Ante la perspectiva de alguna sorpresa

J.C. Maraddón

En la historia de la filmografía universal, abundan esos relatos en los que se narran las peripecias de los triunfadores a los que llegar a la cima les ha costado sangre sudor y lágrimas, pero que a fuerza de talento, coraje y suerte se han impuesto ante las adversidades y han arribado a la meta. Dentro de ese catálogo figuran tanto historias tomadas de la vida real como otras provenientes de la ficción, que coinciden en abonar la teoría acerca de que todos podemos alcanzar la gloria, siempre y cuando estemos dispuestos a darlo todo para acercarnos lo máximo posible a ese objetivo.

Los cambios que ha ido experimentando la sociedad engendraron variantes sobre esa clase de argumentos, que fueron incorporando perspectivas más actuales, aunque conservaron la estructura que cimentó grandes éxitos de taquilla debido a la predilección de los espectadores por estas vidas ejemplares. Como muestra, ahí está la reivindicación que por estos días obtiene el empoderamiento femenino, cuyo impulso ha incrementado el porcentaje de heroínas que protagonizan estas narraciones biográficas, al igual que los personajes de la comunidad LGBT+ o pertenecientes a diversidades raciales que por estos días son rescatados por filmes en los que se elogia su resiliencia ante la discriminación.

Pero tal vez uno de los prototipos más comunes dentro de esta categoría de la producción cinematográfica sea el del llamado “self made man”, esos emprendedores a los que tanto se endiosa en estos tiempos, capaces de imponerse en el mundo de los negocios y de ascender en la escala social gracias a sus cualidades únicas. Aunque hay muchas cintas en las que esos caracteres son tratados con sorna o de modo crítico, son bastante más las que echan una mirada complaciente y hasta halagadora sobre esas personalidades, que estimulan con su éxito a los millones dispuestos a imitar su ejemplo.

Y entre las celebridades que desde las alturas de este siglo veintiuno son la prueba viviente del magnetismo que ejercen esas trayectorias, quizás sea el nombre de Elon Musk el que mayor atractivo despierta, porque en el magnate sudafricano se unen todas las líneas narrativas que conducen hacia la concreción del sueño de un poder económico omnímodo. No debía pasar demasiado antes de que Hollywood apuntara su lente sobre el camino recorrido por el empresario que, entre otras cosas, detenta el manejo de la red social X (antes Twitter) y de la compañía que se propone enviar naves tripuladas a Marte.

Por eso, a nadie debiera haber sorprendido la noticia de que se haya puesto en marcha un proyecto de llevar a la pantalla grande el periplo vital de Musk, basado en el libro publicado este año por Walter Isaacson, que contó con la autorización del propio multimillonario. Isaacson había escrito en 2011 la biografía autorizada del malogrado referente del universo digital Steve Jobs, que también dio lugar a una elogiada película dirigida en 2015 por Danny Boyle, antecedentes que auguran grandes chances de que esta biopic sobre Elon Musk repita aquel suceso de crítica y taquilla.

Y, al igual que en esa ocasión para recrear la meteórica carrera del cerebro de Apple se eligió a un cineasta no demasiado afecto a la veta pochoclera como Boyle, ahora quien figura al frente de la idea de traducir en un largometraje las aventuras del director general de Tesla es otro realizador de antecedentes poco convencionales. Junto a la productora A24, es Darren Aronofsky quien se ha cargado al hombro el rodaje, después de haber firmado “La ballena”, entre otros títulos por el estilo. Más por la presencia de Aronofsky que por la de Elon Musk, el anuncio predispone a que en el producto final haya sorpresas.