Cada gobierno con su yuyito
El romance del presidente Milei con la ex vedette sigue en alza, mientras el precio de la soja sigue cayendo
Nacional 15 de agosto de 2024 Javier BoherPor Javier Boher
Las revistas del corazón -si es que todavía queda alguna- estarán fascinadas de seguir la novedad de un presidente iniciando un noviazgo. La flamante pareja entre Javier Milei y Amalia “yuyito” González es una historia acorde al nivel general de la gestión libertaria, un revival de los ‘90.
No es tema de este medio dedicar espacio a ese tipo de historias, particularmente porque lo que decidan hacer de su vida privada los funcionarios públicos no debería ser un problema de sus ciudadanos, salvo -por supuesto- que esas actividades no sean consensuadas o pongan en peligro a la población. Salvo que González sea una espía rusa como los que hace poco canjeó Estados Unidos, no parece haber allí ningún riesgo para la seguridad nacional.
El apodo de la conductora televisiva la acompaña desde siempre, pero fue tema de conversación a raíz de un dato que no tiene nada que ver con ella, sino con un condicionante general para cualquier gobierno argentino del siglo XXI: la soja.
Alguien decretó que la oleaginosa es más peronista que la movilización con bombo y choripan, ya que las variaciones del precio internacional tienden a acompañar a los gobiernos justicialistas. Claramente este fenómeno es independiente de los gobiernos, aunque tamaña casualidad no puede más que despertar profundas reflexiones sobre la suerte de unos y otros. Mala, en este caso.
La soja ha sido el motor del modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social, el verso que inventó el kirchnerismo para justificar la apropiación estatal de la renta agrícola para subsidiar sectores que nunca pudieron abandonar ese estadio de asistencia pública. A pesar de que todo el éxito del kirchnerismo se redujo a ese torrente de dólares que entraba por las exportaciones de dicho cultivo, en pleno conflicto por la resolución 125 Cristina Kirchner fue capaz de asegurar que la soja es un yuyo. Hablar tan mal de lo que le da fortaleza a la propia gestión sería equivalente a que Popeye menosprecie la espinaca.
Pese a ello a Cristina le tocó la suerte de una soja siempre arriba de 400 dólares la tonelada, la mayor parte del tiempo arriba de 600 y con picos de casi 900. Para comparar, con Macri casi siempre estuvo por debajo de 500, con Alberto casi siempre alrededor de 600 y con Milei se desplomó hasta los 360, el valor más bajo en 18 años. Quizás esté yuyito no canta la marcha, pero mínimamente te trata de compañero.
Si a todo hay que ponerlo en contexto, bien vale un recuerdo de los ‘90. En aquel entonces el campo la pasó mal por falta de precio que ayudara a los productores a sostenerse. Incluso en esos años de Menem (que significaron que muchos productores se fundan) la soja costaba más que ahora en el mercado internacional.
Quizás lo que pueda ayudar a Milei sea el petróleo: Argentina ya exportó un 46% más respecto al año pasado, la cifra más alta en 20 años (y todavía le falta para alcanzar los niveles de los ‘90). No será un yuyo, pero al menos se respeta la tradición argentina de vivir de las actividades primarias vinculadas de algún modo a la tierra.
Así como Alberto y Massa hablaban de la pandemia, la guerra y la sequía, el actual presidente podrá llorar que la soja no acompaña las reformas estructurales en las que pretende embarcar al país, justamente cuando más se necesitan dólares para sostenerlas y tener éxito. Esto, por supuesto, no puede ser una excusa para alguien que sabía perfectamente bien en qué se metía, una picadora de carne en la que la anormalidad de los imprevistos permanentes se ha convertido en la normalidad de los argentinos.
Milei y Yuyito ya se dieron su primer beso y ventilan su amor en redes. La soja no habla, pero si lo hiciera probablemente la habríamos visto cantándole una serenata a Cristina para que se asome por el balcón de su departamento de Recoleta. Al final, cada gobierno tiene el yuyito que le toca.
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