
El expresidente estará en Córdoba para el almuerzo en la Bolsa, pero antes habrá un encuentro con la militancia. Miradas de reojo, en la previa, entre las espadas del Nuevo PRO y la vieja guardia amarilla.
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Nacional27 de febrero de 2025 Daniel Alvarez SozaPor Daniel Alvarez Soza
Doctor en Ciencia jurídicas y Sociales.
Doctor en Ciencia Política
Desde fines de la década de los ’50 -según hemos visto- comenzó a tomar forma en la Argentina una “nueva izquierda”, más radicalizada que la tradicional y cuyo ámbito privilegiado estaba en el mundo intelectual. Esta irrupción se caracterizó por una espectacular expansión del marxismo, herramienta que de ser constantemente utilizada, se pensaba que permitía leer cualquier experiencia histórica, e inclusive prever el devenir. El fenómeno del peronismo, desde ya, no estuvo ausente en el delineamiento de esta nueva izquierda, entre otras cosas porque la clase obrera mantenía su identidad peronista y mostraba un importante grado de combatividad. En consecuencia, con el método de análisis marxista muchos pensadores intentaron leer el fenómeno peronista y pronosticar su futura evolución.
De la mano con el marxismo, se expandían en el país el antiimperialismo, recogiendo una ola mundial que partía de los movimientos de descolonización de la posguerra y que preveía la inminente crisis de las potencias. Con los años, la desilusión con el gobierno del presidente Frondizi, el crimen de Kennedy y la intervención estadounidense en el Gobierno de Trujillo en la República Dominicana diluyeron las ilusiones en la idea para un progreso integral.
“El antiimperialismo vinculó a las corrientes de la izquierda con sectores del nacionalismo, también en intenso proceso de revisión. Intelectuales nacionalistas como Juan José Hernández Arregui y José María Rosa incorporaron el marxismo, en un camino que en sentido opuesto habían recorrido Rodolfo Puiggrós y Jorge Abelardo Ramos” (1). Las izquierdas revisaron su interpretación liberal de la historia y comenzaron a releerla a la luz del revisionismo, camino que les permitiría asignar al peronismo un lugar legítimo en el progreso de la humanidad. Contra lo que afirmará la izquierda tradicional, para estas nuevas corrientes el peronismo dejó de pertenecer a la familia de los movimientos fascistas. Con esto, a juicio de Abelardo Ramos, se producía una expresión de un frente antiimperialista; para Puiggrós, nacía un movimiento de liberación nacional. “Las fórmulas o agrupaciones con el tiempo variarán entre sí, pero las definiciones que cobraron gravitación en el discurso revisionista identificaron en el peronismo una solución capaz de enfrentar a la dominación oligárquico-imperialista” (2). “El peronismo se inscribía así de otro modo en el cuadro del gran relato marxista, no como un retroceso, ni como una desviación del camino que llevaba a la clase obrera a la realización de su ser, sino como un tramo de ese camino, el tramo de la nacionalización de la conciencia obrera” (3).
A pesar de que la polémica generada por las nuevas ideas en torno al peronismo fue intensa, prácticamente toda la nueva izquierda coincidió en el apoyo a la Revolución Cubana triunfante en enero de 1959. De esta novedosa experiencia seducían particularmente su enfrentamiento con los Estados Unidos y su declaración por el socialismo. La conexión estrecha entre el marxismo y la revolución, que se diluía al contemplar los partidos comunistas europeos y a la propia Unión Soviética, se manifestaba con toda fuerza en la Isla del Caribe.
Para la vertiente nacionalista, el sujeto de esta transformación seguía siendo el pueblo, mientras que para la izquierda lo era el trabajador. De hecho para algunos autores como Silvia Sigal el significado antiimperialista de la revolución cubana proporcionó el empalme necesario para abrir el espacio de comunicación entre marxistas y nacionalistas.
En lo que a conclusiones tácticas se refiere, Cuba brindó la llamada “teoría del foco”. La figura guerrillera por excelencia, Ernesto Che Guevara, mencionaba entre los principales aportes de la Revolución Cubana la siguiente idea: “no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas” (4). La teoría del foco fue desarrollada teóricamente por el intelectual francés Regis Debray, y se expandió como reguero de pólvora por Latinoamérica. Idea que consistía en hacer de la Cordillera de los Andes una Sierra Maestra (Tesis de Guevara); lo que graficaba el espíritu de la nueva lucha. Cabe mencionar que Debray, formó parte de la guerrilla de Ernesto Guevara en Bolivia. Además, de ser un gran amigo de Salvador Allende, y a quien el propio presidente le concedió una entrevista para la Revista “Punto Final”, en donde expresará, frente a las dudas del entrevistador, que el aceptar los términos impuestos por la Democracia Cristiana acerca de la negociación del estatuto de garantías constitucionales había sido una “necesidad táctica”, agregando que “en ese momento lo importante era tomar el gobierno”. “…la respuesta es breve: el proletariado es el que va a imponerse a la burguesía” (5).
