Conclusiones relativas a las relaciones de las organizaciones guerrilleras de Argentina y Chile

Parte 2/ 2

Nacional03 de julio de 2025 Daniel Alvarez Soza
04 06 25

Por Daniel Alvarez Soza

Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales

Doctor en Ciencia Política

 

Con la convocatoria a elecciones por parte del presidente Lanusse. El peronismo vuelve al poder, gracias al triunfo de Héctor Cámpora, que había instalado un gobierno de corte marxista, pero que tuvo una efímera existencia, cumpliendo la misión para la que había sido propuesto a instancias del propio Perón. Primero, levantando los impedimentos legales que  le permitían ser candidato a la presidencia, lo que se agregó a la liberación de la totalidad de subversivos procesados y condenados por diversos hechos de sangre, gracias a los beneficios concedidos por una ley de amnistía, dictada a penas horas de instalado el nuevo gobierno.

Mientras Perón asumía la presidencia de la República Argentina por tercera vez; en Chile, el régimen de la Unidad Popular evidenciaba los indicios del fracasado experimento socialista, provocado por el descontrol patrocinado por el propio gobierno, en algunos casos por actuaciones similares a las de Cámpora, al liberar a subversivos condenados por la justicia, que determinaron la rearticulación de agrupaciones que darían forma al Ejército guerrillero, hecho que originó una crítica interna tanto desde la oposición política como asimismo de las instituciones de la administración de justicia y de entes encargados de la fiscalización y control constitucional de los actos de gobierno, lo que se sumó a medidas político gubernamentales que desembocaron en la supresión de las garantías constitucionales más básicas que afectaron a la sociedad chilena convirtiendo al régimen de la Unidad Popular en un gobierno ilegítimo en cuanto a su ejercicio, llevándolo con ello, lentamente a la preparación de una dictadura de corte marxista, hecho que resultó evidente a partir de la resolución dictada por la Cámara de Diputados, el 23 de agosto de 1973, donde se hacen presente las graves condiciones que enfrentaba el Chile de Allende, declarando al gobierno como inconstitucional.

Todo este escenario se complejizó, aún más, dada la crisis económica que desató la política estatista asumida por la Unidad Popular que se tradujo en una inflación acelerada, agravada por la violenta recesión que afectó a la economía interna, a pesar de los halagüeños, pero exiguos resultados iniciales con la implementación del plan Vuskovic.

En tanto que Perón una vez instalado en el gobierno verá con desconcierto, como la guerrilla tantas veces alentada por él, desataba un ambiente de inseguridad e inestabilidad permanente en la convivencia de la sociedad que no registraba antecedentes en la historia argentina conllevando a un clima de dolor y enfrentamiento entre fracciones que involucraban no sólo a sectores pertenecientes a las fuerzas policiales de orden y seguridad, sino también a grupos de la ultraderecha con lo que se configuraba una lucha entre compatriotas, asimilables a la de un Estado insurgente, eso si, con protagonistas que actuaban desde la clandestinidad. La gravedad que revistió este escenario político se hizo insostenible para un Perón que más anciano y enfermo no pudo contener ni con sus mensajes, enfados o acciones contrarrevolucionarias la violencia desatada durante su corta y última presidencia. Prueba de ello, fue el incidente que el Primer Mandatario sostendrá con sectores de la izquierda peronista, al echarlos de la Plaza de Mayo, hecho que demostrará el definitivo divorcio con aquel sector que acusaba a Perón de no haberlos incluido en el gobierno popular, y por el contrario, rodearse de “enemigos” en un gobierno que reclamaban como propio.

Al morir el presidente Perón, un capítulo de la historia se cerraba, pero se abría otro, cuyo contenido y final sería incierto para gran parte de la civilidad, dado el estado de violencia y enfrentamiento que se desató, caracterizado por autoridades incapaces de controlar la escalada violentista existente, además de la decisiva actitud de las orgánicas terroristas que operaban con la total impunidad.

