El amor entre vaqueros

Quizás la faceta más provocadora de “Extraña forma de vida”, el breve último film de Pedro Almodóvar, estrenado en salas, sea que los protagonistas (encarnados por Pedro Pascal y Ethan Hawke) cultivan una pasión homosexual irreprimible, dentro de la trama clásica del western.

Cultura 06 de octubre de 2023 J.C. Maraddón J.C. Maraddón
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J.C. Maraddón

Como muchos de los géneros populares de la cinematografía, el western se atiene a reglas jamás escritas acerca de cómo debe desarrollarse la trama y posee un rosario de secuencias clásicas que aparecen en casi todos los filmes incluidos dentro de esta categoría. Un bandolero, un sheriff, una mujer abnegada y tal vez también una prostituta, son habitantes naturales de esta clase de historias que se ambientan en típicos pueblos con casas de madera en el medio del desierto, donde se levanta algún salón con puertas vaivén por las que tanto puede ingresar la autoridad como un forajido que huye de la ley.

No pueden faltar persecuciones, duelos y peleas a puño limpio en esta filmografía en la que los caballos constituyen el medio de transporte, ya sea para montarlos o para atarlos delante de un carro o de una diligencia. Un barril que sirve como tina de baño, un mostrador atendido por un tendero de bigotes, una ventana que sirve más para espiar que para ventilar o iluminar y unas vías por las que muy de vez en cuando circula la caravana humeante del tren, son elementos que suelen figurar como parte del entorno de esas vidas de vaqueros.

Aunque el público afín a este catálogo no tenga idea de los pormenores de la historia norteamericana, se sabe que los relatos transcurren el periodo de la conquista del Oeste, cuando los colonos afincados en la costa oriental de los Estados Unidos decidieron emprender la aventura de expandir sus dominios en dirección al poniente, a pesar de los peligros que entrañaba una epopeya semejante. Tribus de aborígenes y hordas de renegados se encargaban de complicarle la existencia a esa gente de bien, que debía depositar en la estrella de un alguacil las esperanzas de que se respeten las reglas elementales de convivencia.

Pero el denominador común de mayor importancia en todas esas películas es la hombría de los protagonistas, la valentía masculina que, para imponer valores bondadosos o para dar rienda suelta a su malicia, no trepida en desafiar al destino a costa de jugarse el pellejo. Al igual que sucede entre nosotros con la figura del gaucho, se le atribuyen al cowboy cualidades viriles superlativas en función de su fortaleza, de su arrojo y de su inteligencia. Subidos a sus corceles, se transforman en centauros capaces de hazañas descomunales, en las que ponen a prueba su masculinidad y se muestran superiores.

Aunque producir un trabajo para la marca Saint Laurent y comprimir su ficción a poco más de media hora ya sean suficientes pruebas de la desobediencia que practica Pedro Almodóvar en su filme “Extraña forma de vida”, quizás la faceta más provocadora de su última obra, estrenada en salas, sea que los personajes centrales cultivan una pasión homosexual irreprimible. Encarnados por Pedro Pascal y Ethan Hawke, esos amigos tan íntimos se desenvuelven en un entorno que en nada se diferencia del que rodeaba a Sartana o Trinity, sólo que aquí se trata de una pareja de hombres enamorados.

Títulos como “Secreto en la montaña” o “El poder del perro” ya habían propuesto disgresiones semejantes y en ambos casos habían recibido muchísimos elogios y premios por doquier gracias a la calidad de su elaboración. Pero, como en otras piezas de su filmografía, Almodóvar va a fondo con su falta de respeto y combina en tan breve producción el romance gay con los rasgos infaltables de la imaginería del western, algo que no debe haber caído muy simpático a los tradicionalistas del Lejano Oeste, que encuentran en “Extraña forma de vida” tiros, líos y actos valientes, desatados por el amor de dos vaqueros.

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