Durante los primeros años de la década de los sesenta se lanzaron a la lucha en América Latina numerosas agrupaciones guerrilleras. La mayoría había recibido entrenamiento en la isla caribeña, y casi todas terminaron en estrepitosas derrotas. “En la Argentina, existieron en aquellos años dos experiencias que fracasaron: los peronistas de los Uturuncos en Tucumán en 1959 (sin vinculación con Cuba) y el guevarista Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) en Salta, durante 1963 y 1964” (6). “También en 1964 se produjo un hecho que hablaba de una idea relativamente extendida: en un departamento de la calle Posadas, en Capital Federal, estalló un arsenal que reveló la existencia de un grupo liderado por el ex dirigente trotskista Ángel “Vasco” Bengoechea, quien se proponía establecer una columna insurgente en Tucumán. Por la misma época, numerosos argentinos recibían entrenamiento militar en Cuba “(7).
Se trataba de las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN), integrada por ex miembros del FRIP y de la Resistencia peronista. Tomó como modelos la experiencia cubana, vietnamita, china y argelina.
Los sucesivos fracasos, sumados a la “coexistencia pacífica” entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que detuvieron la exportación de la Revolución Cubana, determinaron un replanteo de las tácticas a adoptar en el futuro. Tras el período foquista puro, se abrió una etapa de transición que culminaría con la formación de las llamadas “organizaciones político-militares”. Por otra parte, la estrategia de la guerrilla rural que propiciaba Guevara no era compartida por todos. Para el caso argentino el tema era particularmente sensible, ya que la enorme mayoría de la clase trabajadora y la infraestructura de los sindicatos estaba concentrada en los grandes centros urbanos, en cualquier caso, lo cierto es que lo más significativo de las ideas guevarista era su “espíritu” voluntarista.
La realidad chilena de esta época demostrará que la experiencia cubana y sobre todo, las aventuras guerrilleras, provocaron en mucha gente de izquierda, particularmente jóvenes, la impaciencia y desencanto frente al camino electoral, y el ánimo de pasarse rápidamente a la vía insurreccional.
En Chile durante el Gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) se articulan diversos grupos que plantean como la única alternativa del pueblo para alcanzar el poder: la lucha armada.
Además del nacimiento del Movimiento Izquierda Revolucionaria (MIR) en 1965, aparecerá también, con menos relevancia y sin ninguna participación en la vida política la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), que nació en agosto de 1968 con nueve personas, a quienes en un principio se les considera intrascendentes por parte del Gobierno del Presidente Frei -incluso por sectores del propio MIR- , quienes los identificaban como “ladrones de pequeños almacenes, mientras los miristas llevaban atracos a bancos…” A pesar de ello, es válido destacar que esta organización acuñaba un método “marxista leninista de análisis. Su objetivo principal era derrocar a las clases explotadoras, la transformación profunda en las relaciones económicas existentes y la creación de un hombre nuevo” (8).
En Chile, además de los grupos subversivos ya nombrados, aparecerán también el Partido Obrero Revolucionario (POR) que era una formación más bien de intelectuales que siguen el pensamiento de Trotsky , pero con un afán realista; también encontramos al Movimiento Universitario de Izquierda (MUI), que nace en la Universidad de Concepción, de esta unidad de izquierda algunos jóvenes forman posteriormente el MIR; otro es el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), que surge como una escisión de la Democracia Cristiana (Partido del Presidente Frei), considerando al gobierno de Eduardo Frei inconsecuente con la situación social de Chile (1964-1970); El Movimiento 2 de Abril, el que nace como consecuencia de la salida de militantes de la Juventud Comunista en el año 1957 luego de revueltas estudiantiles. Además de los grupos de menor importancia tales como: el Frente de Liberación Nacional, El Ejercito de Liberación Nacional, El Movimiento Revolucionario Marxista, El Movimiento Camilo Torres, El Movimiento Rebeldía Nacional, El Movimiento 26 de Julio, Ejercito Revolucionario de los Trabajadores y Estudiantes. La VOP (Vanguardia Organizada del Pueblo) la que aún siendo una agrupación menor no creía en la institucionalidad, y que con más ideales “anarquistas y heroicos” que ideológicos, asesinará al ex ministro del interior de Eduardo Frei Montalva, Edmundo Pérez Zujovic.
En suma el accionar revolucionario en ambos países, representado en grupos de la extrema izquierda se caracterizarán por estar fuera de la institucionalidad. No participarán de las elecciones siendo sus ideales inmediatos la de captar más adherentes (futuros guerrilleros), acumular armamento e instruirse militarmente para combatir y apoderarse del poder sin importar si se trata de gobiernos de derecho o de facto. Aún cuando es válido decir que la diferencia entre estas realidades violentistas, está dada porque las organizaciones chilenas eran en un principio desorganizadas y más bien dispersas con una modesta preparación militar, distinta a lo que mostraban las organizaciones subversivas argentinas. Sin embargo, esto variará con el envío de los cuadros chilenos a Cuba.
