Territorio, gestión, candidato… y algo más, el cóctel PJ

El día después, el passerinismo asegura que se dio el resultado “lógico” de una ecuación que reunió trabajo territorial, gestión y un buen candidato. Aunque no fue lo único.

Municipal 25 de julio de 2023 Felipe Osman Felipe Osman
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Por Felipe Osman

Dicen, los que saben, que cuando una cadena de razonamientos conduce a un resultado a todas luces incorrecto, lo más probable es que el error se encuentra en la base, en la premisa inicial de la cual partió.

Así explican dirigentes cercanos al intendente electo la distancia que finalmente existió entre las encuestas y los números que arrojó el recuento provisorio, que Rodrigo de Loredo reconoció incluso antes de su oficialización, basándose en lo que indicaban las mesas testigo de Juntos por el Cambio.

El passerinismo da a entender que las encuestas estuvieron erradas desde el primer momento. Y que lo razonable era que una gestión ampliamente aceptada por el electorado, conjugada con un buen candidato, no podía conducir a otro resultado que el que se vio la noche del domingo. 

Una especie de interpretación, a contrario sensu, de la explicación que encontró para justificar su derrota en Marcos Juárez el año pasado, cuando todos los sondeos de opinión decían que los vecinos de esa localidad aprobaban la gestión de Juntos por el Cambio, y las mediciones de intención de voto aseguraban que la candidata respaldada por el oficialismo provincial prevalecería. Se impusieron las primeras.

Llegado el caso, ni siquiera la oposición -en lo que probablemente fue un error estratégico- se animó a desaprobar la gestión de Martín Llaryora. De Loredo, con timidez, le “puso” un seis, y basó su campaña en las cosas que se podían mejorar.

A ese elemento central, el passerinismo le agrega un segundo factor para completar la ecuación: el candidato.

Y no se equivoca al decir que el vice intendente goza de muy buenas relaciones con casi todos los dirigentes del peronismo. Tiene la confianza de Schiaretti y tiene también la de Llaryora. El viguismo, otrora reactivo a una candidatura de Miguel Siciliano, vio en Passerini a un aliado estratégico. Y el delasotismo es el semillero del cual salió. (Nota: de las tres bancas que el delasotismo tiene el en Concejo, dos ya responden directamente a Passerini. Y serán más después del 10 de diciembre).

Ha recorrido todo el “cursus honorum” de la política, como concejal e intendente de Cruz Alta, ministro y legislador provincial y vice intendente de Córdoba. De escuela delasotista, tiene la destreza de un buen orador, y mantiene un contacto estrecho con el territorio. Ayer, tras ser consagrado como intendente electo, fue al consultorio que hace años atiende ad honorem en Barrio Müller, junto a la capilla del padre Mariano Oberlin. El cura atino de definirlo, parafraseando al Papa, como “un pastor con olor a rebaño”.

Hasta aquí la auto percepción del passerinismo. Pero, aún así, vale mencionar algunos otros factores a los debe computarse al menos una incidencia marginal en el resultado del domingo.

El peronismo jugó sus cartas intentando evitar que la polarización creciera muy por encima de la que existió en las elecciones provinciales en capital. Lo consiguió parcialmente. El 25 de junio las dos primeras fuerzas rozaron el 83 por ciento de los votos en la ciudad. Este domingo se repartieron el 87,7 por ciento. 

Encuentro Vecinal, La Libertad Primero y Somos Córdoba juntaron, entre todos, 39.000 votos. Los tres espacios tienen un voto, a priori, mucho más compatible con Juntos por el Cambio. Tal vez no fueron determinantes, pero sí sirvieron para ajustar el techo del candidato radical. Y el PJ no los invisibilizó. Por el contrario, buscó que sus propuestas fueran atendidas y les reclamó posicionarse frente la polémica situación de los candidatos a concejales Chesarotti y Rovetto Yapur.

Además, apeló a todas las armas para sumar votos. Desde el trabajo territorial a destajo en las seccionales hasta el trabajo con comunidades extranjeras con las que trabó relaciones e invitó a empadronarse para respaldar su propuesta.

Ese pequeño universo que no superó los 1.000 sufragios válidamente emitidos no podría modificar la elección, pero es una muestra del nivel de detalle con el que el oficialismo trabajó la campaña. En esas siete mesas del Colegio Monserrat, Hacemos Unidos cosechó, en promedio, el 80 por ciento de los votos.

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