
El expresidente estará en Córdoba para el almuerzo en la Bolsa, pero antes habrá un encuentro con la militancia. Miradas de reojo, en la previa, entre las espadas del Nuevo PRO y la vieja guardia amarilla.
La comparación entre ambas décadas es exagerada y sólo se podrá hacer cuando estén los resultados
Nacional11 de febrero de 2025Por Javier Boher
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Los chispazos entre el presidente y el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, terminaron con el despido de la hija de este último. Mucho se habló sobre el personalismo de Milei y sus formas de conducir el gobierno como patrón de estancia, inflexible con los que lo contradicen o siquiera tienen vínculo con alguien que lo hace.
Esas formas no son las más democráticas y son poco deseables en una sociedad en la que se privilegie el diálogo constructivos. Sin embargo, escandalizarse por ello en un país tan presidencialista como Argentina (donde cada año un presidente era capaz de decretar un feriado en honor a su propia figura) es una muestra de ingenuidad absoluta.
Además, un gobierno en un régimen presidencialista debe ser particularmente verticalista, sin tantas internas o disidencias que debiliten la figura del que toma las decisiones. Macri y Alberto sufrieron esa dispersión de poder, donde había objetores de conciencia o fundamentalistas del focus group (Macri) y dependencias por triplicado para acomodar a todas las facciones internas (Alberto). El único que rinde cuentas sobre su gobierno es el presidente, de allí que no quiera socializar los beneficios de una buena gestión y se encargue de remover a los responsables de decisiones que hacen ver mal al gobierno. Quizás uno prefiere otras formas, pero en un país como este -donde los liderazgos más exitosos no fueron precisamente los más abiertos al diálogo- parece no haber otro camino.
Más allá de esta apreciación, lo más interesante que despertó este choque entre Milei y Cavallo fue un análisis sobre los ‘90, con miradas completamente diferentes sobre la década, incluso desde las mismas filas de un espacio tan difuso como lo es el del liberalismo.
Apenas cuatro meses después de iniciado el gobierno de Milei, un amigo (periodista retirado que se dedicaba a temas de economía) me hizo una observación que todavía recuerdo: al lado de los libertarios, Cavallo es zurdo. Quizás eso siempre estuvo en el aire y recién ahora llegó el momento en el que se terminó de manifestar. Los temas de economía exceden mis conocimientos y mi interés, así que quedará el detalle técnico de la discusión para la nota que aborda el tema en la edición de hoy.
Tanto cavallistas como milevitas se pelearon sobre los ‘90, las decisiones políticas y económicas tomadas en esos años y el legado que dejó aquella experiencia. Todos trataron de buscar similitudes y diferencias, así que acá haremos nuestra propia lista sobre estos 30 años.
Primero, una cuestión fundamental. El mundo en el que Argentina decidió entrar en las reformas del Estado era uno completamente diferente al actual. El fin de la Guerra Fría generó una ola liberal que consiguió que muchos países abran sus economías y abracen la democracia. Hoy estamos en una escalada entre Estados Unidos y China para ver quién es la nueva potencia hegemónica, con amenazas de destrucción del orden liberal de posguerra y la instauración de nuevas barreras arancelarias. Si en esos primeros ‘90 reinaba el optimismo global, hoy lo que gana es el escepticismo respecto a los logros del capitalismo y la democracia (aunque toda la evidencia deje bien en claro que han sido lo mejor que le pasó a la humanidad en su historia).
El otro dato importante es el capítulo político sobre el tipo de liderazgos. A su manera, Milei es un líder carismático como lo era Menem y nadie duda de que él es el jefe. Si Menem dominó los medios tradicionales saliéndose del molde, Milei lo hace con las redes sociales. Según Weber, el carisma no tiene que ver con el encanto o el charme, sino con la creencia popular de que el líder es distinto al resto de la gente. Eso es compartido entre ambos.
Además, tanto entonces como hoy, el ejercicio de la autoridad impide que se le haga sombra al líder, motivo por el que Cavallo terminó fuera del gobierno de Menem y trató de hacer carrera como político. No le fue bien, porque lo traicionaron la clase política y la visión tecnocrática del funcionamiento de la economía. Siempre se supo que Cavallo era (y sigue siendo) un brillante economista, pero la política necesita de otras cualidades que hacen muy difícil mantenerse en el purismo de una u otra disciplina.
Por último, es importante el capítulo de “la herencia”. A Menem le tocó una economía muy golpeada, afectada por el peso del Estado y la burocracia, pero con un sector privado bastante fuerte para recuperarse. Los primeros años se trató de liberar la economía con desregulaciones que no transformaron de fondo la matriz estatista argentina ni la forma de pensar de la gente, ambas cuestiones las que terminaron por consolidar una oposición al modelo de los ‘90. El “industricidio” del que mucho se habla sobre aquellos años tuvo que ver con que nunca se recortó en serio el gasto ni se bajaron los impuestos a la producción.
La herencia de Milei es completamente diferente. La economía llegó destruida, pero con un sector privado mucho más débil que al comienzo del gobierno de Menem. Está lleno de regulaciones que no le hicieron mejor la vida a la gente, la que finalmente dejó de pensar que el Estado todo lo puede y celebra un proceso desregulador permanente, siempre con la idea clara de que Argentina se reinserte en el mundo.
Quizás el punto en el que muchos esperan que no haya tantas similitudes es en lo que hace a la corrupción, un rasgo compartido por aquel gobierno, por el kirchnerismo y por tantos otros que generaron las condiciones actuales de deterioro político, social y económico.
Los ‘90 y los ‘20 no son iguales. Esperemos que los resultados tampoco lo sean.
El expresidente estará en Córdoba para el almuerzo en la Bolsa, pero antes habrá un encuentro con la militancia. Miradas de reojo, en la previa, entre las espadas del Nuevo PRO y la vieja guardia amarilla.
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