El país en llamas

Los incendios forestales han devorado más de 100.000 hectáreas en lo que va del año y todos eligen echar culpas en otros

Nacional10 de febrero de 2025Javier BoherJavier Boher
2025-02-09-boher
Por Javier Boher 
Hace unos meses los voraces incendios que sufrió Córdoba fueron noticia en el país. Un poco por el gigante esfuerzo de los bomberos (los ciudadanos más respetados en cualquier localidad serrana) y otro poco por la lluvia, el fuego devoró 42.000 hectáreas en el peor de todos los incendios, que recorrió desde Capilla del Monte hasta La Granja. En todo 2024 y entre todos los incendios, en la provincia se quemaron 103.000 hectáreas, uno de los peores registros de la última década.
El año arrancó con incendios en otros puntos del país. La provincia de Corrientes, por ejemplo, ha visto quemarse entre 20.000 y 25.000 hectáreas solamente en febrero, mientras que distintas fuentes dan entre 100.000 y 250.000 en los 40 días que van de 2025.
En la Patagonia, por su parte, se calculan entre 25.000 y 30.000 hectáreas quemadas entre Neuquén, Río Negro y Chubut. Las imágenes son impactantes para ambos casos, máxime cuando se suman los números de los desalojos, las pérdidas de viviendas o el caso de una mujer fallecida en Corrientes.
Las redes sociales están cruzadas por estos incendios, atravesadas por cuestiones políticas que tiñen todo de la misma puja mezquina de siempre. 
Primero, los hechos. Los incendios existen, independientemente de las causas. Una vez que se desatan el primer objetivo debe ser sofocarlos, independientemente del motivo. No importa si se lo hace por una cuestión económica, social o ambiental; cuanto más avanza el fuego, peor es para las comunidades afectadas: se pierden atractivos turísticos, establecimientos agropecuarios, infraestructura productiva, viviendas y biodiversidad. Impacta negativamente en las comunidades, sembrando división y acusaciones entre las personas, sirviendo de excusa para que algunos resuelvan viejas cuentas. 
Una vez resuelto ese aspecto, como segundo paso se debe pasar a ver las razones por las cuales se desarrolló el incendio. Buscar las causas en la acción humana, tanto la que se desarrolla de manera directa como por mal manejo del material combustible. El caso de los altísimos pajonales que alimentan el fuego en Corrientes muchas veces es resultado de la negativa a meter animales a pastar en esas zonas de humedales por algún tipo de visión estrecha sobre lo que es el proteccionismo ambiental.
Finalmente, hay que tratar de aprender de todas estas cosas, porque estás tragedias son en vano si no se saca ninguna enseñanza de las mismas. Córdoba es una provincia bien preparada para luchar contra los incendios porque conoce lo que es el problema y no lo deja crecer. Los incendios de septiembre se dieron después de cinco meses sin lluvias y después del tercer año consecutivo de sequía. Así y todo no fue el peor incendio de nuestra historia, señal de que algo hace bien el Estado en estas latitudes.
Corrientes y la Patagonia parecen haberse sumado al calendario anual de grandes incendios, pero los gobiernos no han tomado nota. Algo hay que agregar: si antes no ocurrían incendios de esta magnitud es porque no hay nada de natural en estos sucesos. La acción humana es la clave sobre la que hay que trabajar para reducir la ocurrencia y destrucción de los incendios, sin olvidarse de la compra o capacitación de recursos materiales y humanos.
Llegados a este punto es donde se mete la política. Unos señalan al gobierno nacional por su falta de ayuda, mientras que otros aseguran que el problema es que los gobiernos provinciales gastan su plata en ridiculeces. 
Unos y otros tienen razón.
La existencia de un gobierno nacional se fundamenta en reducir el costo de mantener ciertas estructuras. Así como sería ineficiente mantener 24 ejércitos, también lo sería mantener 10, 15 o 24 cuerpos de bomberos para emergencias forestales. 
Quizás al gobierno federal no le parece justo hacer que todas paguen por un servicio que sólo usarían algunas, lo cual tiene lógica desde el punto de vista de la actual gestión. Ahí entra la segunda parte de esto. Por ejemplo, en el caso de los incendios en la Patagonia andina las provincias afectadas podrían trabajar en conjunto para establecer algún tipo de cuerpo de bomberos regional. A final de cuentas, si son capaces de organizarse para armar una bancada patagónica en el Congreso a los fines de presionar por sus intereses económicos, bien podrían tener la misma fluida relación para mejorar las condiciones de vida de su gente.
Río Negro con los dólares de las inversiones que llegarían por el RIGI, Neuquén con el esperado boom de Vaca Muerta y Chubut con su riqueza petrolera podrían disponer de sobrados recursos para sostener un cuerpo de bomberos regional, pero en su lugar prefieren echar culpas en otros lados. La falta de apoyo del gobierno nacional, los falsos mapuches que llegan del conurbano, el clima, la geografía, el viento y cuanta excusa se les ocurra es buena para no organizarse. Se le pasan lamentándose sobre cosas que se podrían resolver saliendo del lugar de la víctima, el eterno papel que eligen ocupar los dirigentes de este país. 
Los incendios son una tragedia explotada políticamente por todos. Una vez que se los apaga todos se olvidan de que pueden volver a pasar, hasta que ocurren de nuevo. Y otra vez empieza el ciclo de andar echando culpas.
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