Caras y caretas cordobesas

Por Víctor Ramés
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Viejos montes tallados en carbón, 1912 (Segunda parte)

El carbón vegetal alimentó sobre todo las cocinas y otras necesidades de la región del propio monte circundante talado por las hachas. La imagen venía del fondo del período colonial, y el carbón de leña fue hasta el mil ochocientos el gran soporte de la energía. De allí en más el carbón mineral fue la espalda sobre la que se levantó buena parte de la modernización capitalista a lo largo del siglo diecinueve y hasta entrado el veinte. También se puede ver en ese proceso el paso de una economía más ecológica a una extractivista de niveles industriales. Ese carbón mineral del cual Inglaterra fue el productor mundial más importante, era una fuente de energía de la que la Argentina carecía, y debió importarla por toneladas, década por década, con un gran incremento a partir de instalado el sistema ferroviario desde 1870. 

El mismo ferrocarril inauguró su propia época de explotación forestal, consumiendo a su paso madera del quebracho colorado para fabricar los durmientes de las vías y a la vez para producir el carbón que pondría en marcha las locomotoras.

En los años de su Informe sobre las clases obreras argentinas, entre 1904 y 1906, Bialet Massé escribió que “en la provincia de Córdoba se ha hecho también la destrucción del monte. Sus bosques de algarrobo se han transformado en maderas de construcción y carrocería, leña, carbón, y ya en la ciudad es indudablemente más barato quemar carbón inglés para las industrias que la leña”. 

Vale decir que el carbón de leña había pasado hacía rato su época de mayor demanda, lo que no equivale a decir que el avance de la tala hubiese decaído. En las primeras décadas del mil novecientos el consumo interno seguía impactando en la degradación del ambiente e incluso, tal como se leerá en la continuación de la nota sobre La industria del carbón en Córdoba, publicada por Caras y Caretas en 1912, había alguien reconocido como “el rey del carbón”. Le demos continuación a ese informe firmado con el seudónimo “Ralph”, donde se narra, entre otras cosas, un conflicto con el ferrocarril por parte de los productores de carbón, debido a la falta de vagones disponibles para el traslado de producto. También nos enteramos por el cronista, de que el carbón de Córdoba era considerado el mejor y se vendía, por consiguiente, más caro. Prosigue la transcripción:

“Cada hornada de carbón da un total de cuarenta carradas, las que, en seguida de estar prontas para el consumo, son enviadas a la estación del ferrocarril. Aquí, según los carboneros, es donde empiezan las verdaderas dificultades: casi nunca hay vagones. Hace poco se produjo una gran protesta. En la estación de Río I había amontonado carbón en cantidades colosales y no era posible conseguir vagones. Reclamaron los carboneros y fue un inspector nacional de ferrocarriles, el señor Nandeau, que arregló las cosas, aun cuando sólo provisoriamente, pues ya se vuelve a amontonar el producto. Entre los que viven del carbón hay un rey. Ese, llamado a la moda yanqui «rey del carbón», es Lorenzo Danielle, que exporta, por año, doscientas mil bolsas del precioso combustible y tiene bajo su vigilancia gran número de hornos y centenares de peones. Estos cobran dos pesos de jornal. La leña tiene que quemar durante seis días para transformarse en carbón.
Se vende el producto en bolsas de 47 a 50 kilos, al precio de pesos 1.20, puesto en la estación. Por cada cien kilos de leña que se pone en el horno se sacan 30 de carbón.
Es, como se ve, todo un importante negocio el del carbón en Córdoba, por más que, si se compara el precio a que cuesta el carbón en Buenos Aires y lo que por el cobran allá, se echa de ver que, —como en todos los casos— quien gana la parte del león, es el o los intermediarios. Al precio que hemos dicho, 100 kilos de carbón vienen a costar en Córdoba, puestos en la estación, y embolsados, dos pesos y medio.
Y téngase en cuenta que se trata de carbón todo de primera clase, es decir, del que tiene debido a esto, el más alto valor en el mercado. Compárese ese precio con lo que aquí se paga, — y que no baja de diez centavos el kilo o sea diez pesos por la misma cantidad indicada, —y se verá que se queda en las manos de los intermediarios, desde la estación cordobesa, a la cocina porteña, la suma de $ 7.50 cada $ 10— de carbón que se gasta, recibiendo el productor $ 2.50, de lo que hay que descontar el costo de la bolsa.
Obedece así el carbón a la misma ley a que obedecen todos los productos de primera necesidad entre nosotros —y en todos los demás países del mundo—, porque deja en el trayecto desde el punto de producción del consumo una buena parte de lo que el consumidor viene a pagar por él. El carbón de Córdoba es, como decimos, el que tiene hoy más nombre y por lo tanto es el más caro, pero los que lo expenden al menudeo lo mezclan con carbón procedente de Santa Fe y de Entre Ríos donde también se produce pero, debido al agotamiento de los bosques antiguos de madera dura, la calidad es inferior al de Córdoba.
RALPH.”

Para cerrar este panorama sobre la producción de carbón en Córdoba, va una nota breve publicada por Caras y Caretas en 1916, al pie de una fotografía que describe una pequeña colonia productora de carbón en Córdoba, como un pueblo mínimo, ubicado en el departamento de Tránsito. Allí se lee: 

“Es muy interesante el laboreo de carbón de leña a la orilla de los bosques de los cuales se extraen los troncos que se queman en los hornos especialmente destinados a hacer carbón. Donde esto ocurre, se forman pequeñas colonias de trabajadores con sus familias alrededor de los obrajes, y se establece una verdadera vida de pueblo, con todas sus peculiaridades.
La fotografía que reproducimos da una discreta idea de una colonia carbonífera en la provincia de Córdoba.”