El presidente no se termina de decidir sobre qué animal le gustaría ser

Nacional 10 de junio de 2024 Javier Boher Javier Boher
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Por Javier Boher

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Amo las comedias norteamericanas. No importa mucho si son burdas o inteligentes, físicas o dramáticas, con grandes estrellas o ignotos humoristas que están dando sus primeros pasos. La capacidad de reírse de todo y de todos es un faro para los que vivimos en lugares en los que la gente se toma las cosas con demasiada seriedad y se ofende con facilidad.

Hay una comedia bastante zonza, corta, de esas en las que se gastaba poca plata para que facture bien en un cine pensado para adolescentes, bastante tiempo antes de que aparecieran los servicios de streaming y se recuperaran las buenas historias. “Animal” es una película protagonizada por Rob Schneider, uno de los eternos compañeros de Adam Sandler. Trata sobre un hombre tímido, introvertido, que quiere ser policía pero falla cada vez que le toman examen. Luego de un accidente automovilístico se despierta y descubre que tiene nuevas habilidades físicas, todas características propias de los animales, producto de un experimento que hace con él un excéntrico científico. Lógicamente se convierte en lo que soñó, aunque no siempre sale bien.

El presidente Javier Milei llegó cantando que es el león, como dice Panic Show, de La Renga. Las huestes digitales libertarias inundan las redes con imágenes de leones hechas con inteligencia artificial, dando un zarpazo al Congreso, devorando piqueteros o enarbolando banderas argentinas. Esa fue, quizás, la primera identidad animal que descubrió el presidente en su camino a serlo.

Sin embargo, la semana pasada nos enteramos de que también es un topo, uno que se infiltra en el Estado para destruirlo desde adentro. Al menos eso dijo.

Es interesante ir a revisar la entrada en el diccionario, porque cuando hace referencia al agente infiltrado en una organización dice que actúa al servicio de otros. Sin poder de agencia, es apenas un engranaje en una maquinaria que lo excede. Además de la definición propia del animal hay una que me llamó la atención: “Persona de cortos alcances que en todo yerra o se equivoca”, como el personaje de la película antes de la intervención o como el presidente cuando cree que la política es un arte menor.

Es sabido que Milei ama a sus perros, así que bien podríamos pensar en qué tipo de perro sería. Conan y sus clones son bull mastiff, un tipo de perro grande que no parece ajustarse a la imagen que transmite el presidente. Tal vez podría ser como un labrador, una raza activa y que todos dicen que es inteligente, pero que se comporta como si fuese todo lo contrario. Habría que descartarla porque son muy compañeros, algo que el presidente no ha sabido demostrar con sus funcionarios. En eso es más parecido a un pitbull, que siempre son noticia por haber mordido a algún ser querido. 

Los más fervientes seguidores del presidente deben ver en él a un rottweiler o quizás a un doberman, porque no parecen notar la notable diferencia en porte entre una y otra raza. Ninguno quiere que la realidad le muestre a un histérico pinscher, que tiene los mismos colores que los anteriores pero apenas si sirve para ladrar avisando que viene alguien. Seguramente al final del día es como cualquier perro callejero: si le das cariño te sigue hasta tu casa, trata todo el tiempo de lamerse las partes y trata todo el tiempo de saltarte sobre la pierna para empezar con el bombeo pélvico que incomoda a algunos y hace reír a otros. 

Quizás Milei no es ninguno de estos animales exclusivamente, sino que tiene un poco de cada uno, algo así como un grifo libertario armado con descartes de animales.

Algunos dicen que con ese fanatismo de usar siempre la misma campera tiene olor a chivo, aunque la expresión es errada: los.chivos no tienen olor a sudor, sino a pis, lo que convertiría al primer mandatario en un viejo meado de los que hablaban en la campaña. Quizás tiene hábitos de carancho y anda robando novias por ahí, aunque en realidad tiene más pinta de ser como los carpinteros, que suelen ser representados taladrándole la cabeza a la gente: “casta, casta, casta, casta, casta, casta, casta…”. Insoportable.

Si hubiese que elegir un animal del que Milei no tiene ninguna parte, ese animal sería el gorila: no hay un ápice de antiperonismo en el presidente, aunque no se puede ser tajante respecto a otras especies de monos. Viéndolo saltar en el escenario o tratando de bailar en algún viejo archivo televisivo, es algún tipo de cruza entre chimpancé y orangután. Los mandriles parecen ser otros, esos que perdieron un ballotage y siguen sin digerirlo.

No importa mucho cómo termina la película de Schneider, sino que el personaje estaba inicialmente roto como el presidente y alcanza su sueño de ser popular. Hasta se da el gusto de formar familia y todo. No quiero hacer ningún chiste sobre cómo sería la descendencia del presidente siguiendo la misma línea de los animales, porque ahí sí que se me armaría un lío bárbaro. A todos les gusta andar señalando los defectos de los otros, pero al final sobran las bestias que no saben reírse de un chiste cuando les toca a ellos.

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