Nuevos recortes de los días de papel Córdoba, 1892

Por Víctor Ramés
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En 1892 se había establecido el reemplazo del gobernador Eléazar Garzón por su sucesor Manuel Pizarro, que asumiría en mayo. Entretanto, el radicalismo se encontraba, en apariencia, en un período de confusión interna. Varios radicales católicos abandonaron el rebaño en la primera mitad del año, y se discutía si el nuevo gobernador admitiría a radicales en su mandato. En materia de vida social, la prensa parecía hallar pocos elementos de interés. Habían pasado los carnavales en febrero, pero toda la diversión se había desarrollado en el interior, mientras la ciudad permanecía más bien en pausa y sin demasiada alegría. En el teatro habían actuado compañías que cultivaban el género criollo, repudiado, al menos por el diario El Porvenir, mientras que La Carcajada se burlaba de un elenco italiano que representaba en tono cocoliche dicho género popular argentino en plena expansión.

Si bien la actual plaza Colón exhibe carteles en sus cuatro esquinas que informan su origen en 1892, lo cierto es que ese fue el año en que le fue impuesto oficialmente ese nombre al espacio público inaugurado en 1889, y que mantenía el nombre -a esa altura repudiado por muchos- de Juárez Celman. A finales de julio de 1892, por iniciativa del concejal Albariño, se propiciaba rebautizar la plaza coincidiendo con el cercano 12 de Octubre. Dicho funcionario introducía así su propuesta al Concejo Deliberante:
“Actualmente todos los países que forman la América Española se aprestan con entusiasmo bien justificado a conmemorar en el 4to. Centenario del descubrimiento del nuevo continente,
la figura inmortal, brillante del navegante Genovés (…) El nombre de «Colón» será aclamado por millares de personas el 12 de Octubre próximo.
Justo es pues que también nosotros nos asociemos a esos festejos.
¿Cómo?
Perpetuando el recuerdo del abnegado descubridor, señalando con su nombre una plaza que Córdoba tiene aun sin acordarle denominación.
Me refiero a la que impropiamente se llama «Juárez Celman» por cuanto no hay sanción del Concejo Deliberante que le señale tal nombre.”
En 1890 el periodista italiano Ferdinando Resasco visitó el lugar y escribió:
“Ahora quiero decir dos palabras de cierta plaza, que es por sí sola un monumento. La plaza de Juárez Celman tiene el carácter esencial de un monumento consagrado a ...un vivo; se parece en el conjunto a la plaza Navona de Roma; muy revisada y corregida por supuesto, inclusa una fuente que podría, aunque muy de lejos, semejarse a la de Bernini. Figúrense ustedes, sin embargo, en esta gran plaza, un grandioso y elevado espacio central, en forma elíptica, rodeando la parte que podríamos decir monumental, en que hay tal derroche de obras, que bastarían para labrar un arsenal imponente. Aquí verán ustedes alzarse una selva de candelabros altísimos, de estatuitas, de asientos artísticos, de bagatelas de formas variadas, que dan al curioso completa idea del lujo monumental en la plaza pública, tal cual lo concibió el artista que imaginó el monumento.”
Algunas piezas que describe el visitante son las mismas obras industriales de hierro fundido que adornan la plaza Colón actual, producidas en la fundición Val d’Osne de Francia.

Otros asuntos aparecían cada tanto en El Porvenir, como el referido a la construcción de la estatua a Dalmacio Vélez Sarsfield, a cargo del renombrado artista italiano Giulio Tadolini. Dicha obra había sido encargada en 1889 y se había abonado tan solo el cuarenta por ciento de la suma acordada, que era de cien mil pesos, quedando en suspenso el avance de su construcción que recién cinco años más tarde podría apreciar el público, al inaugurarse en 1897 la plaza dedicada al gran legislador nacido en Calamuchita. La Carcajada, en julio de 1892, se quejaba de las numerosas suscripciones que debían soportar los cordobeses, mencionando las solicitadas “para coronación de la Virgen del Milagro; para costear el pago de la estatua a Vélez Sarsfield; para atender a las necesidades del Asilo Maternal; para establecer un hospital de niños; para construir un nuevo buque de guerra «Rosales»…”.

Entretanto, era un asunto presente en agosto de 1892 la posibilidad de visitar en Córdoba una serie de cuadros fotográficos sobre cristal llamados “Estereoscopio-diorama”, visibles en la calle 25 de Mayo entre Rivadavia y San Martín, que el cronista de El Porvenir juzgaba como “lo mejor en su género que ha venido a esta ciudad. Lo cuadros fotográficos (…) son acertadamente elegidos y representan los originales de una manera perfecta. Un aparato de relojería permite que el espectador pueda observarlos sucesivamente sin variar de sitio pues los objetivos preséntanse ante sus ojos a intervalos regulares. La notable sección de esculturas, que es la que hemos visto hoy, se cambiará hoy por la de vistas de Portugal, Argel y Egipto, que basta la simple enunciación para comprender su importancia e interés. (…) La entrada ha sido reducida para la sección que anunciamos a 50 centavos.”

Se informaba, por otra parte, en el campo de la actividad cultural, sobre la realización en octubre de una «Exposición Bellas Artes» en las Fiestas Primaverales, a beneficio del Asilo Maternal. Se habían comprometido a exponer sus cuadros los tres pintores más importantes de la Córdoba de entonces: Emilio Caraffa, Genaro Pérez y Andrés Piñero (h), todos ellos reconocidos artistas, quienes respondían a una invitación de la Sra. María G. de Garzón Maceda.

Otros asuntos sobresalían en la calma cotidiana, como fue el caso de un duelo protagonizado por dos jóvenes conspicuos de la sociedad cordobesa. El Porvenir expresaba:
“No nos extraña el hecho por parte de los jóvenes aludidos, que puede encontrar alguna explicación en la falta de sensatez propia de su edad, pero sí nos la ha causado el saber que en este acto verdaderamente estúpido y criminal, hayan tomado parte como padrinos un militar de la nación, un alto funcionario de la provincia, un abogado y un conocido caballero; y como auxiliares dos de nuestros médicos.”