
Una supuesta escena callejera desemboca en una intención publicitaria, mientras que otras miradas de los diarios se dirigen a prejuicios morales, o bien aborrecen una tipología de la vida matrimonial.
Resulta paradójico escuchar los miembros de la boy band BTS asombrarse de que el público estadounidense cante sus canciones en perfecto coreano, en el documental “Bring The Soul” que, aunque data de 2019, ha sido incluido hace pocos días por Netflix en su oferta de películas.
Cultura 21 de septiembre de 2023J.C. Maraddón
Si bien fue la Segunda Guerra Mundial la que consolidó el predomino geopolítico estadounidense sobre Occidente, la potencia norteamericana ya venía ejerciendo desde comienzos del siglo veinte su primacía cultural, basada por sobre todo en la industria cinematográfica. Esa preeminencia se trasladó luego a la música, en una tendencia que hacia mediados la pasada centuria se tornó abrumadora. Toda novedad en el campo del arte popular provenía desde ese país, que se convirtió en el epicentro del negocio del entretenimiento, dentro del cual fijó reglas que desde entonces vienen funcionando y generando ganancias astronómicas, a través de mecanismos que se han ido perfeccionando con el tiempo.
El roncarol fue uno de los inventos surgidos de los Estados Unidos que terminaron copando el mercado global, en ese caso montado sobre un tándem con el eco musical que encontró ese género en Inglaterra. Ya hemos hablado en esta columna sobre el monopolio anglosajón que se estableció en los orígenes de la eclosión rockera, un fenómeno que contribuyó a la entronización del inglés como el idioma universal, en desmedro de los esfuerzos de aquellos idealistas que pretendían impulsar el uso del esperanto. El rock tuvo a su cargo esa tarea de imponer en todo el planeta una lengua común.
Cuando la música pop se erigió en el sonido dominante, como heredera inocua de aquella rebeldía juvenil, también fueron estadounidenses y británicas sus principales estrellas, apenas discutidas en sus privilegios durante los últimos treinta años por algunas voces latinas. Un enorme esfuerzo debieron realizar los artistas locales para ser tomados en serio cuando entonaban canciones de rock en español, como sucedió en Argentina, donde debió transcurrir más de una década para que el rocanrol autóctono saliera de los circuitos marginales, a partir de un decreto de la dictadura motivado por la guerra contra el Reino Unido en el Atlántico Sur.
Un año antes del desembarco en Malvinas, las presentaciones en nuestro país del grupo británico Queen dejaban en claro que el habla inglesa seguía gozando de un estatus superior dentro de ese estilo de expresión musical. En declaraciones a la prensa argentina, los miembros del cuarteto destacaban su asombro al escuchar cómo la multitud que había asistido a sus shows coreaba las letras de los temas sin equivocarse ni siquiera en un verso. Ese mismo testimonio, replicado por la prensa internacional, despertaba el “orgullo patriótico” por haber demostrado un fanatismo a prueba de las dificultades idiomáticas.
Resulta paradójico escuchar ahora esas mismas palabras por parte de los miembros de la boy band coreana BTS, en el documental “Bring The Soul” que, aunque data de 2019, ha sido incluido hace pocos días por Netflix en su oferta de películas. No hay en este largometraje nada que no se haya visto antes en toda la filmografía existente de similares características, en la que se relatan las aventuras de un grupo de moda en una gira mundial, con un sinnúmero de instancias divertidas, tristes y desopilantes que suelen atravesar este tipo de emprendimientos en los que se suceden los conciertos en grandes estadios.
Pero al no estar hablando de intérpretes angloparlantes, lo que les llama la atención a aquellos que entrevistan a los BTS en su periplo por ciudades estadounidenses, es que el público vocalice a la par de ellos cada una de las canciones… en perfecto coreano. Poco acostumbrados a semejante desafío, ahora son ellos los que se asombran ante un cambio de roles motorizado por el incontenible avance del k-pop, que tuvo en estos siete chicos (hoy en un intervalo de su carrera como conjunto) un ariete que pulverizó las fronteras hasta devenir en movimiento de alcance planetario.
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