De Perón, Lula y Milei

El aniversario por la muerte del ex presidente sirve de marco para analizar la tensión que hay entre los Jefes de Estado de Argentina y Brasil

Nacional02 de julio de 2024Javier BoherJavier Boher
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Por Javier Boher
Los números redondos siempre despiertan reflexiones. Los 50 años del fallecimiento del General Perón fueron un dato importante, aunque el aniversario pasó bastante desapercibido. Es lógico que muchos lo vean como algo lejano y añejo, especialmente aquellos que calculan que el ex presidente fue un hombre de la generación de sus tatarabuelos, sabiendo que además no podrían nombrar a los 16 de su familia.
El periodista radial dijo que se acordaba del impacto que fue ese día, recordando que estaba en el colegio y entraron a avisar de lo que acababa de conocerse. Eso me despertó una duda: si el periodista todavía no tiene 60 y lo vivió en la escuela, ¿en qué grado estaba Milei cuando pasó eso? Capaz estaba en la guardería, porque tenía poco menos de cuatro años.
Siguiendo esa lógica, entró a la primaria en la dictadura y al secundario con la vuelta de la democracia. Vivió el final del secundario y primeros años de la universidad con la hiper de Alfonsín y llegó hasta la de Menem. A los 23, edad en la que nos sentimos omnipotentes e inmortales, vivió los años buenos del menemismo.
Es lógico que no registre a Perón, que odie a Alfonsín y que ame a Menem. Pensemos en un nacido en 2006/2007 y le apliquemos “la secuencia de Milei”. En 2010 muere Néstor Kirchner. En el ocaso del cristinismo entra a la primaria, que termina con Macri. Vivió los años duros del secundario con pandemia y Alberto. Hoy tiene 18 y aparece este tipo que no tiene nada que ver con lo que conoce y que -con muy poco- puede conquistarlo. Si en el transcurso de su mandato Milei logra enderezar algo la economía, por delante no tiene nada.
La mayor parte de los políticos está anclada a aquel tiempo de Perón. De una u otra manera no logra despegarse de un episodio que ya es muy lejano para muchos. La sobrepolitización de peronistas y antiperonistas mantuvo al ex presidente en el centro de la escena, pero sin darse cuenta de que lo estaban paseando como en las procesiones que hacen los fieles de la capilla del barrio.
Quizás por eso, por encajar todo en ese momento de la historia y bajo esos parámetros para entender la política, cuesta entender las decisiones que toma el presidente Milei. El enfrentamiento con Lula Da Silva es un claro ejemplo de ello.
El presidente de Brasil tiene 78 años. Es una figura importante, pero acá no le dice nada a los jóvenes. El ascenso del PT y los cambios que vivió el vecino país no significan nada para muchísima gente poco interesada en la política y que solamente piensa en ganarle a la verdeamarela en la Copa América. Lula es un hombre -un héroe, para algunos- de otra época. No me animo a preguntar, pero entre los alumnos del secundario capaz ya le aplican el mismo trato que a Mujica: “el viejo”.
Claramente, la decisión de enfrentare a Lula no tiene en cuenta la profunda relación que tienen ambos países, con un elevado nivel de dependencia en algunos sectores o para algunas provincias. El rumor de que Brasil está analizando en abandonar el Flex (el acuerdo que rige para la industria automotriz) preocupa particularmente a Córdoba.
En términos estratégicos, fríos, lo de Milei acá es un error. Uno no se puede ir dando un portazo si después tiene que volver para pedir que le abran la reja que da a la calle. La estructura del Mercosur y la aún baja posibilidad de que en el corto plazo Argentina pueda reemplazar ese mercado por otro debería ser suficiente disuasión par actuar. Ahora bien, si lo vemos bajo el mismo marco ideológico que el del presidente, la cosa es distinta.
El Perón cansado, viejo y al que influenciaban negativamente López Rega e Isabelita tenía la misma edad que tiene hoy Lula. Milei tiene 25 años menos. Van a coincidir por completo durante sus mandatos, con la diferencia que en las próximas elecciones Lula va a tener 81 y Milei 57, menos que lo que tenía el brasilero en su primera presidencia. Quizás allí está la racionalidad que parece faltarle cuando declara.
Quizás ese cálculo sea pensar a muy largo plazo considerando la fragilidad del equilibrio sobre el que se sostiene el gobierno de Milei, pero no puede quedar fuera de la escena: nadie encara una presidencia pensando que no tiene chances de ser reelecto, del mismo modo que no se casa pensando en que en algún momento se va a divorciar. Milei elige ir a una cumbre con Bolsonaro porque del otro lado, al menos todavía, no lograron construir una alternativa a ese candidato entrado en años que sería Lula.
Si el experimento de Milei sale mal el perjudicado no va a ser solamente él, sino todos los argentinos cuya actividad laboral depende de la relación comercial con Brasil. Ese es el miedo de los que ayer se expresaron -de una u otra forma- sobre el aniversario de la muerte de Perón. Para los que se lo pasaron por alto no hay nada que temer: este orden político actual no les trae buenos recuerdos.
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