
La nueva conformación del Congreso demuestra cómo han cambiado los tiempos políticos y el polo de atracción del poder.
La movida de Adorni, Santilli y los que pasaron del bloque del Pro de La Libertad Avanza traen de vuelta un tema bastante gastado
Nacional04 de noviembre de 2025
Javier Boher
Por Javier Boher
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Nuestro sistema político tiene muchos problemas, pero probablemente ninguno tan grande como el de la representación: votamos listas de partidos para ocupar cargos legislativos, pero las bancas pertenecen a los individuos que las ocupan. Pocas traiciones más grandes que esa.
Esta reflexión se produce por las candidaturas testimoniales de los nuevos miembros del gabinete nacional que fueron elegidos para ocupar cargos legislativos a partir de diciembre. Tanto Manuel Adorni como Diego Santilli prometieron integrar distintos poderes legislativos, donde no piensan asumir. Se suma a esto la fuga de diputados del Pro al bloque de La Libertad Avanza, achicando el poder de los amarillos y aumentando el de los violetas.
Cuando el año pasado el gobierno presentó su reforma electoral (que no prosperó) uno de los cambios más importantes era el de la adopción de distritos uninominales en lugar de los distritos plurinominales actuales. Este sistema establece un vínculo mucho más directo entre votante y votado, pero favorece a los partidos más grandes y con estructuras más extendidas a nivel nacional. En cualquier caso, un diputado que abandona su banca para irse al poder ejecutivo o elige representar a otro partido diferente a aquel por el que fue elegido pasaría mucho menos desapercibido ante los ojos de los votantes.
Todo esto nos pone ante otro problema, propio de nuestro sistema de gobierno, donde el abandono de la función legislativa para ir al ejecutivo es una traición al votante, cuando en sistemas como el inglés es una obligación institucional: hay que ser miembro del parlamento para ser ministro en el ejecutivo. Otros sistemas parlamentarios no tienen la regla de manera expresa, pero en general se produce ese paso del parlamento al ejecutivo, porque el votante elige a sus representantes pensando en el ejecutivo, no en el legislativo.
El proceso de kirchnerización libertaria relatado ayer implica también estas otras cosas. El transfuguismo solía ser la “borocotización” por alguna vez que el kirchnerismo le robó un legislador al Pro. Agost Carreño también traicionó a los votantes cordobeses del Pro, al punto de robarse todo un partido para integrarlo tácitamente al peronismo cordobés.
Cambiar de bloque no es algo nuevo, como tampoco lo son las candidaturas testimoniales. Es muy interesante recordar que el principal protagonista de la vez que lo hizo el kirchnerismo fue Daniel Scioli (en ejercicio de la gobernación de Buenos Aires), hombre que hoy está en las filas libertarias. Scioli tiene otra en su haber, que fue volver de Brasil (lugar al que había ido para ser embajador) para votar un proyecto de ley porque todavía no había renunciado a su banca. Extraordinario.
Respetar las reglas
El problema de representación en Argentina es una prolongación de un problema mucho más extendido en el país, que es el del respeto por las reglas. Esto tiene múltiples razones, pero el exceso de normas y reglamentos, la falta de control y consecuencias, junto a la cultura de la avivada, hacen que la gente transgreda permanentemente las normas en distintos ámbitos de su vida. La política no puede ser una excepción.
Las candidaturas testimoniales y el transfuguismo están mal, pero son parte de la política argentina desde siempre, avaladas por leyes laxas que no penalizan estos cambios. No hay que creerles mucho la indignación a los partidos que están en la oposición, particularmente a aquellos que ya sabemos que se han beneficiado de estas maniobras (y que lo volverán a hacer cuando se presente la oportunidad).

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