Caras y caretas cordobesas

Por Víctor Ramés
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Viejos montes tallados en carbón, 1912 (Primera parte)

El ciclo de talas de árboles arrasó con grandes reservas de árboles del monte chaqueño. De fines del siglo diecinueve a mediados del veinte, devastó primero los recursos naturales santafecinos, para luego retirarse “sin dejar más rastros que las colonias que lentamente van haciéndose y algunas estancias que se pueblan”, en palabras de Juan Bialet Massé. La explotación siguió entonces en el corazón del bosque cordobés para, una vez concretada también aquí la labor extractiva, trasladarse a la provincia de Santiago del Estero, donde continuó expandiéndose la mancha voraz de la deforestación, y dejando un enorme impacto socio-ambiental negativo. 

A mediados del siglo veinte volvería a ocurrir un nuevo ciclo intensivo de tala en lo que quedaba por tirar abajo del Gran Chaco Argentino, debido a las restricciones impuestas por el bloqueo marítimo en el Atlántico, durante la segunda guerra mundial, lo cual encareció enormemente la provisión de carbón mineral. De este modo eran usados los países menos favorecidos -aunque sus gobernantes llevaran elegantes galeras- siendo incorporados forzosamente al mercado internacional donde los países colonialistas podían servirse, como en un banquete, de la explotación de sus recursos. A resultas de esas problemáticas internacionales que se llevaban puesto al continente, en Córdoba, nada más contando la provisión de las poblaciones más próximas a los montes leñeros, bastaron para acabar con ellos, a producirse una tala intensiva de miles de hectáreas. Pero la demanda era superior a esa realidad. “De 1913 a 1918, la producción de leña en Córdoba aumentó notablemente y pasó de exportarse 190 mil toneladas a 600 mil toneladas anuales”, informaba el ingeniero Luis Achával en los años veinte, en una conferencia sobre El problema del combustible (Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, No 8/9/10, sin fecha).

En el año 1912, muy en el arranque de esa fase del proceso extractivo, la revista de Buenos Aires Caras y Caretas dedicaba algunas páginas, en una nota firmada con el seudónimo “Ralph”, a los procesos realizados desde la tala de los árboles y su desramado, con el fin de obtener carbón de la leña previamente trozada, en la provincia de Córdoba. Refería las técnicas de quemado en el interior de grandes hornos cuyas siluetas mostraban forma redondeada y terminaban en un cono superior para expulsar el humo. Su tamaño determinaba una horneada que llenaba cuarenta carros de los que luego transportaban la mercancía a la estación de ferrocarril. Los campamentos de hacheros y de producción de carbón contaban con al menos tres hornos, a veces más, repletos de carga. Convertir la leña en carbón suponía un proceso de seis días de duración, y exigía una alimentación y vigilancia constante del calor, porque con ciertos errores se podía perder toda la carga. El trabajo representaba riesgos concretos para la salud y la integridad de los trabajadores, durante ciertas fases del quemado. También aportaba Ralph datos sobre el valor con que salían las bolsas desde el monte hacia los vagones de tren, y la formación del precio a través de manos intermediarias, hasta venderse en Buenos Aires u otras capitales. 

Inscrita en una etapa de un proceso internacional de expoliación de los recursos de otras naciones, en tanto nación expoliada -incluso por sus propios gobernantes-, la Argentina puede ser vista desde los datos macros, y también permite aproximaciones a una industria muy antigua, y a una mirada más detallada y próxima de los trabajadores rurales que son la mano de obra para esos enormes negocios internacionales totalmente fuera de su vista. Aquí un primer contacto con el texto de “Ralph”

“LA INDUSTRIA DEL CARBÓN EN CÓRDOBA 1912
La fama legendaria del carbón de Santa Fe, que era carbón fuerte, de los que dan calor y hacen buena brasa, ha ido decayendo á medida que la misma fabricación del carbón ha ido agotando los montes que proporcionaban la materia prima, montes consumidos con criminal glotonería y sin tener en cuenta las necesidades futuras.
A Santa Fe ha sustituido en la condición de provincia proveedora de carbón bueno y fuerte, La provincia de Córdoba, productora hoy de casi todo el carbón que consume la república, la cifra exacta, — por no llevarse estadística á ese respecto, — de la producción y la venta.
El carbón se fabrica cerca de los bosques de donde se saca la leña que es su materia prima. Se empieza por echar al suelo los añosos talas y luego por separar las ramas que no tienen consistencia suficiente para servir para carbón. Una vez desramado (así lo dicen) el árbol, se corta en trozos la madera utilizable y se transporta á los hornos. Llenos éstos, se enciende el fuego y comienza la leña á perder la humedad por efecto del mismo. La lumbre se aplica en la parte baja del horno y cuando la leña está bien seca, empieza á carbonizarse por la parte de arriba, siguiendo su proceso hacia abajo. Es necesario, si no se quiere perder por completo el contenido de una hornada, detener la carbonización en el momento preciso.
Un minuto más y la leña se hace ceniza, un minuto menos y el carbón no queda en condiciones de arder bien. Para detener la carbonización en ese momento crítico, un operario penetra en el horno por la abertura inferior y, con agua, apaga el fuego. Durante esta tarea, penosísima aunque breve, el operario se ve envuelto en una densa atmósfera de vapor húmedo y cálido, mezclado con gases tóxicos así que cuando, apagado el horno, sale de aquel antro, hay que envolverle en mantas y darle una tisana de plantas de Los montes, que le hace recuperar la respiración, entrecortada por el aire enrarecido que ha respirado.
Lo cruel de este trabajo se demuestra con que casi todos los que lo ejercen mueren jóvenes...”