Clarín Miente (edición libertaria)

La movida del grupo empresario agitó a las filas libertarias, a las que les faltó la pechera celeste para comportarse igual a La Cámpora

Nacional26 de febrero de 2025Javier BoherJavier Boher
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Por Javier Boher 
En algún momento de nuestra historia se decía que tres tapas de Clarín volteaban un gobierno. Quizás tal sentencia fuese un tanto exagerada, pero el poder y la influencia de dicho diario eran enormes. La opinión pública del país tenía mucho que ver con lo que pasaba en aquella redacción.
Clarín le pudo sacar alguna concesión a todos los gobiernos, quizás porque la relación entre el grupo empresario y el Estado siempre fue mayormente de armonía. Solo el kirchnerismo logró subir al diario al ring, poniéndolo en un lugar opositor en el que nunca se sintió cómodo. El daño en ese sentido fue enorme, porque el grupo salió victorioso de esa contienda, pero herido en su credibilidad. Las medias de Guillermo Moreno en Angola fueron un papelón, pero aquella frase de que “Clarín Miente” quedó flotando en el aire desde entonces.
Ayer se confirmó una nueva expansión del grupo Clarín, por la adquisición que este hizo de las operaciones de Telefónica en el país. Por movidas así es que en 30 años pasó de ser un diario muy poderoso a un multimedios con diarios, radios y canales de televisión, con servicios de internet y telefonía. Su predominio hace que sea prácticamente imposible mantenerse sin contratar alguno de esos servicios o sin consumir alguno de sus medios. 
La adquisición dejaría al grupo en una posición mayoritaria dentro del mercado de provisión de telefonía e internet, lo que por algunos podría ser calificado de monopolio. Acá es donde la cosa se pone interesante.
La libertad económica implica competencia, porque solo de esa manera hay incentivos para ofrecer mejores bienes o servicios a mejores precios. El ABC de la economía liberal pasa por ahí, lo que sin embargo hasta no hace tanto tiempo era refutado públicamente por el presidente Milei. Según los postulados de cierto autor referente para los libertarios, los monopolios no serían malos para los consumidores porque no implican necesariamente ineficiencia en la producción ni abuso de su posición de único proveedor. En su visión sectaria de la libertad irrestricta, una empresa debería tener la posibilidad de dominar el mercado y el Estado no debería entrometerse, porque la sola existencia de esa actividad debería generar incentivos para competir: si la competencia no existe sería porque los consumidores no la demandan. 
Así, el gobierno de Milei nunca estuvo filosóficamente comprometido con la lucha contra los monopolios, hasta ahora que le patearían el asado. Según distintas versiones, habría habido algunos empresarios cercanos al gobierno interesados en comprar Telefónica, los que se vieron perjudicados por la rápida movida de Clarín. 
Acá viene lo mejor, porque la realidad es superior a la idea y las necesidades concretas de un gobierno y sus allegados están por encima de las cuestiones abstractas. Así, de golpe, “el brazo armado” de Milei salió a atacar la adquisición. Todo el operativo nos retrotrajo a la primera década del 2000, cuando Néstor y Cristina Kirchner aceleraron contra Clarín mandando a sus militantes y cuadros prominentes a atacar al multimedios. Los libertarios sintonizaron la misma frecuencia, criticando al grupo por la posición dominante y la posible configuración de un monopolio. No habrá asistido Guillermo Moreno con guantes de boxeo a sus reuniones de directorio, pero amenazaron con impedir la operación para defender la competencia. Es decir que los que odian el Estado y quieren libertad absoluta para las empresas van a poner a funcionar los instrumentos del Estado para coartar la libertad de las empresas. ¡Qué tentador usar el garrote del Estado cuando los ciudadanos lo pusieron en tus manos!
Prácticamente no hubo cuenta prominente del espectro libertario que no se pronunciara en línea con el gobierno. Hoy pasó de moda ponerse pecheras para manifestarse en la calle, pero se ve que la doctrina camporista vive detrás de cada teclado libertario que se manifiesta en las redes.
El gobierno incluso emitió un comunicado que bien podría haber sido redactado por el Cuervo Larroque o algún otro jerarca de la juventud kirchnerista. Vale la pena una mención especial al hilarante pedido de intervención estatal a través de organismos que se han visto debilitados tras el proceso desregulador del gobierno. 
Milei y los suyos no son tan diferentes al resto. Ocupan una posición política central y la usan en su beneficio. Creen en la libertad o en el Estado según su necesidad; en la competencia o en el monopolio según su conveniencia. Los de arriba piensan en hacer negocios y los de abajo en complacer a los de arriba, incluso cambiando su postura para atacar en grupo al nuevo enemigo señalado. Es un modelo calcado del del kirchnerismo, aunque la estética y algunas formas sean un poco diferentes. Santiago Caputo ya tuiteó una foto de una hinchada con una bandera de “Clarín Miente” sacada de aquella época de conflicto entre el kirchnerismo y el grupo. Capaz no falte tanto para que salga a repartir medias como las de Moreno. Eso sí, nada de ir a África: seguro lo hace desde algún rincón de Estados Unidos.
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