Enrique Díaz Araujo, sobre esta materia nos dice que: “…no hubo necesidad de esperar el pronunciamiento militar del 11 de septiembre de 1973, para que el marxismo revolucionario anunciara y desencadenara la lucha armada. Postura que no era exclusiva del MIR, sino que era compartida por el sector del partido Socialista, que respondía a la conducción de Carlos Altamirano, por el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), la IC (Izquierda Cristina), ambos grupos desprendidos del Partido Demócrata Cristiano. En realidad salvo el Partido Comunista de Chile, todos los integrantes de la Unidad Popular gobernante adherían a la tesis guevarista de la OLAS y la Tricontinental de la que era presidente Salvador Allende” (9).
Para combatir los vientos revolucionarios, Estados Unidos alentó dos teorías que cobrarían fuerza en las corporaciones castrenses latinoamericanas: las doctrinas de la Seguridad nacional y de las Fronteras Ideológicas. Estas ideas evidenciaban el nuevo escenario internacional modificado tras la Revolución Cubana, que había potenciado el “peligro Comunista”. La doctrina de la Seguridad Nacional fue expuesta en la Argentina por el Comandante en Jefe del Ejército, Gral. Juan Carlos Onganía, en la Academia militar de West Point en 1965. Según la misma, las Fuerzas Armadas debían defender la legalidad hasta un cierto límite, adhiriendo además a la doctrina de las fronteras ideológicas propuesta por la escuela geopolítica de Brasil.
En Chile, tales tesis se adoptarán en igual época, impartiéndose en la Academia de Guerra del Ejército y radicalizándose en los ’70. De acuerdo a esta doctrina, la Nación no era sólo un territorio a defender contra las fuerzas armadas extranjeras, sino además la exaltación de valores y creencias propios.
El influjo de la Revolución en Cuba, como símbolo de la lucha atiimprerialista era una forma de probar de que tal combate se podía dar con éxito, y será determinante en el nacimiento de las organizaciones subversivas tanto en la Argentina como en Chile entre fines de la década de los ’60 y comienzo de la década de los ’70. En ese sentido el autor Carlos Altamirano opina que los partidos armados en Argentina “nacieron asociados a una fe intransigente, la fe en la Revolución, idea fuerza que, desde comienzos de los años sesenta y bajo el deslumbramiento de la Revolución Cubana había recobrado toda su carga mesiánica. Sólo la Revolución traería la regeneración social y permitiría edificar, pieza por pieza, otro mundo, el del pueblo liberado y el hombre nuevo” (10).
Este criterio generacional, como lo denomina Castañeda, citando a Adolfo Gilly nos dice que: “Una generación entera de revolucionarios latinoamericanos, provenientes de la pequeña burguesía radicalizada, tomó en los años sesenta el camino de la guerrilla, como en los años ochenta del siglo anterior (siglo 19) toda una generación de revolucionarios rusos había tomado el del terrorismo. Al igual que entre éstos, entre aquellos estaban algunos de los mejores, no sólo esos para quienes la revolución es una estación de juventud hacia la decepción o hacia la instalación en la sociedad que antes querían cambiar desde sus cimientos” (11).
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1.-LANUSSE, Lucas. “Montoneros. El mito de sus 12 fundadores”. Ob. Cit. Pág. 61.
2.- ALTAMIRANO, Carlos “Peronismo y cultura de izquierda en la Argentina”. Buenos Aires, Temas Grupo Editorial. Pág. 59.
3.- ALTAMIRANO, Carlos: “Peronismo y cultura de izquierda en la Argentina.” Ob. cit. Pág. 77.
4.- MAYER, Marcos: “Ernesto Che Guevara. La Revolución, escritos esenciales”. Buenos Aires. Editorial Taurus. 1966. Pág. 19.
5.- Apuntes de la Cátedra de Derecho Constitucional, 1993. Profesor Salvador Mohor. Universidad Central de Chile.
6.- SALAS, Ernesto: “Uturuncos. El origen perdido de la guerrilla peronista”, Buenos Aires. Editorial Biblos, 2003.
7. ROT, Gabriel: “Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina. La historia de Jorge Masetti y el Ejército Guerrillero del Pueblo”. Ediciones El Cielo por Asalto. Buenos Aires. 2000. Pág. 117.
8.- COFRE SEGOVIA, Loreto; LARENAS C., María Dolores; OTAEGUI TAMARGO, Carolina; ROMERO TOLEDO, Carolina: “Asesinato de Edmundo Pérez Zujovic. Una barrera de sangre y hierro”. Universidad Diego Portales. Facultad de Ciencias de la comunicación e Información, Periodismo. Santiago, Chile. 2001. Pág. 69.
9.- DIAZ ARAUJO. Enrique: “La guerrilla en sus libros”. Tomo I. 1ª Ed. Buenos Aires: El Autor, 2008. Pág. 156.
10.- ALTAMARINO, Carlos: “Bajo el signo de las masas (1943-1973)”, Buenos Aires, Editorial Ariel Historia, 2001, Pág. 91.
11.- GILLY, Adolfo. La Senda de la guerrilla, México, DF., Nueva Imagen, 1986, Pág. 177 Citado por Jorge Castañeda y citada por VAZQUEZ VIERA, Emilio: “El Proceso subversivo en la Argentina a través de la bibliografía nacional. Ob. cit. Pág. 32.
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