Por la frustración, un vecino de Río Cuarto denunció que va a hacer justicia por mano propia si le vuelven a robar. ¿Y el Estado?
Arrancó un año en el que la confianza vuelve a ser clave
Además de las cuestiones argentinas serán importantes los cambios de política impulsados por Trump tendrán impacto global. El FMI elogió fuerte y también hizo advertencias.
Nacional16 de enero de 2025Redacción AlfilEl descenso de la tasa de inflación, ahora en un andarivel entre el 2,5% y el 3% mensual, ha sido clave para que la confianza en el gobierno se sostenga, tras doce meses de tribulaciones. Avanzar hacia un escenario de estabilidad es muy redituable en términos políticos, caso de Menem y la Convertibilidad, replicado en 1994 en Brasil, cuando el éxito del plan real catapultó al ministro Fernando Henrique Cardoso a la presidencia. La paradoja está en que bajar la inflación descorre velos y nuevos desafíos quedan a la vista. Para las empresas urge ganar en competitividad; para la población, la estabilidad pasa a ser un “derecho adquirido” y afloran nuevas demandas; calidad de vida, servicios públicos, entre otros. Bajando la inflación, los cimientos son más firmes, pero la agenda social se amplía. Son los conceptos claves de un trabajo del economista Jorge Vasconcelos del Ieral de la Fundación Mediterránea.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció que el primer año del programa económico de Javier Milei logró restablecer el acuerdo con el organismo y ayudó a corregir algunos de los principales desequilibrios de la economía.
Sin embargo, también señaló que, de ahora en adelante, el gobierno necesitará realizar ajustes en su plan: desarrollar una estrategia “creíble” para la salida del cepo, implementar mayor flexibilidad en el esquema cambiario para asegurar una acumulación continua de reservas, realizar un ajuste fiscal con un enfoque diferente y reforzar las partidas destinadas a la protección social.
Vasconcelos sostiene que el sendero de transición está lejos de los 100 metros llanos, es más bien una carrera de obstáculos, con vallas que incluyen las fechas electorales. Y la coyuntura se inscribe en ese contexto, con un arranque de años en el que los cambios de política impulsados por Trump tendrán impacto global. De hecho, el Banco Central de los Estados Unidos (FED) ya avisó que las tasas de interés pueden bajar más espacio, por el impacto inflacionario de políticas de comercio exterior y fiscal que eventualmente se apliquen desde el 20 de este mes. Son “riesgos amplificados por la desestabilización de la macro de Brasil y el real ultra devaluado”, añade el reporte.
El gobierno argentino, por su parte, espera neutralizar parte de esos efectos adelantando un acuerdo con el FMI que inyecte fondos frescos al BCRA (al parecer, se gestionan más de 20 mil millones de dólares). El trámite es complejo, debido al elevado endeudamiento ya existente (44 mil millones) y las señales que trasciendan alimentarán conjeturas sobre la fecha de salida del cepo, y también sobre las características del nuevo régimen monetario-cambiario, un tema que debería estar en la agenda de negociaciones.
La recesión hizo su piso en el segundo trimestre de 2024, y el rebote fue fuerte en el tercero, habiendo pasado desde octubre a una especie de meseta. Cabe esperar para este año un trimestre a trimestre menos errático, dentro del andarivel del 4% al 5% anual. Comparando las últimas cuatro recesiones (excluida la pandemia), la única que pudo dibujar la “V” fue la de 2009/10, pero con condiciones muy diferentes. En contrapartida, entiende Vasconcelos, la salida de esta recesión luce cualitativamente más firme, tanto por la trayectoria de la tasa de inflación como por la confianza en el gobierno y el valor bursátil récord de las empresas. Con esas bases, el desafío es abrir espacio a una recuperación sostenida de la tasa de inversión, la variable esquiva por décadas.
Respecto al cepo, el gobierno ha comenzado a transmitir que si lograra fondos frescos en un nuevo acuerdo con el FMI, la fecha de salida no sería lejana. Pero esas negociaciones serán complejas (porque Argentina ya debe 44 mil millones de dólares) involucrando el diseño del régimen monetario-cambiario para el “día después” de la transición. Es por esto que todavía no puede desecharse el escenario en el que el cepo persista hasta después de las elecciones. A propósito, el gobierno parece no haber abandonado la idea de la “dolarización endógena”, que nos acercaría al esquema de Panamá, y sería contraindicada para el FMI. Sería mucho más apropiado avanzar hacia el modelo de Perú, bimonetario, pero menos rígido y consistente con una recuperación del rol de la moneda local para transacciones y créditos. Esta vía no está desechada, a juzgar por el anuncio oficial de seguir cobrando impuestos sólo en pesos. El régimen monetario-cambiario “definitivo” no atañe sólo a cuestiones financieras.
Para el economista es clave también para guiar decisiones de producción e inversión destinadas a la exportación y/o la competencia con importados. Los sectores involucrados son industria, agro, minería y pesca, y representan sólo el 25 % del PIB, una participación que debería expandirse para ser consistente con el bimonetarismo.
De cara a este 2025, y pensando en una meta implícita de inflación de entre el 20% y el 25 %, las empresas seguirán expuestas a una severa disciplina. Una tasa de devaluación del peso que podría desacelerar del 2% al 1% mensual y un aumento sostenido de las importaciones obliga a cuidar los costos en dólares. Las negociaciones con trabajadores y proveedores no serán fáciles. La posibilidad de un incremento del PIB del orden del 4,7 % para este año tiene que ver con el consumo atado al poder adquisitivo de la masa salarial.
Vasconcelos indica que la recuperación será gradual y despareja: los últimos datos muestran salarios privados formales sólo 5,3 % inferiores a 2022 en términos reales, pero informales y estatales un 28% y un 18% por debajo de esa referencia. Respecto de la inversión, positiva por el lado de minería, gas y petróleo, pero condicionada a la rentabilidad en agro, construcciones e industria. De lado de la oferta, cabe esperar que en este nuevo año el agro evolucione con el promedio, y que minería e hidrocarburos supere el ritmo de crecimiento del 6,0 % anual que trae desde 2019. Construcción e Industria seguirán sometidas a fuerzas contrapuestas. Crédito y mejoras del salario real, por un lado; restricción presupuestaria, precios relativos desfavorables y mayor competencia de importados, por el otro.
La velocidad de reconversión de la industria es clave. Se trata de un sector que captura sólo el 0,16 % de las exportaciones mundiales (MOI). A diferencia del agro, que podría avanzar al menos dos escalones en producción con baja de retenciones y mejor infraestructura, ampliar el horizonte para la industria es más complejo. Se trata de clarificar la inserción en el mundo (Mercosur, ¿Área de Libre Comercio?), modernizar el mercado laboral, remover el sesgo anti exportador de los impuestos, una tarea federal (no sólo nacional), al igual que el rediseño (y financiamiento) de servicios de salud y educación, junto con la infraestructura.
Para este año, el saldo energético se proyecta positivo en 8,7 mil millones de dólares, pero la balanza total del comercio exterior se achicará desde 17,2 mil millones en 2024 a un estimado de 11,2 mil millones en 2025: la variación del PIB permite esperar una suba de 22,0 % de las importaciones no energéticas. El supuesto clave, para financiar esta dinámica, es que la entrada de capitales que se verificó en la última parte de 2024 se sostenga a lo largo de 2025.
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