En lo que respecta a Chile la situación no fue distinta, ya que el derrocamiento y suicidio de Allende, no sirvió de catalizador o contención para que los movimientos subversivos chilenos frenaran sus acciones como consecuencia del golpe estado de 1973.

A partir de esta circunstancia política, advertimos, que las relaciones entre las guerrillas de ambos países se fortalecieron mucho más, luego de que el “paraíso” subversivo en Sudamérica había terminado.

Organizaciones subversivas argentinas, como Montoneros y el ERP iniciaron un proceso de estrecha colaboración con orgánicas chilenas; siendo el ERP quien afianzó esta relación con el MIR a quien calificaban como sus “hermanos”, estableciendo apoyos de mutuo financiamiento entre éstas, además de instrucciones político-militar que decantó en el envío de cuadros para reforzar la lucha contra el gobierno militar que se instalaba.

La solidaridad de estas organizaciones frente a los nuevos acontecimientos, ya reseñados, dará lugar a la constitución de una instancia de carácter regional y de la que formaron parte, además del ERP y el MIR, organizaciones como los Tupamaros uruguayos y ELN de Bolivia, dando nacimiento a la Junta Coordinadora Revolucionaria, que se instaló primero en Santiago de Chile, debiendo posteriormente trasladarse a Buenos Aires, a causa del golpe militar de 1973.

Al revisar todo el cúmulo de antecedentes, cabe reflexionar que la acción subversiva evidenciada en nuestros países, no hubiera sido posible, de no haber  concurrido las condiciones necesarias que permitieron su aparición, en donde las figuras de Perón en la Argentina y de Allende en Chile serán determinantes, al avalar e instar - a nuestro juicio- la creación y preparación de organizaciones terroristas, sobre la base de sustentos ideológicos de claras consideraciones insurreccionales en plena década de los ’60 y ’70.

Cabe agregar, en términos comparativos que la acción guerrillera de las agrupaciones chilenas en cuanto a la organización, perdurabilidad y accionar, si bien generaron un clima desestabilizador en la sociedad no alcanzó el poderío y contundencia que si observamos en las orgánicas argentinas, dado el grado de influencia y de presencia que ciertamente fueron notorios en la comunidad a partir de sus operaciones o atentados que provocaron, entre otros hechos, la muerte de un ex presidente como fue el caso del general Aramburu, la ocupación de la provincia de Tucumán declarada como zona liberada, dando con ello expresión a la teoría del foco guerrillero, además de atentados directos a autoridades civiles, militares, policiales y de la comunidad en general. En cuanto al aspecto organizativo se llegó incluso a establecer fusiones entre organizaciones afines, principalmente ligadas al peronismo como fue el caso de FAR y Montoneros, la que se quiso extender, incluyendo al ERP, que no llegó a concretarse por la muerte del líder erpiano, Mario R. Santucho. Al comparar esto con la experiencia chilena, vemos que éstas no lograron ni alcanzaron el nivel y contundencia analizadas a propósito de las orgánicas argentinas, eso si, con un matiz que no es menor, en cuanto a que el MIR, fue el brazo armado de la Unidad Popular, lo que permitió que su situación de clandestinidad no fuera permanente, sobretodo en la época que gobernó la coalición de izquierda, sumado a que éstos consiguieron un apoyo directo y apreciable con las fuerzas armadas populares de Cuba que iniciaron un proceso de penetración en el gobierno de la Unidad Popular engrosando el denominado Ejército Guerrillero.

Otra diferencia apreciable en estas orgánicas es que si bien nacieron a la sombra de la Tricontinental, éstas contaron con el aval que les concedió la comunidad o colectivo en el que actuaron, y que en el caso de las orgánicas argentinas estuvo determinada por la mayor compenetración conseguida por éstos en la sociedad gracias al contenido de sus postulados que apoyándose en el peronismo lograron una adhesión más perdurable, distinto a las orgánicas chilenas que si bien contaron en sus inicios con la simpatía popular, luego ésta no se sostuvo en el tiempo, debido a la resistencia que ciertos sectores de la civilidad generaron en contra de de ellas, particularmente en lo relativo a los procedimientos violentistas de carácter delictual que desembocaron en la inseguridad pública, dada por sus constantes enfrentamientos con la autoridad policial y judicial, además de un explosivo número de atentados que afectaron a la comunidad en general. 

