Un país sin brújula

Hace cuatro años esta misma sociedad repuso por amplio margen a los kirschneristas en el gobierno, sabiendo de quienes se trataban. El resultado de esa frivolidad es esta hecatombe.La democracia es inocente, pero la sociedad no tanto. El dilema hoy es que estamos ante dos populismos. La opción está en nuestras manos de evitar aquel del que no se vuelve

Nacional08 de noviembre de 2023 Aristóbulo González
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Cuanto más repitas una mentira, más real ella se vuelve. Dicha frase ilustra lo poderoso que puede llegar a ser el lenguaje. Es tan potente, que tiene la capacidad de hacer realidad aquello que antes no lo era. Frente a semejante panorama, podría pensarse que cualquiera es capaz de mentir lo suficiente hasta que ello se transforme en verdad. El peronismo/kirchnerismo va mintiendo y el periodismo va tratando de desenmascararlo. Es un juego del gato y el ratón continuo. Por eso es que los periodistas son tan odiados por el kirchnerismo, que tiene una mitomanía cultural profunda. Su acto reflejo es mentir. Lo percibimos cuando en  las calles desaforados conductores que claman por un litro de combustible, perciben el esfuerzo del gobierno por disfrazar la verdad. Esa lógica de la impostación artificial de la verdad explica la lógica estructural del kirschnerismo. Un gobierno sin brújula moral, sin poder distinguir la verdad de la mentira. A esa Argentina en quiebra, que todavía aguanta y espera, Sergio Massa un hombre sin principios, le miente todos los días. Pero él se percibe que no es responsable de este presente. Nunca fue él. Qué pasó?, qué le hicimos a esta democracia argentina inaugurada por Raúl Alfonsín que cumple 40 años para terminar poniéndola en aprietos en la elección más indeseable de su historia. Que Massa apele a los 40 años de democracia replicando el discurso de Alfonsín es realmente impúdico. Si hay algo que no tienen en común es precisamente lo que representó Alfonsín: un conjunto de principios que armaron el Estado de Derecho en la Argentina. Tulio Halperín Donghi publicó el clásico La larga agonía de la Argentina peronista, en el que narró el fin inexorable de la sociedad organizada bajo los cimientos del primer peronismo (1945-1955), el del Estado de Bienestar. Esa agonía lleva casi 30 años y ha convivido con la supervivencia, como lo demuestra la inesperada victoria de Sergio Massa en las elecciones generales y sus posibilidades de ganar la segunda vuelta el 19 de noviembre. Resulta insólito que un protagonista decisivo del Gobierno y, en consecuencia, responsable del actual desastre nacional pueda ofrecerse como un salvador con posibilidades ciertas de ganar la presidencia. Un sistema político fundado en la mentira, la corrupción, la dádiva y la discrecionalidad sólo puede agravar el deterioro de la economía y el ingreso. Los comicios del 19 de noviembre son un gran plebiscito respecto del gobierno kirchnerista, una aprobación o rechazo del rumbo que el  peronismo imprime a la economía y a las instituciones, es decir a la conducción del país. Este año, el balotaje se jugará no sólo en una oposición entre dos modelos económicos y el rol del Estado y del mercado, sino también entre dos modelos de riesgo diferentes de ruptura democrática. De un lado, el riesgo Milei como una ruptura futura de los consensos democráticos  del ’83 y el regreso de una interpretación minimizadora de la dictadura y, una irracionalidad que violenta el sentido común en temas clave como la educación, la infancia, la salud y también la economía. Del otro lado, el riesgo Massa como la continuidad, en el horizonte, Venezuela. La grieta,  no es una construcción artificial, sino el producto de dos enfoques del país difíciles de acordar  y el camino para resolverlas. El peronismo/kirshnerimo sigue percibiéndose como el partido del pueblo, de la patria, la religión de la nación; bajo esta premisa no se puede construir la “unión nacional” que declama Massa. En dos oportunidades  históricas el peronismo convocó a la unión nacional y fracasó: en el último gobierno de Perón cuando lo convoca a Ricardo Balbín, quien con un gesto de generosidad se abrazó a su viejo adversario, para después ser ignorado, con las secuelas ya conocidas que concluyeron en el golpe de 1976. La última y más reciente, cuando Julio Cobos integró la formula con Cristina Kirschner en aras de la unión nacional y, posteriormente fue acusado por Cristina de “conspirador y traidor”El país sigue habitando en el pasado. Hace cuatro años esta misma sociedad repuso por amplio margen a los kirchneristas en el gobierno sabiendo de quiénes se trataban;  el resultado de esa frivolidad pavorosa es esta hecatombe que nos obliga a no cometer este mismo desatino. La democracia es inocente, pero la sociedad no tanto. La disyuntiva sigue siendo república o populismo, pero estamos ante dos populismos. He ahí el dilema. Acaso esté en nuestras manos evitar el peor tipo de populismo, aquel del que no se vuelve.

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