Diez años bajo presión

J.C. Maraddón

Una década atrás, el mundo se sorprendía ante el surgimiento de una cantante de apenas 16 años que, a tan precoz edad, había obtenido tanta repercusión en su Nueva Zelanda natal que los ecos de ese éxito se hicieron conocer en Estados Unidos y le permitieron desarrollar una carrera profesional en la música. Debe haber tenido ella mucha confianza en sus aptitudes y también su familia debe haber depositado grandes expectativas en sus cualidades artísticas, para emprender semejante aventura cuando no era más que una adolescente. En poco tiempo, la cantante Lorde se ganaría los favores del público y la crítica en todo el planeta.

El tema “Royals”, que aparecía en su álbum debut “Pure Heroine”, tuvo una performance comercial tan deslumbrante que la convirtió en una de las intérpretes más jóvenes en imponer una canción en el puesto más alto del Hot 100 de la revista Billboard. Después de que el single apareciera en junio de 2013 en el mercado estadounidense, comenzó un progresivo ascenso en las listas de ventas hasta que hace ya una década, el 12 de octubre de 2013, desplazó del número uno a “Wrecking Ball” de Miley Cyrus y permaneció en la cima por nueve semanas.

A su alrededor se generó entonces una presión acerca de cuán lejos podía llegar una estrella pop que tenía un futuro desmesurado por delante y que había demostrado enormes condiciones creativas y una llegada directa al público juvenil. Casi sin tener tiempo para pensarlo, se vio involucrada en una gira internacional (que en 2014 la trajo a la edición argentina del festival Lollapalooza) y en la banda de sonido de la película “Hunger Games”, una saga que en aquel momento se contaba entre las más taquilleras. Es lo que siempre sucede cuando aparece alguien con semejante carisma y poder de convocatoria.

Pero Lorde se tomó varios años para volver a publicar un disco: después de su coqueteo con la fama, su agotador periplo mundial y su desencanto con esos sueños de triunfo que en verdad implicaron tremendos sacrificios, en 2017 salió su segundo álbum, al que no por casualidad le dio el nombre de “Melodrama”. Esta vez fue “Green Light” la canción elegida para despegar en los charts y, si bien tuvo una difusión profusa y excelente plafón entre sus seguidores, sólo llegó hasta el puesto 19, bastante lejos del record de “Royals”. Hubo que esperar cuatro años más para que saliera el tercer disco, “Solar Power”, que ni por asomo obtuvo ventas ni elogios como los anteriores.

Transcurrido apenas un decenio desde que su pieza más exitosa se situara en lo alto del podio, hoy Lorde es noticia porque hizo pública una carta dirigida a sus fans en la que confiesa estar angustiada por una enfermedad misteriosa cuyos síntomas afectan su cuerpo. Y además, allí también expresa su desazón por la interrupción de un noviazgo que sostenía desde hace siete años con un empresario musical. Tras haber participado de algunos festivales veraniegos en Irlanda y Noruega, nada dice sobre la grabación de nuevo material.

Lo grave es que quien así asegura sentirse no es un artista veterano que ha debido atravesar un largo camino de trabajo extenuante, sino una mujer de tan solo 26 años que cometió el “pecado” de haber alcanzado su mayor suceso cuando todavía estaba en la secundaria. En la década pasada, Lorde había empezado a edificar una trayectoria que alentaba ilusiones de estar frente a un talento musical desbordante. Los compromisos que exige el negocio del disco parecen haber asfixiado a la persona que estaba detrás de la pop star, y ahora lo único que queda es rogar que se recupere.