Premonitoria, quizás sin proponérselo

J.C. Maraddón

La tensión que se ha potenciado en la sociedad estadounidense con las medidas que está tomando Donald Trump a pocos días de comenzar con su segundo mandato, podría tener consecuencias imprevisibles en un país que, más allá de la alternancia de republicanos y demócratas en el poder, ha sostenido en el tiempo ciertas políticas de estado. El reciente recambio presidencial, por el contrario, está mostrando un quiebre en el rumbo interno y externo de la gran potencia del norte, cuyas derivaciones generan interrogantes hasta para los expertos, quienes temen que las cosas puedan salirse de madre si todo sigue como hasta ahora.

Las deportaciones de inmigrantes, la voluntad de anexar territorios como Canadá, Groenlandia o el Canal de Panamá, la restricción del apoyo a Ucrania en su guerra contra Rusia y la concentración de los esfuerzos en la disputa (por ahora) comercial con China, son decisiones que distan mucho de promover consensos en los Estados Unidos. Y es por eso que esta aceleración de Trump en su carrera por imponer polémicas iniciativas ha encontrado una oposición que por el momento se está remitiendo a lo verbal, pero que podría pasar a la acción, tal como ocurrió con los propios fundamentalistas conservadores que irrumpieron en el Capitolio.

El sector vinculado a la industria cultural es uno de los que con mayor ímpetu ha manifestado su disgusto con estas medidas y con el giro autoritario que comienza a experimentar el gobierno, más preocupado en satisfacer las ansias de los ultramontanos que en anudar acuerdos para cimentar su capacidad de mando. Han sido numerosas las voces provenientes de esa área tan importante para la identidad estadounidense, que se han pronunciado en contra de los postulados que enuncia a voz en cuello la gestión trumpista y que afectan, entre otros, a los miembros de la comunidad LGBT.

La incorporación de Elon Musk como aliado incondicional de Trump y la presencia de algunos artistas conocidos en la ceremonia de asunción del magnate, han sido objeto de críticas feroces por parte de quienes en la campaña electoral habían hecho público su apoyo a Kamala Harris. Tal vez ese respaldo sea una de las motivaciones del actual presidente para considerar como enemigos a tales referentes culturales, desatándose así una confrontación sorda que va elevando su tono a medida que pasan los días. Desde la época de la Guerra de Vietnam que no se veía una ruptura social semejante.

Es tal vez por eso que adquiere una cierta relevancia el filme “Guerra civil”, disponible en Prime Video, que no aporta grandes novedades en cuanto a su realización, pero que asoma como por demás oportuno, dadas las circunstancias que atraviesa Estados Unidos. La trama de este drama bélico transcurre en un futuro no tan lejano, en el que el ocasional habitante de la Casa Blanca cobra ínfulas dictatoriales y desata el rechazo frontal de algunos estados confederados, donde se incrementa la vocación secesionista. La lucha por el control de Washington será la que decida el destino de una nación en llamas.

Con Kirsten Dunst como una fotoperiodista dispuesta a todo con tal de conseguir imágenes elocuentes del conflicto, esta película dirigida por Alex Garland, que tiene entre sus protagonistas al brasileño Wagner Moura, no difiere mucho de otros largometrajes ambientados en escenarios distópicos, que desde la pandemia se suceden unos a otros sin solución. Pero el contexto actual le otorga a esta producción de 2024, la posibilidad de ser considerada como premonitoria, aunque es probable que a sus impulsores jamás se les haya pasado por la mente que la historia allí narrada pudiese transformarse en una perspectiva real de modo tan inmediato.