CORDOBERS. Caras y caretas cordobesas

La revista Caras y Caretas cubrió a lo largo de varios números la estadía y las actividades de José Ortega y Gasset, llegado a la Argentina en Julio de 1916. Aquí se buscan las huellas del filósofo español durante su visita a la ciudad de Córdoba, en octubre de ese mismo año.

Cultura 27 de marzo de 2024 Víctor Ramés Víctor Ramés
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“Caras y Caretas”,1916. Recepción de los Ortega, padre e hijo, en Buenos Aires.

Por Víctor Ramés
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Visita a Córdoba de José Ortega y Gasset

Invitadas por la Institución Cultural Española de Buenos Aires, arribaron a mediados del año 1916 varias figuras de diversas ramas del arte y la intelectualidad de España, entre ellas la gran actriz María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de Mendoza, el poeta Eduardo Marquina y el filósofo y escritor José Ortega y Gasset, junto a su padre, el también escritor y periodista José Ortega y Munilla. Los visitantes fueron agasajados en diversos actos y asistieron a recepciones en la Embajada de España y en los círculos más representativos de la cultura, como la Academia Argentina de Letras, el Jockey Club, la Asociación de la Crítica, el Círculo de la Prensa, el Club El Progreso. En el caso de los Ortega, padre e hijo, llegaron a la Argentina el 22 de julio de 1916 y permanecieron en el país hasta el 2 de enero de 1917. Ambos fueron invitados a conocer y disertar en capitales de provincias como San Miguel de Tucumán, Córdoba, Mendoza y Rosario.

El primer día de julio, el Centro de Estudiantes de Derecho de Córdoba se había dirigido por carta a José Ortega y Gasset, invitándolo a “ocupar la alta cátedra de su tribuna universitaria”, según se hizo eco la prensa local.

En el marco de aquella gira, padre e hijo arribaron a Córdoba en el tren procedente de Tucumán, el 19 de octubre de 1916. Lo esperaba, dice Marcela Aspell en Nuevas formas de representación en las universidades nacionales, un Comité de Bienvenida que formaban “el propio Rector de la Universidad de Córdoba, el Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Ignacio M. Garzón, el Profesor Enrique Martínez Paz, el Presidente del Centro de Estudiantes de Derecho José Auriol y el joven Director del Museo Provincial, Deodoro Roca”. Los visitantes se alojaron en el Hotel Plaza y esa misma noche se les dedicó una cena de bienvenida en el Círculo Social Español.

Al día siguiente, el padre, José Ortega y Munilla, miembro de la Real Academia Española, dio una conferencia titulada La fuerza de la debilidad, auspiciada por Arturo Capdevila, en un salón preparado por la colectividad española.

La presencia del más joven, José Ortega y Gasset, profesor de Metafísica de la Universidad de Madrid y Profesor Numerario de psicología, lógica y ética de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid, creó un gran entusiasmo y alcanzó un impacto significativo en la intelectualidad local, especialmente entre los estudiantes y algunos profesores de la Universidad Nacional de Córdoba, en cuyo Salón de Grados colmado de oyentes dio su disertación el 20 de octubre. El título de la conferencia fue La cultura filosófica, y en ella el intelectual español, compartió con el público los apuntes elaborados para lo que sería su libro La rebelión de las masas, que comenzaría a publicarse por entregas desde 1929 en el diario El Sol de Madrid. Como es sabido, aquella obra miraba hacia un fenómeno nuevo que representaba una amenaza para la democracia liberal: el arribo de una cultura especializada y arrasadora que no reparaba en los fundamentos de la civilización, favoreciendo el totalitarismo. Su pensamiento encarnaba la vanguardia de un tiempo de profundas transformaciones. Escribió Enrique Martínez Paz en la revista de la universidad, en octubre, que “las excepcionales cualidades del conferencista hicieron de este acto, de ordinario trivial y efímero, una positiva lección, llena de sugestiones y de emoción intensa”.

En Córdoba, Ortega y Gasset y Deodoro Roca, todavía un estudiante de Derecho, sostuvieron conversaciones que convencieron al filósofo español, según testimonio de Manuel Gálvez citado por Horacio Sanguinetti en una comunicación de 2003, de estar frente al “argentino más eminente de cuantos había conocido”. Entre otros jóvenes intelectuales cordobeses de ese momento que se sintieron interpretados por las ideas de Ortega se contaban también los hermanos Raúl, Jorge y Arturo Orgaz, Juan Filloy, Saúl A. Taborda y Arturo Capdevila, fundadores de la Asociación Córdoba Libre y futuros activistas, entre otros, del movimiento reformista de 1918. Con su pensamiento, José Ortega y Gasset contribuyó a airear el macizo positivismo reinante en la escena universitaria, y no está de más recordar que en torno a ese entusiasmo estudiantil que luego estallaría en la Reforma, existía una sociedad fuertemente clerical y conservadora, contra la que se dirigía esa movilización juvenil que marcaría un nuevo tiempo, aunque sin conmover las bases de un poder cerrado que hemos visto reproducirse en Córdoba hasta nuestros tiempos.

La presencia de Ortega y Gasset venía de dejar una huella indeleble en Buenos Aires, donde había dictado en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, de agosto a principios de octubre, un curso general y un seminario especializado sobre problemática filosófica de aquella hora. Ortega puso a la juventud argentina en contacto con la vanguardia del pensamiento europeo, a partir de analizar en sus clases la Crítica de la Razón Pura de Kant, aunque su exégesis trascendía a su vez la doctrina kantiana, y su presencia en el país marcó un interés inédito por la filosofía.

En Córdoba, la influencia de Ortega, que contaba entonces 33 años, resultó decisiva y permanente durante los años próximos y en visitas posteriores siempre tomó contacto directo con la Docta y sus estudiantes. La misión de la juventud estudiantil, la que en el Manifiesto Liminar de 1918 se expresaría como un destino heroico —“la única puerta que nos queda abierta a la esperanza”– fue sin duda abonada por las ideas del filósofo madrileño. A ese aporte agrega Fernando José Ferrari en Condiciones culturales y recepción del psicoanálisis en Córdoba, entre 1914 y 1942, que Ortega y Gasset merece crédito también “no sólo porque implicó una apertura a líneas de pensamiento divergentes al positivismo, sino porque fue un difusor de las obras de Freud.” En 1922, Ortega prologaría la primera edición de las obras de Sigmund Freud en español.

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