Córdobers: Caras y caretas cordobesas

El semanario Caras y Caretas hacía blanco de su sátira al diputado cordobés Julio Roca (h), mientras publicaba fotografías posadas por él, en su casa, en junio de 1906. Julito sonaba para próximo gobernador de Córdoba, algo que no ocurriría hasta dieciséis años más tarde.

Cultura 04 de enero de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
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Julito Roca en la infancia, la adolescencia, y a los 33 años, Caras y Caretas 12/6/1906.

Por Víctor Ramés              
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Las poses de Julito Roca

 Al estallar la revolución radical de 1905, el diputado Julio A. Roca Funes, más conocido como Julito -hijo del general del mismo nombre- se encontraba de vacaciones en Córdoba junto a su familia. Es sabido que la estancia La Paz en Ascochinga, propiedad de Clara Funes de Roca, solía ser epicentro del gobierno nacional cuando don Julio padre no paraba de mover los hilos del Partido Autonomista Nacional, ni siquiera durante las vacaciones. En la sublevación de febrero de 1905 el general logró huir con lo justo, mientras que Julito, diputado nacional por Córdoba, fue hecho prisionero en la ilustre compañía del vicepresidente de la República, José Figueroa Alcorta, y el gobernador de la provincia José Vicente de Olmos. Fue una acción maestra de los revolucionarios quienes, con semejantes rehenes, podrían haber torcido la historia. Pero quedaron aislados en Córdoba, al desplomarse en otros puntos del país el plan radical para la toma del poder. Se rindieron ante el general Lorenzo Wintter y quedaron prisioneros, mientras los ilustres rehenes eran devueltos a sus ambiciones.

Julito Roca era un nativo del poder, descendiente de una tradicional familia cordobesa, miembro conspicuo de la sociedad ganadera y heredero de una estancia cuya extensión tomaba del norte de Buenos Aires al sur de Córdoba. En su infancia y su juventud tuvo largas dosis de señorito en París y en Londres y, llegado el momento, siguió el mandato de la fortuna (su herencia) para invertirla en la figuración social y la responsabilidad política, como digno hijo de su padre.
Solo había pasado un año desde aquel mal trago de la sublevación cordobesa, cuando la revista Caras y Caretas le dedicó unas páginas a Julito, la semana del 12 de junio de 1906. De pronto Roca sonaba como futuro gobernador de Córdoba. Figueroa Alcorta era ahora el presidente, en reemplazo del Malogrado Manuel Quintana.
Esto se leía en la revista porteña, que incluía fotografías con distintos perfiles del diputado cordobés:
De raza le viene al doctor Roca el ser político de los que figuran en primera fila; su apellido es de por sí todo un programa de gobierno.
Su nombramiento de vicepresidente de la Cámara de diputados dio ocasión a que el elemento roquista se agrupase a su alrededor, dando muestra de fidelidad al padre y al hijo. Últimamente, con motivo de la visita del Gobernador Olmos a la metrópoli, ha sonado el nombre del doctor Roca como futuro gobernador cordobés... La noticia, al único que ha sorprendido, es al presidente... pero no a los diputados y senadores y demás políticos del país de la tonadita, pues, por tradición, es cosa sabida que en Córdoba todo es de Roca, hasta las sierras.
Pero, volviendo al asunto de la gobernación, diremos, que de todos los candidatos presentables a suceder al doctor Olmos, el doctor Roca (hijo) es el favorito por ahora... y más en estos tiempos que nos ha deparado la providencia, en que todas las miradas y hasta las guiñadas de Quirno Costa se dirigen al general.
De realizarse los deseos de los cordobeses, es casi seguro que el papá agradecido, colmaría de diputados, senadores beneficios presupuestívoros a esos fieles defensores del - p. a. n.

La nota llevaba como firma un seudónimo moderno: “Kodak.”

Contrariando al artículo de Caras y Caretas que lo proyectaba gobernador de Córdoba en 1906, en la vida real el descendiente recién llegaría a titular del ejecutivo cordobés en 1922. Y también sería vicepresidente de la nación en la década siguiente, de 1932 a 1938. Durante su período como vice, se convertiría en coautor y firmante del Pacto Roca-Runciman, bochornoso acuerdo de comercio internacional celebrado el 1° de mayo de 1933 entre la República Argentina y el entonces Imperio Británico. Mientras negociaba en Londres, Julito entonaría un discurso sin ponerse colorado, que no le perdonaría la historia: “La República Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, parte integrante del Imperio Británico”.
El Pacto imponía duras condiciones a la Argentina por parte del Reino Unido, a cambio de adquirir gran parte de la producción de carne vacuna, debiendo el país productor adoptar normas de sumisión como la de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales, o crear el BCRA como organismo emisor y regulador de las tasas de interés, con injerencia de funcionarios y asesores británicos en su directorio. El Reino Unido también explotaría en forma monopólica el transporte de carne en sus buques. De las agitadas polémicas en el Senado, sobresaldría con garra republicana la figura de Lisandro de la Torre, enfrentándose a los lamebotas de los intereses británicos. Roca, entretanto, quedaría para siempre indefendible.

Volviendo a junio de 1906 y a la revista Caras y Caretas, vemos allí al diputado Julito a los 33 años, en diferentes poses, con sus respectivos epígrafes de tono satírico. Parecía obedecer las indicaciones del fotógrafo al asumir ante la cámara gestos de superioridad adecuadas a la época, ya fuera sentado a un escritorio repleto de libros, signo de estudio y autoridad, o bien hojeando de pie una revista que el epígrafe tildaba de “cordobesa”. La foto que más información ofrecía era una comida en el hogar, la señora de la casa, una señorita y, del otro lado de la mesa, el doctor Julito Roca. Decía el epígrafe: “El doctor Julio A. Roca íntimo. Su esposa la señora Esther Llavallol de Roca y señorita Fanny Smith”. La tercera nombrada, Fanny Smith, era la institutriz norteamericana de las hermanas menores del dueño de casa. Sobre el mantel de la mesa se lucía un gato siamés.
Pocas cosas menos tiesas que ese pretendido retrato casual de Roca en una toma doméstica, al frente su esposa, como dos espejos, durante una comida. Las fotografías de la época requerían un preparativo que cortaba cualquier espontaneidad, aun si hubiese habido la intención de lograr ese efecto, en aquella gramática social rígida y agarrotada. Las fotos lo revelan a primera vista.

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