Caras y caretas Cordobesas
Córdoba recibía con los brazos abiertos, en 1909, tanto a quienes llegaban a intervenir el gobierno, como a quienes venían a protestar contra la injerencia federal. Así estaban divididas las aguas en esta capital.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.como
Días agitados vistos desde el puerto (segunda parte)
Así fue como a Córdoba llegaron visitantes de Buenos Aires que coincidieron en la ciudad los mismos días de fines de agosto. Representaban posiciones diferentes, podían sintetizarse en dos bandos, y ambos contaron con sendas manifestaciones: a favor y en contra de la intervención federal. El interventor doctor Eliseo Cantón y compañía llegaba a imponerse, con mandato de la nación, en reemplazo del gobernador Ortiz y Herrera (quien renunció expresando que esta intrusión digitada por el también cordobés Figueroa Alcorta, “hería de muerte la autonomía de Córdoba”); por otro lado, los “udaondistas” -facción de difícil pronunciación, por lo vasca- una agrupación donde había radicales críticos de Yrigoyen, y roquistas variopintos que, uniendo sus malestares, acababan de fundar la Unión Cívica, hacía una semana. Su presencia en Córdoba equivalía a plantar una bandera política en el mapa federal con miras a las elecciones de 1910.
El semanario Caras y Caretas ponía en contrapunto en sus páginas de esas semanas, fotografías de los cantonistas y de los udaondistas, de sus respectivas recepciones y de sus estudiadas poses. Los primeros cumplieron su misión política y dejarían el gobierno a cargo de amigos del presidente, o lo bastante antirroquistas. Los segundos hicieron una visita corta, tuvieron quienes le dieran la bienvenida, contaron con una manifestación a su paso por la calle San Jerónimo (en la foto se ve en primer plano a un grupo de “canillitas”); fueron acompañados por una multitud hasta su alojamiento. Otra fotografía, tomada a espaldas del orador, deja ver la platea, los palcos y los pisos superiores repletos del teatro Rivera Indarte de público asistente a “la conferencia celebrada por la delegación udaondista”. Por último, posan “el señor Lanusse, presidente del comité central, y el señor Fernández del Defensor de la autonomía provincial, acompañados por los miembros de la comisión de recepciones”.
El viaje a Córdoba de la delegación udaondista mostró, por un lado, los buenos contactos en la prensa porteña y, por otro, el genuino interés en la cuestión de Córdoba, porque sin duda el fondo del asunto no era ninguna anécdota, sino el camino que se hacía expedito al poder posrroquista, aún bajo el sello del P.A.N.
Los contactos con la prensa se ven reflejados en Caras y Caretas desde el verdadero meeting de despedida que se armó en la estación de Retiro, en Buenos Aires, reafirmando el aura simbólica de ese viaje que emprendían los delegados. Las fotos muestran una multitud de sombreros bombé negros, retrata al ingeniero Williams dando un discurso desde la puerta del vagón, al doctor Udaondo despidiendo a los delegados, y al doctor Pueyrredón subido a alguna plataforma ocasional haciendo uso de la palabra partidaria.
Otro medio que había cubierto al mismo estilo que “Caras” la partida hacia Córdoba de los udaondistas, fue PBT “Semanario Infantil Ilustrado (para niños de 6 a 80 años)”, presentando fotografías tomadas en Retiro, donde se veía a Guillermo Ascencio Udaondo Peña, el que nucleaba al partido, junto al doctor Beazley y otros elementos dirigentes de la Unión Cívica, y otra vez el mar de bombines negros despidiéndose de los delegados.
En junio de ese mismo 1909, el doctor Udaondo había sellado su desacuerdo con la abstención dictada por Yrigoyen, resultando elegido como candidato para las elecciones del año siguiente, de allí lo de udaondismo. Su prestigio procedía de un fuerte compromiso con el radicalismo, se lo había visto asistiendo en su carácter de médico durante las jornadas de insurrección cívico-militar del Parque, y fue gobernador radical de Buenos Aires entre mayo de 1894 y mayo de 1898.
Su candidatura por la flamante Unión Cívica estaba rodeada por grandes nombres de la clase dirigente. Además de los apellidos que se han visto en la partida y en la llegada a Córdoba en agosto de 1909, resonaban allí otros como José Evaristo Uriburu (padre e hijo), Luis María Drago, Mariano de Vedia y Mitre y otros. El prestigio de clase estaba asegurado por el número de ciudadanos respetables que reunía, aunque carecía el partido de capital electoral más allá de la ciudad porteña y sus perspectivas de triunfo eran magras. La elección de 1910 consagraría la fórmula Roque Sáenz Peña-Victorino de la Plaza.
El udaondismo conservó su identidad en los tejemanejes políticos de la casta de la época, sumando su “ismo” al de pellegrinistas, mitristas, roquistas, ugartistas, modernistas, saenzpeñistas, actores todos de una generación que disputaban sus planes para proyectar y gestionar el país. La caracterización que hace de ellos Félix Luna en su Breve historia de los argentinos, es aguda y brinda un soplo de realidad. Para él más que una generación era “un grupo de doscientas o trescientas personalidades en todo el país”. Tenían en común los mismos proyectos y avizoraban el mismo porvenir. Dice Luna que “este régimen, conformado por amigos que, aunque se peleasen públicamente, no discrepaban demasiado sobre cómo conducir al país ni sobre el futuro que esperaban para él, compartía también cierta comprensión del mundo”. Y los ubicaba en una misma clase, en una misma escena:
“Generalmente habían sido formados en los mismos colegios y universidades, hablaban el mismo lenguaje, compartían una misma ideología y un mismo código de costumbres, se conocían entre sí, incluso eran amigos. Podían disputarse el poder ferozmente, pero en última instancia pensaban lo mismo acerca del país y de su destino.”
Tal era el juego político que se escenificó en Córdoba, distrito clave en el tablero de aquel cambio de época que se avecinaba con la aprobación del sufragio universal, secreto y obligatorio.
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