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Historias de marineros sobrios
“Lo contado y lo vivido – Crónicas de bares” es un buen libro de relatos que su autor, Juanchi González, entreteje en la forma de conversaciones e historias que le ocurrieron a gente no tan común, y que necesitaron de una mesa de café para ser formuladas.
Cultura31 de diciembre de 2024Gabriel ÁbalosPor Gabriel Abalos
Veinticuatro historias, algunas vividas, todas contadas, forman esta constelación de relatos emparentados con la crónica periodística, y que brillan en un entorno de bares. Bares situados en muchas ciudades del mundo, porque no existe ninguna que no los tenga. Lo importante en este conjunto es el culto de la conversación, y los bares suelen ser el ámbito perfecto para contar historias, sucedidos, opiniones y entablar todo tipo de diálogos.
Juanchi González, histórico y experimentado periodista cordobés, le ha dado forma a este libro donde se puede asistir -como un tercer testigo mudo- a los relatos que se prodigan, todos los cuales conectan con personalidades de las letras, músicos, pintores, editores, nobles, estrellas, cuyas historias y vidas son evocadas y a quienes muchas veces no se nombra, pasándole al lector el encargo de deducir de quiénes se trata, por algunas pistas sembradas. El autor remonta el origen de esta colección de historias a dos amigos también cordobeses junto a quienes ejerció por años el arte de conversar en mesas de cafés: el poeta José Viñals y el filósofo Emilio “Moro” Terzaga, fallecidos ambos en España, a quienes homenajea.
En varios momentos el oyente es el periodista/cronista y quien pone, por ende, la curiosidad y el interés de oír la historia, convirtiéndose a su vez en intermediario entre la historia y el lector. El narrador puede ser una personalidad reconocida, o bien un interlocutor casual que logra atrapar la atención del oyente. En la narración los cuentos tienden a acomodarse a la estructura de monólogos apenas interrumpidos por la situación, o por alguna intervención del interlocutor.
El hotel Gran Bolívar de Lima, el bar Bernini en la Piazza Navona de Roma, el bar Cantine già Schiavi de Venecia, el bar Alfileritos de Toledo, el bar restaurant Vander de Manhattan, el bistró L’assiete, en el boulevard Voltaire de París, el Café Comercial de Madrid, un bar carromato en Río de Janeiro, el Café Gijón de Madrid, son algunos de los escenarios de estas conversaciones dignas de su paso a las páginas impresas. Tienen también protagonismo una parrilla en la ciudad de Córdoba, Argentina, el bar Sorocabana de la misma capital, un bar sin nombre en la ciudad punillense de Cosquín, el bar Central de Unquillo, el bar del aeropuerto de Córdoba. Son partes del rompecabezas de un libro que ofrece referencias constantes a la patria chica del propio autor, y también de algunos de los personajes referidos en los relatos, o del narrador que los enuncia, o bien por hechos vinculados a esta provincia en las historias narradas.
Muy bien construidos, con un carácter de unidad que se sostiene a través de la variedad de las historias, por la persistencia del lugar público donde ocurren las conversaciones, sin que varíe demasiado -salvo cuando cobra importancia como escenario- el lugar del mundo, lo urbano o rural del entorno, o la cantidad de parroquianos.
Pueden ocurrir, en efecto, que el local no solo sea el marco de la conversación, sino también de los hechos, como cuando el periodista y el poeta Juan Gelman, en un bar de Córdoba, coinciden ambos en identificar a un servicio que los está vigilando; o cuando tres ex detenidos argentinos se conocen emocionados en un bar de Madrid. Puede tratarse de alguien que recuerda lo dicho por alguien en una conversación pasada, como cuando la voz y la palabra de Piglia, siempre valiosas, son evocadas por una narradora que fue interlocutora en el encuentro original. O puede tratarse de una infidencia sobre la historia personal de un criollo taciturno de las sierras, hecha por un relator en la construcción de adobe que hace las veces de boliche. O de la historia de dos bisabuelos, ambos artesanos del Zar de Rusia, y cómo trataron de salvarse de una matanza de judíos que se avecinaba, junto a sus familias, y por diferentes trayectos y circunstancias, llegar a la Argentina y lograr reencontrarse. O del tropiezo en el mismo colectivo urbano de Córdoba, entre un guerrillero y un policía que se veían por segunda vez y estaban ambos armados. El narrador es el guerrillero, muchos años más tarde, y refiere cómo logró salir estratégicamente de la situación sin que hubiese un intercambio de disparos. O del recuerdo de la periodista y cronista de guerra uruguaya, Aglae Masini, en labios de un reconocido escritor español que fue su amigo y colega. O de una detallada referencia al gramático español Antonio de Nebrija, autor en 1492 de la primera y monumental Gramática Castellana, hecha por un descendiente suyo, librero, en un bar toledano.
El género es atrayente, hay algo tan social, tan humano en la conversación en bares, a los que la tradición ha convertido en marco privilegiado para el intercambio a mitad de camino entre lo íntimo o privado, y la charla casual o superficial en espacios públicos. En “Lo contado y lo vivido”, Juanchi demuestra la importancia de tener buenas historias para compartir, alimentadas con afluentes reales e imaginarios, e hilvanadas por escenas que justifican el subtítulo del libro: “Crónicas de Bares”. Se trata de historias siempre interesantes, reveladoras, curiosas y, como ya se dijo, referidas a personas reales reconocidas, entre ellas Jorge Luis Borges, Juan Gelman, Daniel Moyano, Atahualpa Yupanqui, Héctor Bianciotti, Ricardo Piglia, Chico Buarque, Arturo Pérez-Reverte. Una danza de hechos que ocurrieron o que pudieron haber ocurrido, de presencias, de cosas dichas o reveladas con delicadeza a la altura de los interlocutores; de encuentros amables, de culturas en diálogo, y cumplidos literarios. La porción de realidad y la porción de relato que constituye su versión, se vuelven una sola cosa cuando los hechos se han desvanecido, cosa que ocurre a cada segundo y minuto mientras podamos contarlo.
El libro tiene cien páginas y sale por el sello Narvaja Editor.
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