No alcanza para todo

Las tensiones generadas por el déficit de la Caja de Jubilaciones y el debate del presupuesto nacional refuerzan esa máxima económica

Nacional18 de diciembre de 2025Javier BoherJavier Boher
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Por Javier Boher 
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Se va terminando el año y la cosa no parece querer aflojar. Aunque ya pasamos la tensión de las elecciones y muchos están en modo vacaciones todavía queda discutir sobre plata. En provincia y en nación se pelean tratando de acomodar los números.
La discusión en el Congreso es sobre el presupuesto, una norma fundamental que ya lleva bastante tiempo demorada. En la provincia ya hace un tiempo que se viene hablando del “rojo de la caja de jubilaciones”, un problema que se arrastra desde hace mucho y al que nadie parece poder encontrarle la vuelta.
No pretendo acá profundizar sobre ninguno de los dos temas, sino que lo mío es mucho más genérico y gira en torno a un hecho ineludible: ¿Puede el Estado pagar todo lo que le piden que pague? La respuesta más rápida es que no puede hacerlo, aunque decirlo así bruscamente no es suficiente para conformar a nadie. 
El primer aspecto a tener en cuenta es que los recursos no son infinitos. Aunque esto parezca una obviedad, la realidad indica que no lo es, por lo que hay que remarcarlo cada cierto tiempo. 
El Estado tiene el poder para salir a buscar más recursos, sea emitiendo, pidiendo prestado o subiendo impuestos, pero en algún momento se va a encontrar con que hay que pagar lo que se debe, que la gente evade o que se generó inflación. 
La alternativa es bajar el gasto para que coincida con los recursos disponibles o generar las condiciones para que los privados generen más riqueza y haya una torta más grande a la que pasarle el dedo para robarle la cobertura sin que se note tanto. Lo primero es mucho más rápido que lo segundo, que además es ignorado por una parte del arco político que cree que el Estado puede generar riqueza por sí solo.
Puestos en ese lugar de reconocimiento de que los recursos son escasos y que agrandar la torta lleva tiempo llega el momento de priorizar los gastos. Así como la gente deja de salir a comer afuera para concentrarse en pagar la comida diaria de su casa, el Estado debe hacer lo mismo con sus gastos. Cada vez que llegamos a este punto la respuesta es la misma: “eso son monedas”, que equivalen a tal o cual gasto. Vale el ejemplo de los F-16, para los que se van a gastar unos 300 millones de dólares, más o menos el triple del presupuesto anual de la UNC, que es lo que aporta el campo en retenciones en nueve días (según el promedio diario desde que se impuso el tributo).
¿Cómo definimos cuánto se le saca a unos y cuánto se le da a otros? Con 40 días le pagamos a la UNC y compramos los aviones, ¿qué se hace con el resto?¿en qué se gasta?¿vale la pena?¿cómo le vuelve a la gente?¿es justo usar esos recursos para pagar jubilaciones?¿o es mejor pagar escuelas y vacunas?
Todas esas preguntas necesitan una respuesta política en la que los distintos partidos y sectores debatan de manera objetiva, sin pasar por alto lo que marca la evidencia empírica. Hay que hacer cerrar los números, pero hay que ver qué queremos priorizar.
Muchos creemos que el Estado no se puede correr del lugar de contribuir al bienestar material de la población, pero no puede reemplazar por completo al mercado. Mi papá decía que el privado genera la riqueza y que el Estado la redistribuye, aunque es una fórmula vacía que no nos dice nada sobre qué entendemos por redistribución, una clase de buenismo retórico que sin querer justificó la destrucción de la relevancia económica de Argentina. 
A la mayoría de los argentinos nos gusta la idea de una educación y una salud pública de calidad, aunque con el correr de los años cada vez hay menos gente confiando en el Estado para cualquiera de las dos cosas. No vemos con buenos ojos que se deje morir a alguien por no tener trabajo, pero eso permitió que millones vivan sin trabajar (al menos en blanco). Nos parece bien que se asegure algún ingreso económico a la gente mayor de edad, aunque años de mentirle al sistema de jubilaciones (en el caso cordobés, ascendiendo a los trabajadores cuando el cálculo se hacía sobre el último sueldo; a nivel nacional jubilando a personas sin aportes o usando esos recursos para otorgar créditos a tasa real negativa) quebraron todas las cajas.
Vivimos en un Estado que quiere hacer muchas más cosas que aquellas para las que le alcanza. Pretendemos licencias por maternidad de un año para ambos en el matrimonio, tratamientos de inseminación artificial, subsidios al transporte y los servicios públicos, jubilaciones elevadas, más días de vacaciones, penes de madera para ESI, aviones de combate, medios públicos, choferes para los funcionarios y sueldos de ocho cifras para los docentes universitarios, pero todo junto no se puede. 
No puede haber discusión en ese punto: no se puede pagar por todo.
Años de buscar eso generaron una presión insostenible sobre el sistema, donde cada vez hubo menos incentivos para generar riqueza y más incentivos para apropiarse de parte de la riqueza generada por otros. Hoy algunos siguen insistiendo en que los malos son los que fuerzan la discusión sobre qué queremos pagar y con qué recursos vamos a hacerlo. Quizás sea hora de hacerse cargo de ordenar los números, entendiendo que no alcanza para todo.
 

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