Nuestra tesis en este sentido, nos permite concluir, ciertamente, que la experiencia  terrorista en La Argentina y Chile se debió, en general, a la concurrencia de elementos comunes que incluían aspectos ideológicos y doctrinarios, más la construcción de instancias regionales que sostuvieron la existencia y validación de la guerrilla, lo que posibilitó entonces, que los vínculos entre las organizaciones de estos países fuera posible gracias a un plan coordinado que se estrechó aún más con la llegada al poder de líderes que facilitaron su incursión, considerando a estas organizaciones como instrumentos válidos que hicieran posible la instalación e implementación de gobiernos de una clara base popular. 

Al constatar las relaciones existentes entre las orgánicas argentinas y chilenas, apreciamos también diferencias de distinto orden, aun cuando creemos que la más importante, fue aquella que nos permitió advertir que la experiencia guerrillera argentina fue contundente tanto en el número de orgánicas subversivas existentes y operativas, así como en el grado de influencia en la sociedad, además del nivel organizativo de éstas, todos elementos suficientes que explican las acciones militares que afectaron a los más diversos sectores de la comunidad, como asimismo a instituciones y a personas, víctimas de sus operaciones.

La llegada de Perón al poder en la Argentina y la instalación del proyecto socialista en Chile con Salvador Allende, sin lugar a dudas, no permitieron establecer las garantías mínimas para que estos países transitaran pacíficamente, ya que en el caso argentino el enfrentamiento era un hecho real y apreciado por toda la sociedad, en tanto que la vía chilena al socialismo, nos mostró que la táctica asumida por la Unidad Popular, simbolizaba a las claras, que un socialismo democrático era sólo una forma de atraer las confianzas del electorado, y que se contraponía con la validación que este gobierno dio a las organizaciones existentes en esa época, no sólo chilenas, sino además extranjeras, incluidas por cierto, a las argentinas, hecho que sentaría las bases para la conformación de un Ejército Guerrillero que impusiera una dictadura proletaria, y que venía a actuar en consonancia con la experiencia izquierdista mundial.

Las víctimas arrojadas por el terrorismo, tanto en la Argentina como en Chile fueron miles, aun cuando creemos que esto no sólo se debe restringir a los muertos, heridos o discapacitados provocados por la violencia política o enfrentamientos acaecidos en aquella época, ya que creemos, que es válido incluir a todos aquellos que de cierto modo, fueron y fuimos potenciales víctimas de su accionar, toda vez que vimos limitados , y en muchos casos lesionados en el pleno ejercicio de nuestros derechos fundamentales, además de nuestra libertad personal y seguridad individual frente al estado de inseguridad reinante, acentuado de una parte por la acción guerrillera , y por otra,  por las disposiciones de las autoridades de hecho y de derecho que debieron enfrentar este flagelo desestabilizador con medidas administrativas, políticas, jurídicas y de seguridad para la lucha antisubversiva que en un intento de recobrar la paz interior, ciertamente afectó a toda la comunidad sin distinción.  Los muertos quedados en ambos países como consecuencia de los hechos acá tratados son sin duda alguna un factor fundamental y primordial en la investigación que hemos emprendido, no debiendo singularizar a qué sector o grupo pertenecieron, sino que simplemente lamentar que esto haya sucedido con las penosas e incomprensibles consecuencias que este enfrentamiento arrojó y que sigue siendo objeto de discusión, investigación y análisis.

Sin embargo, cabe preguntarse si esta amenaza violentista terminó. Pareciera que no. Creemos que ello está lejos de ocurrir, pues hemos constado que esta nueva manera de revolución se está manifestando a través de una mecánica político revolucionaria diferente desde el punto de vista operativo, la que por cierto tratemos en publicaciones venideras.    

  

 

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