrar algunas de las posibilidades a las que echan mano novelistas y guionistas cuando se sientan a escribir o adaptar una fantasía aterradora que esté en condiciones de conmover a cualquiera.
Y si bien pueden darse modificaciones innovadoras en las técnicas que se apliquen para llegar a tal fin, no aparenta haberse alterado tanto la variedad de fuentes a las que se apela en la búsqueda de desencadenar el espanto. Cada tanto, best sellers o tanques de taquilla que se aferran al rótulo del terror se obstinan en dar que hablar por llevar las cosas al extremo, pero aun así no dejan de remitirse a esa tradición en la que todo parece haber sido dicho ya, sin más posibilidades que seguir las sendas trazadas por quienes oficiaron de pioneros.
Hartos de no encontrar novedades dentro del género que los apasiona, el director español Caye Casas y la coguionista Cristina Borobia se pusieron a pensar en algo que fuera “realmente perturbador, que la gente no olvide y le haga sentir emociones fuertes”. Y así fue como arribaron a una conclusión reveladora sobre qué es lo que más miedo da en la vida: “No son zombies ni fantasmas, sino la mala suerte que puedes tener si el destino es cruel”. Iluminados por esta premisa realizaron “La mesita del comedor”, una película que desde el año 2022 desata polémicas allí donde se exhibe.
Tras haber sido alabada nada menos que por Stephen King en la red antes llamada Twitter y haberse hecho acreedora a premios varios en festivales internacionales, recién dos años más tarde está disponible en su país de origen, España, donde una plataforma de streaming ha resuelto incluirla en su grilla. El rechazo que muchos han manifestado al verla, no ha hecho sino incentivar la curiosidad por este largometraje de muy bajo costo al que un distribuidor calificó como un filme "que no debería existir", aunque la realidad es que existe y que somete al espectador a una experiencia difícil de recomendar.
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