En el vértice del entretenimiento

J.C. Maraddón

Desde comienzos de los años noventa, la música latina cobró un impulso que acompañó el crecimiento de la población de ese origen en los Estados Unidos, pero que en su elevación fue más allá de las fronteras hasta abarcar una difusión global. Cantantes como Luis Miguel o Ricky Martin, el reconocimiento del rock en español y la consagración de un hit como “Macarena”, consolidaron ese proceso de expansión que iba a tener consecuencias en el nuevo siglo, cuando el reguetón sentara sus reales en el panorama planetario y con él llegasen los ritmos urbanos que hoy son los preferidos para bailar.

Pero no fue ninguna ciudad latinoamericana ni española el epicentro de ese esplendor que compite desde entonces de igual a igual con el mercado anglosajón y que lleva más de 30 años de vigencia, a contramano de aquellos que le vaticinaban una vida efímera. Factores como la gran cantidad de hispanoparlantes que allí viven y su cercanía geográfica con la región del Caribe, convergieron para transformar a Miami en el polo generador de esta movida que encontró allí las condiciones ideales para mostrarse primero a los estadounidenses y luego expandirse en todas las direcciones gracias a esa vidriera.

Está claro que fueron Colombia, Panamá, Puerto Rico y Santo Domingo algunos de los lugares esenciales desde los que emergieron los artistas más trascendentes de las últimas tres décadas,  quienes consiguieron vender discos por millones cantando en español y llegaron a los rincones más recónditos del globo con sus propuestas sonoras. Pero casi siempre ha sido esa urbe ubicada en el extremo sur del estado de Florida la Meca hacia la cual se mudaron esas figuras al momento de saltar desde la etapa preliminar de su carrera a la fama universal que les era remisa en sus tierras natales.

Incluso para nosotros, que también hablamos en castellano y que (aunque a algunos no les guste) pertenecemos a Latinoamérica, se hace más simple enterarnos de la producción musical que proviene de países vecinos a través de la intermediación de Miami, que hacerlo de modo directo, como se supone que debería ocurrir por carriles naturales. La circulación de las canciones, aunque monopolizada ahora por las plataformas de streaming, sigue respetando antiquísimas reglas de desplazamiento, que obligan a transitar por ciertos nodos, como una manera de garantizar que los productos deriven de allí hacia destinos a los que no podrían arribar por su propio impulso.

Al insertarse en el fútbol estadounidense con su exitosa integración al club Inter de Miami, Lionel Messi se ha ubicado de buenas a primeras en el vértice de todos esos circuitos. Y como allí a nadie le caben dudas de que el balompié, más que un deporte, es una rama más del negocio del entretenimiento, el crack argentino ya no es sólo un ídolo futbolístico, sino que se ha sumado, como uno de sus miembros conspicuos, a esa corte de celebridades afincada en una metrópolis que desde hace mucho funciona como una especie de capital de la hispanidad cosmopolita.

La aparición de Messi como invitado en el videoclip del tema “Trofeo”, lanzado por Maluma y Yandel a fines de agosto, confirma que su radicación en Miami está tan atada a este tipo de compromisos, como a sus deseos de estar más tranquilo y pasar mayor cantidad de tiempo con su familia. En una canción en cuya letra se respetan tópicos característicos del estilo urbano como “ella lo que quiere es party, hookah y botelleo” o “ella está sola, en lo oscuro perreando, pasándola cabrón, olvidándose de ti”, la presencia de un campeón mundial de fútbol es tan caprichosa como bizarra.