
Plan de saneamiento: Prunotto exorciza el fantasma de Kraisman
Fase “limpieza” en la Legislatura. Ahora, Hacemos Unidos apunta a reducir el gasto político. La teoría del Panal sobre el escándalo y la recomendación a la Vicegobernadora.
La proyección de los extra partidarios en Hacemos Unidos inquieta. Recuperar la identidad justicialista para contrapesar el partido cordobés de Llaryora. El rol del PJ Capital.
Provincial11 de junio de 2024Por Yanina Soria
El peronismo cordobés está inquieto, porque está incómodo. No es real que la dirigencia en su totalidad acepte, digiera y celebre la idea del partido cordobés que impulsa el gobernador Martín Llaryora y que exhibe nacionalmente como un trofeo de amplitud y pluralismo.
La mayoría de los propios no lo puede expresar como quisiera porque hay un jefe que manda y en la historia del partido provincial, quien gobierna también conduce. Una construcción que se da de arriba hacia abajo, pese a quien le pese.
A diferencia de la UCR que con su espíritu asambleario suele perderse en el laberinto de sus propias discusiones dogmáticas, el peronismo provincial apela al pragmatismo y ejecuta en función de ello. Y esas decisiones no se discuten ni se ponen a consideración, se toman y luego se comunican. Punto.
Con lo cual, en la práctica queda poco margen para las objeciones que puedan surgir del propio seno del partido, incluso, así provengan de dirigentes con cierto peso dentro de la estructura. Sin embargo, las tensiones están y cada vez se notan más.
Pero en esa verticalidad que impone el espacio, y pese a que el principal activo del nuevo cordobesismo es, paradójicamente, el valor de la disidencia, el tono que impera es monocorde. Se repite un mismo discurso sin colores ni matices, salvo raras excepciones.
Si bien es cierto que, desde José Manuel de la Sota a esta parte, en la conformación de Unión por Córdoba, luego Hacemos por Córdoba y actualmente Hacemos Unidos por Córdoba, el PJ siempre apeló a otras fuerzas políticas para armar un frente más grande, esta vez, los reproches surgen por el lugar preponderante que se les da a los extrapartidarios. Un trato preferencial que algunos leen va en detrimento de los propios.
En el afán de mostrar cuán generosa es esa apertura, el espacio oficialista terminó difuminando los límites del peronismo y todo se mezcló. Mientras menos se note la pátina justicialista, mejor, pareció ser el mensaje que se interpretó durante toda la campaña del año pasado.
El nuevo cordobesismo se para ahora frente a su electorado que, una vez más, en el 2023 demostró la repulsión que siente por el kirchnerismo y, por el contrario, le dio una oportunidad a su romance con el libertario Javier Milei.
Ese equilibrio que lleva a Hacemos Unidos a tejer alianzas legislativas con el oficialismo nacional, y a acompañar al Presidente en nombre de la institucionalidad, irrita a más de uno dentro de la estructura.
Mientras que para el llaryorismo y otros sectores del PJ, querer volver al útero del justicialismo como principal camino significa no interpretar los nuevos vientos que soplan y por ende, ir derecho al fracaso político, otros alertan sobre los riesgos de que el partido cordobés termine fagocitándose al peronismo. En definitiva, reclaman por lo bajo, el PJ siempre fue la columna vertebral de las alianzas y hoy parece no serlo.
Lo cierto es que algo de nota deben haber tomado desde la conducción sobre ese malestar manifiesto tanto en Capital como en el interior, que efectivamente -como anticipó Alfil- se prepara un acto político para el 1 de julio. Un reencuentro con todo el folklore justicialista para mostrar foto de unidad y motivar a la dirigencia y militancia autóctona. Algo que hace mucho no sucede.
En el nuevo mapa de Hacemos Unidos, inquieta la proyección de, por lo menos, cuatro figuras no- PJ que podrían ocupar lugares expectables en lo que se viene. Una de ellas, es la vicegobernadora radical Myriam Prunotto que, más allá de su rol institucional tiene juego propio y se mueve con altísimo perfil; otro, es el vice intendente Javier Pretto que en un escenario sin posibilidades de repetir para el intendente Daniel Passerini, parece arrancar con cierta ventaja sobre los peronistas que aspiran a conducir el Palacio 6 de Julio. También se mira con cierto recelo al ministro de Seguridad, Juan Pablo Quinteros, y su par de Desarrollo Humano, Liliana Montero. Ambos, ajenos a la estructura del PJ, pero en franco ascenso político desde la gestión provincial.
La realidad es que, más allá de que la dirigencia entienda que el objetivo primordial es que le vaya bien a Passerini en la ciudad y a Llaryora en la Provincia, la sola idea de que un extrapartidario pueda también avanzar casilleros en las legislativas del año próximo, genera urticaria de antemano.
Frente a ello y como para contrapesar el partido cordobés de Llaryora, desde el poderoso esquema del peronismo capitalino se buscará fortalecer la identidad basada en la doctrina peronista. Volver a las calles y articular en todas las seccionales, acompañando la gestión municipal y siendo su brazo ejecutor. Devolverles a los militantes lo que sienten que han perdido: identidad para fortalecer desde allí el capital propio que en el PJ de la ciudad significa una estructura base de, por lo menos, cinco mil dirigentes.
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