Club Atlético Abuelos Empobrecidos

Las barras bravas sumándose a la marcha por los jubilados es un cuadro surrealista, totalmente alejado de la gente

Nacional11 de marzo de 2025Javier BoherJavier Boher
2025-03-10-boher
Por Javier Boher 
No voy a decir que odio el fútbol, pero casi. Bah… Soy hincha de un club cordobés, me interesa saber cómo le va, celebro que a los grandes de Buenos Aires les vaya mal y cada tanto (cada vez menos) juego al fútbol con mis amigos. Es decir que mantengo parte de la tradición, lo lúdico, lo folklórico que se disfruta, pero abjuro de todo el resto que lo rodea. La cultura del aguante, la violencia, la droga, las redes de pedofilia que quedaron en la nada, los políticos en clubes y los clubes haciendo política. Todo eso que aleja al deporte de lo que hace crecer a las personas persona me produce hondo rechazo. 
Hace unos días escuchaba un podcast (Anécdotas, de Nicolás De Tracy, un gran proyecto) y alguien mandó desde Córdoba la historia de la barra de Belgrano matando a un hincha porque alguien lo acusó injustamente de infiltrado. Fuera de eso, luego el que envió la historia agregó que fue a otros clásicos, pero con hinchada visitante y que no había pasado nada. Los que estaban sentados a la mesa comentando la anécdota no entendían eso de que se juegue con hinchadas visitantes. Tanto permeó la violencia y lo anormal nuestras vidas que prohibirle a un grupo de gente la entrada a la cancha por ser de un equipo rival pasó a ser aceptado como lo lógico.
Con ese pasado de choques entre barrabravas, violencia entre facciones de un mismo club y políticos deseosos de quedarse con la plata negra que mueve una cancha, el fin de semana hubo algunas barras que decidieron sumarse a la marcha convocada para reclamar por las jubilaciones, que se ajustan por inflación porque la confederación de partidos del NO arrancó su rol opositor bloqueando el proyecto para cambiar la fórmula previsional. El resultado fue un derrumbe de los ingresos y la imposibilidad de que se recuperen. Por eso ahora, un año después, marchan compungidos.
Lo verdaderamente interesante, sin embargo, es preguntarse qué tendrán que ver las hinchadas de fútbol con las marchas políticas. Cuando Sergio Massa todavía estaba en campaña, Claudio “chiqui” Tapia dijo que el fútbol argentino se encolumnaba detrás de ese proyecto. Un año y medio después de las elecciones parece que nada cambió, a pesar de que Massa desapareció del debate público y Milei se convirtió en el político imbatible en la arena mediática. 
La situación despierta varias preguntas, todas las cuales son importantes para entender el país en el que estamos y el país que viene.
En primer lugar, la duda es si las convocatorias espontáneas venían siendo débiles y ahora recurren a estas estructuras paraestatales (que se mantienen en pie a pesar de las derrotas porque sus ingresos vienen de otro lado, por supuesto) porque se van quedando sin nafta para ocupar la calle. Mucha gente se preocupa genuinamente por los jubilados y no quiere quedar pegado a nada que huela más o menos parecido a kirchnerismo.
Otra cuestión es la referida al aporte que pueden hacer estas organizaciones más allá de mover gente. Pappo era un artista, por eso compuso y cantó para defender los derechos de los jubilados. Desde una marcha no van a poder hacer mucho más que bulto, porque difícilmente aparezca de entre esas filas algún análisis sesudo que explique cómo superar el problema. Quizás soy prejuicios, pero en la cultura del aguante no hay lugar para pensar, solo para la irracionalidad de la pasión.
Es por esto que llegamos a un tercer punto. ¿Nadie pensó en que todo se puede desmadrar rápidamente?¿O lo pensaron y no les importa o -peor- esperan que todo termine en violencia? Una marcha de barrabravas, que se pelean entre ellos para ver quién ocupa el centro de una tribuna, puede terminar dejando muertos, ¿no va a pasar si se las infiltran con un puñado de personas tirando piedras? Aunque esto pueda pasar, confío en que la magia de la masificación hará lo suyo y para el gobierno no será necesario mandar a nadie a que pudra las cosas. Basta con que se comporten con libertad.
Finalmente, la pregunta es sobre qué quieren los organizadores o cuál pretenden que sea el resultado. ¿Quieren que mejoren los ingresos de los jubilados?¿O quieren debilitar al gobierno? Poca gente cree que sea lo primero y la mayoría (incluso kirchneristas) esperan que sea lo segundo. El partido del Estado y el tongo quiere volver a morder y por eso apela a cuestiones que despiertan la sensibilidad de muchos que no alcanzan a ver el pase de manos con el que los engañan.
Así es como el resultado de la marcha terminará siendo igual de malo que el de todas las marchas anteriores. La gente ya no le cree al kirchnerismo y no lo siente vehículo de sus demandas. Se corrió del lugar de los desfavorecidos para seguir los lineamientos de señoras de clase media que se cortan el pelo de manera graciosa, volteando la espalda incluso a estos mismos jubilados. Si la movilización termina con destrozos (casi una certeza cuando se agrupa a tanta gente con habilidades cognitivas y emocionales reducidas), para muchos todo esto volverá a ser una confirmación del sentido del voto emitido en noviembre.
La ilustración que acompaña esta nota es bastante simpática, justamente porque expone con claridad lo absurdo del cuadro. Los ingresos no se mejoran con cultura del aguante y sacando gente a la calle para demostrar poder. Se mejoran cuando te toca estar sentadito en el gris y aburrido escritorio. Sin trapos, bengalas, ni bombos.
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