Decanos en tiempos de ajuste: cambio de nombres, disputa por el poder y futuro en juego

La Universidad Nacional de Córdoba renueva autoridades en sus facultades, en medio de una crisis presupuestaria que empuja a redefinir liderazgos y estrategias políticas. Mientras algunas gestiones revalidan su hegemonía a costa de pactos internos; otras inauguran nuevas etapas con desafíos mayúsculos. El mapa político universitario se reconfigura en silencio, pero con alto voltaje.

Universidad01 de agosto de 2025Francisco Lopez GiorcelliFrancisco Lopez Giorcelli
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Por Francisco López Giorcelli 
La Universidad Nacional de Córdoba (UNC) está en movimiento. Mientras el conflicto con el gobierno nacional por el ajuste presupuestario no da tregua, y las medidas de fuerza docentes y estudiantiles marcan el pulso del calendario académico, otro proceso —más silencioso pero no menos relevante— avanza en paralelo: el recambio de autoridades en las facultades. Finalizado el turno electoral, la asunción de los nuevos decanos y decanas marca el inicio de una etapa que, más allá de la continuidad formal, plantea un reordenamiento político en el interior del cogobierno universitario.
Detrás de los discursos de unidad y las sesiones protocolares, se disputan sentidos, posiciones y cuotas de poder. Cambian nombres, pero también se negocian líneas internas, equilibrios entre claustros y posicionamientos frente a una gestión rectoral que, aunque estable en su conducción, deberá rearmar alianzas en un escenario crecientemente fragmentado.
El Consejo Superior, en su última sesión, despidió a los decanos salientes con gestos de reconocimiento institucional. Sin embargo, la política real no ocurre en las despedidas: se juega en las oficinas de los nuevos gabinetes, en las internas de los consejos directivos y en la capacidad de articular en medio de un contexto nacional que obliga a administrar escasez.
En la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) se materializó esta semana un recambio institucional que no solo marca el fin de un ciclo, sino que abre un interrogante político. En la última sesión del Honorable Consejo Directivo fueron proclamadas formalmente las nuevas autoridades: Gustavo Urenda y Marta Pereyra asumirán el viernes 1 de agosto como decano y vicedecana, en una sesión extraordinaria abierta al público.
La actual decana Mariela Parisi aprovechó la oportunidad para hacer un balance de gestión, con tono firme pero emotivo. Subrayó haber conducido en condiciones adversas —pandemia, recortes, conflictos— y defendió haber sostenido la formación crítica, la territorialidad y la participación. No faltó la mención a la ampliación de derechos, un sello discursivo que resume el perfil político de su ciclo.
Pero más allá de los balances, el recambio deja abiertas varias preguntas. Parisi cierra su etapa con una legitimidad construida a lo largo de años, que culminó en una alianza estratégica con sectores que hasta hace poco eran oposición. La más llamativa: su acuerdo con la agrupación estudiantil Arcilla (ex La Bisagra), un sector con el que mantuvo históricas tensiones y que hoy conduce el centro de estudiantes.
La asunción de Urenda y Pereyra no implica una ruptura, pero sí una reconfiguración. 
Si bien las nuevas autoridades son parte del mismo espacio que gobernó los últimos años, pero deberán convivir con un escenario más fragmentado. En los pasillos se especula con que no será fácil sostener el liderazgo político de Parisi, cuya figura de alto perfil deja una vara elevada.
El nuevo equipo hereda una facultad políticamente activa, atravesada por la conflictividad social y la presión de un estudiantado movilizado. Además, los desafíos no son menores: crisis presupuestaria, deterioro edilicio, necesidad de actualización académica, demandas gremiales, y una coyuntura nacional que condiciona cada decisión.
La FCC, históricamente faro de debates críticos y defensora de los medios públicos y las políticas de género, es un microcosmos de las tensiones que atraviesan a la universidad: entre continuidad y cambio, entre gestión y militancia, entre identidad y pragmatismo.
