Otra vez fuera del mundo

El discurso del presidente Milei en la ONU confirma que hay cosas que no cambian

Nacional26 de septiembre de 2024Javier BoherJavier Boher
2024-09-25-milei

Por Javier Boher 

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El sistema internacional es anárquico en el sentido más puro del término : no existe un gobierno global o supranacional que pueda obligar a los actores estatales. Distintos autores le ponen distintas características a esa anarquía, pero la esencia se mantiene.

Tras la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos se convirtió en superpotencia y trabajó junto a otros países para establecer un orden global liberal. Ese orden liberal lo era tanto en sentido político como económico. La democracia y el capitalismo fueron una bandera, pero también una razón para establecer reglas e instituciones que trabajaran para conservarlas y ampliarlas. La ONU se convirtió en un espacio de negociación y resolución de conflictos a través del cual se canalizaron las tensiones de la Guerra Fría.

Ese orden fue tan exitoso que a partir de mediados de los ‘80 se fueron sumando países que hasta entonces estaban bajo gobiernos autoritarios de todo tipo y color. 

Hoy las dictaduras están amenazando con volver, pero las que hay son muchas menos que hace medio siglo. Eso es posible porque hay muchas reglas y proyectos compartidos entre países democráticos, que comparten una visión sobre el rumbo que debe tomar la humanidad en su conjunto. La lista empieza con aquellos Objetivos del Milenio, sigue con los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (conocida por los conspiracionistas como Agenda 2030) y se completa con el Pacto para el Futuro (o Agenda 2045). Esos objetivos acordados por la mayoría de los países son una declaración de intenciones, una lista de cosas a la que los países se comprometen pero que no tienen la obligación de cumplir porque no hay nadie que los pueda obligar. Lo más cercano a eso es la presión que pueden hacer sobre ellos el resto de los Estados.

Pese a esa visión positiva de las cosas, avalada por los datos concretos de la calidad de vida de la gente alrededor del mundo, algunos países usan las reglas para sostener su carácter rebelde o contrario a esas ideas. Irán, Cuba, Corea del Norte, China, Rusia, Venezuela, son algunos de esos países que han sabido usar las instituciones de ese orden liberal para defenderse de los valores que lo fundamentan. No buscan aumentar la cooperación o la interdependencia, sino resguardar su soberanía. Defienden un orden de estados nacionales con fronteras bien definidas, mientras financian grupos y actividades transnacionales que operan a través de dichas fronteras.

El problema es si los Estados quieren trabajar para que haya más soberanía o más interdependencia. En el contexto actual, más soberanía significa más libertad de los malos para sostenerse. Más interdependencia significa un freno a esos países, pero también menos libertad para el propio. Es como todo orden legal, que controla las conductas extremas para que todos puedan disfrutar de la libertad.

Es por eso que los pactos ayudan a ordenar y a presionar a esos países parias, porque ordenan las acciones y definen medidas o estándares concretos a partir de los cuales se pueden medir sus acciones. Dichos pactos solo pueden molestar a quienes sientan la tentación de ir en contra de las reglas aceptadas por la mayoría. 

A partir de todo eso es que lo de Milei fue un error. 

En primer lugar, porque incluso si no se quisiera cumplir con lo acordado, está la posibilidad de firmar y no respetar la palabra empeñada. Ahora Argentina quedó como paria, en línea con gobiernos intrascendentes a nivel global. Paradójicamente, el Milei que se cree uno de los dirigentes más importantes del mundo quedó como vocero de una derecha antiglobalista cada vez más resistida. 

En segundo lugar, porque es solo a partir de la existencia de estos pactos o acuerdos de toda la humanidad respecto al lugar hacia el que se quiere dirigir que se puede presionar a todos esos regímenes que someten a su población al hambre y a la violencia. Si se está convencido de que la cosmovisión occidental es superior a la de otras culturas globales (esto en términos relativos la libertad individual, a los derechos civiles y políticos y a la existencia del Estado de Derecho) la mejor manera de que ese orden se extienda más allá de sus límites actuales es participando de los acuerdos para sostenerlo.

Mili dice querer más libertad en el mundo, pero ignora que hay más libertad cuando hay suficientes reglas para poder ejercerla, y en su lugar prefiere votar en línea con los que no quieren que haya un orden global que asegure más libertad.

Nadie puede saber si la mala decisión de Milei se va a transformar realmente en un problema para Argentina. Las distintas dictaduras que hay en el mundo están bastante coordinadas entre sí, por lo que los que pretenden pararse desde el otro lado deben estrechar lazos para resistir su avance. Eso quizás pueda salvar al país del ostracismo. Por lo pronto no encontré ninguna razón concreta o altamente probable por la cual esto le genere un verdadero perjuicio al país. No quiero decir que no la haya, sino que no parece tan evidente. 

Más allá de todo, el discurso del presidente en la ONU dejó en claro algo que debería preocuparnos tanto como nos preocupábamos por el canciller que no hablaba inglés. Nuestra política exterior sigue en manos de gente con muy poco conocimiento del mundo.

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