
Flamantes tecnologías culturales, el desdén por el teatro criollo y las nuevas industrias de la Córdoba fabril dan un panorama del segundo escalón del siglo XX.
Nos queda una cita de 1860, de El Eco Libre de la Juventud, antes de avanzar en esa década y proseguir la marcha por la segunda mitad del siglo, en busca de los días de la ciudad. En este caso, ese periódico hacía un señalamiento referido a un servicio que la municipalidad de Córdoba debía brindar a los ciudadanos, llamando la atención sobre “las mejoras que debe introducir en el Cementerio y carro fúnebre”. Referido a las condiciones que presentaba el San Jerónimo, apunta que “toda la cerca que lo rodea está casi en el suelo y completamente destruida. Bueno sería que extendiese por allí su mano la respetable municipalidad”. En cuanto al servicio de traslado de difuntos, el redactor ofrece una experiencia personal: “Esta idea nos vino el otro día, en que tributamos el último obsequio a un amigo, acompañando sus restos al cementerio. Vimos que el carro fúnebre de la primera clase es un carromato inservible, tanto por su figura cuando por su estado de deterioro y desaseo en que se encuentra. La sola vista de él produce una malísima impresión. Todo hecho pedazos, desteñido y empolvado, a lo que se agrega el tiro que lo arrastra, compuesto de una mulita y un mal caballo, espectros ambulantes…”. Se ensaña, asimismo, el periodista con el pobre auriga: “Y el sepulturero que hace juego con el carro y los caballos, pues su aspecto asqueroso no nos representa sino la imagen de la muerte, su procurador en la tierra.”
Podemos seguir esta serie de cuadros que conectan con el cotidiano de la ciudad tomando una referencia que corresponde a 1866, sobre la aparición de las primeras señales de escritura teatral que conoció Córdoba. La información procede del diario cordobés Las Provincias de agosto de ese año. Está referido a Pedro Rivas, mencionado como autor de “la primera obra dramática que se da a luz en Córdoba”. La pieza era La Hermana de la Caridad, y sobre su edición trata el fragmento que compartimos. Pedro Rivas, según un documento de la época, era un “dramaturgo español afincado en Córdoba”, mientras que en una Antología de obras de teatro argentino entre 1864 y 1870 publicada por el INT se cita que en el año 1864 “en Córdoba hay estrenos locales: Un pasante y un dragón, comedia en tres actos no hallada de Pedro Rivas, poeta y periodista”. La misma publicación informa que “En córdoba en 1865, Pedro Rivas estrena dos obras, La Hermana de Caridad y el juguete cómico Los pretendientes de Julia con la compañía infantil italiana de Niños Florentinos”.
Yendo a nuestra propia cita del diario Las Provincias, se anuncia como una colaboración donde se lee lo siguiente:
“La hermana de caridad
Tenemos ya impresa y puesta a venta la interesante comedia de costumbres «La Hermana de la Caridad», obra original de D. Pedro Rivas.
Nos felicitamos de que se haya hecho una edición de ese bello trabajo literario haciendo así justicia a sus méritos, más aún nos felicitaríamos de que nuestro público protegiese, cual merece, esa edición manifestando así un justo interés por ese brillante trabajo, y estimulando de este modo a su autor a continuar sus tareas literarias con que tanto puede contribuir a mejorar nuestras costumbres sociales.
Inútil es mencionar las relevantes cualidades de la obra del señor Rivas de que ya otra vez se ha ocupado nuestra prensa y la de Buenos Aires elojiándole merecidamente, y que puesta en escena por dos veces en nuestro teatro, ha sido frenéticamente aplaudida.”
Prosiguiendo la “caza” de párrafos que aporten al cuadro cotidiano de la ciudad, recalamos en el diario El Progreso, un día del año 1867, que refiere el estado de la plaza mayor, frente al Cabildo de Córdoba. Ocurría durante el gobierno municipal de Apolinario Rivas, mientras la epidemia de cólera dominaba la preocupación local.
“La plaza
Está en un completo abandono; la nueva municipalidad con motivo de las atenciones que le demanda el cólera, no ha tenido tiempo para echar una mirada por nuestra plaza principal, que se halla convertida en un verdadero potrero.
No se necesita mucho para engordar un caballo: con mandarlo a que lo larguen en la plaza, garantimos que en muy corto tiempo se pondrá potente: con agua permanente, buenas sombras y un pasto excelente; parece que no se necesita más.
Creemos que la Municipalidad muy pronto la pondrá al servicio público, y será una entrada más para ella.”
Cerramos este salpicón de breves transcripciones de la prensa con el último año de la década. Tomamos un texto publicado en formato de aviso por el diario El Progreso. Monsieur Bertin era renombrado en la Córdoba de entonces, por sus emprendimientos gastronómicos.
“Hotel y Restaurant Franco Argentino
El que suscribe al frente de dicho establecimiento se ha propuesto levantarlo a una altura digna de cualesquier personas que quieran favorecerlo con su asistencia. Para el efecto se halla hoy provisto de todo lo necesario para presentar una excelente mesa a cualquier hora del día y de la noche.
Se recibirán pasajeros y pensionistas a precios módicos, prometiendo que estarán perfectamente bien servidos.
El establecimiento está abierto desde las 6 de la mañana hasta las 2 del día siguiente.
Las personas que fuera de estas horas quieran favorecerme con su asistencia, podrán llamar a la puerta.
El Hotel Restaurant está situado calle Bs. As. al lado del Café Central.
Córdoba Diciembre 22 de 1869. Enrique Bertin.”
Acompañamos la cita del aviso con un agregado de unos días más tarde, que trae un apunte empírico del redactor del periódico:
“Restaurant de Bertin
Este establecimiento sigue cada día mejor.
La concurrencia es grande y toda de personas de buen gusto, lo que quiere decir que se sirve bien.
Como la concurrencia ha aumentado tan considerablemente, pediríamos a Mr. Bertin, aumentara también el servicio con un mozo más. En las fondas, hoteles y restaurantes se puede aplicar aquello de que “el que espera desespera”.
Yo no quisiera ‘desesperarme’ en casa del Señor Bertin y por eso ‘espero’ que aumentará el servicio.”
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