En la Facultad de Psicología, el panorama fue más parejo electoralmente. Germán Pereno fue reelecto como decano con el respaldo del oficialismo (pero no de los estudiantes donde apenas alcanzó un 40% de votos) y una estrategia clara: abrir el juego al kirchnerismo docente. Para garantizar su continuidad, el espacio que lidera le cedió a ese sector lugares clave dentro de la gestión, consolidando una alianza que fue decisiva para sostener la hegemonía.
El armado político incluyó la reconfiguración del gabinete y una distribución de poder que dejó conformes —por ahora— a todos los socios. En términos políticos, Psicología apuesta a la estabilidad y a sostener su modelo de gestión, aunque con un guiño claro a los sectores más tradicionales de la vieja política.
La apuesta de Pereno combina gestión académica y contención gremial. Frente al contexto de ajuste, el oficialismo busca blindar su conducción articulando con los sectores más movilizados y con mayor capacidad de presión dentro del claustro docente.
Aunque la reelección garantiza continuidad, el escenario no está exento de tensiones futuras: el pacto con el kirchnerismo implica un delicado equilibrio que podría crujir si el desgaste de la gestión no logra ser amortiguado con respuestas concretas frente a las demandas estudiantiles y el malestar laboral.
En la Facultad de Derecho se rompió una larguísima continuidad: la fórmula encabezada por Carlos Toselli y Silvana Chiapero, de la lista “Otra Facultad es Posible”, se impuso en las elecciones de mayo y asumirá el 1 de agosto, poniendo fin a más de dos décadas de hegemonía peronista. Su victoria fue clara y contundente, en un proceso que incluyó impugnaciones, internas políticas y el retiro forzado de Pedro Yanzi Ferreira, impedido de volver a postularse por la normativa que limita las reelecciones.
Toselli, ex juez con perfil laboralista, asumirá con la promesa de impulsar una gestión moderna, con transparencia, descentralización y vínculo social. Chiapero, por su parte, proviene de sectores docentes críticos a la gestión anterior. Esta nueva conducción representa un giro ideológico: de la rigidez institucional de corte peronista a una visión más pragmática y orientada a la vinculación académica y territorial.
El triunfo de “Otra Facultad es Posible” no solo significa un cambio de nombres, sino también un reordenamiento del mapa político de la UNC. Derecho, históricamente alineada con sectores conservadores o peronistas institucionales, podría ahora tomar distancia de esa tradición y habilitar un nuevo rol dentro del Consejo Superior.
Las elecciones 2025 marcaron una fuerte continuidad de los oficialismos en la mayoría de las facultades, aunque con matices. En algunos casos, como Psicología, se revalidaron liderazgos tradicionales mediante pactos estratégicos. En otros, como Comunicación y Derecho, se abren etapas de transición con nuevas figuras que deberán probar su capacidad de conducción.
El mapa político de la UNC muestra una rectoría consolidada pero enfrentada a desafíos crecientes. La relación con las facultades seguirá siendo clave: el Rectorado necesita de apoyos sólidos para sostener una línea institucional en tiempos de ajuste, sin desbordes ni rupturas.
Por otro lado, la dimensión política no se limita al cogobierno. Las agrupaciones estudiantiles, los gremios y los espacios independientes siguen jugando un rol fundamental. La participación del kirchnerismo en algunas facultades, la emergencia de sectores progresistas críticos, y las alianzas coyunturales reconfiguran el escenario y obligan a repensar estrategias.
Mientras tanto, el conflicto con el gobierno nacional por el financiamiento universitario seguirá siendo el gran ordenador. La UNC se ve obligada a gestionar con menos recursos, a sostener su rol social en un contexto hostil y a generar consensos en medio de la incertidumbre.
Lo que ocurre en cada facultad no es anecdótico: define relaciones de poder, modelos de universidad y horizontes posibles. El recambio de autoridades no es solo un trámite institucional: es una disputa por sentidos, recursos y legitimidades.
En tiempos de ajuste, los liderazgos universitarios se redefinen. Algunos buscarán blindarse con alianzas amplias, otros apostarán a nuevas figuras con menos desgaste. Pero todos deberán enfrentar el mismo dilema: cómo sostener la universidad pública, crítica y democrática, cuando desde la Casa Rosada se impulsa exactamente lo contrario.
La UNC, una vez más, resiste. Pero ahora también se reorganiza.
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