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En un paso significativo hacia la cooperación internacional
Córdoba, 1901: al comenzar el siglo XX la prensa llevaba cincuenta años comunicando, seduciendo, convenciendo y vendiendo a los cordobeses servicios y artículos comerciales a través de la publicidad. Echemos una mirada a ese imaginario de necesidades.
Cultura25 de septiembre de 2023Víctor RamésPor Víctor Ramés
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El intento de buscar elementos de la vida cotidiana cordobesa de 1901 en las páginas de anuncios de los diarios, requiere precisiones. Los usos, los consumos, los hábitos y las formas de satisfacer las necesidades eran hechos constitutivos de la vida social concreta. Cómo vestir, cómo invertir, qué beber, dónde comprar, qué marcas elegir, dónde y qué comer, son cosas a las que pretendían responder las páginas de avisos. Se le suma un panorama de medicamentos, materiales para la construcción, herramientas para el campo, remates, ofertas, servicios de profesionales titulados, médicos y abogados, loterías y, por supuesto, incluso sepelios, todo parte del entramado de la vida cotidiana casa por casa, día tras día.
Usar tal o cual marca de un producto, por ejemplo, digamos de calzados o de licores, podía colaborar a la figuración social, y a veces las publicidades remarcaban esa aspiración. Por ejemplo: “Lo mejor de lo mejor – Vinos del Trapiche, de Benegas e hijos, en la calle Constitución. El diario es un marco capaz de legitimar y de dotar de significados particulares a los objetos y productos inscritos en su discurso. Claro que, para empezar, ciudadanos y ciudadanas tienen accesos desiguales al mundo de determinados productos. Bastaría con describir las subclases lectoras de un diario de la época, para trazar una línea preliminar de exclusión social.
En los ejemplos disponibles, a veces bastaba la mención del negocio o el producto, decir algo bueno y dar una dirección. O bien detallar la variedad de sus artículos como señal de ventaja comercial. A veces un discurso discreto con el adjetivo “gran”:
“CASA FERNÁNDEZ – Sombrerería y camisería LA IMPERIAL
Gran surtido en perfumería, surtido completo en guantes para señoras y hombres. Grandes novedades en corbatas, sombreros las últimas formas, trajes y sobretodos calidad superior. Especialidad en valijas y artículos para viaje. San Martín 61.”
En un rubro diferente, en la calle Constitución 19 y 21, frente a la plaza San Martín, anunciaba su surtido el “GRAN BAZAR Y JUGUETERÍA de EMILIO M. SIXTO Y Cia.” Su oferta: “Avisamos al público y a nuestra clientela que hemos recibido un espléndido surtido de guitarras, mandolines, violines y acordeones.
Hemos recibido también un gran surtido de cuerdas romanas. Tenemos un gran número de piezas para esta clase de instrumentos.
Artículos de bazar y juguetería.
Gran surtido en cochecitos para niños y canastería.
Teniendo en cuenta nuestra numerosa clientela, hemos resuelto hacer una gran rebaja de los precios.”
Sin otra táctica que enumerar sus productos y precios, “CASA CRAMPET, en Rivadavia 10 al 16, venta de calzado para hombres, señoras y niños”, priorizaba la mención de artículos como camisas, sombreros, gorras, calzoncillos, camisetas, pañuelos de mano, servilletas, manteles, repasadores, sábanas, funda, enaguas, corsé, blusas y medias.”
¿Hasta dónde el listado, con ciertos cambios, no refiere ciento veinte años antes algunos de nuestros consumos actuales?
Por su parte, frente al Mercado Norte, el popular almacén Ki-ki-ri-ki, “Casa introductora y consignataria por mayor y menor” perteneciente a A. Cesario y Compañía, voceaba su “surtido especial de artículos de consumo, menaje, ferretería y bazar – Precio fijo y al contado. Con sucursales en Rosario y Buenos Aires.”
Los productos para la salud no faltaban en estas páginas distantes de la ciencia. Cosas como la “Zarzaparrilla de Bristol – El gran purificador de la sangre – El remedio más pronto y seguro para la curación de Llagas inveteradas, Escrófula, Sífilis, Reumatismo y toda clase de enfermedades provenientes de impureza de la sangre y los humores. De venta en todas las boticas y droguerías.”
También figuraba el “Bálsamo Asiático de Surus - Cura radicalmente toda clase de granos, empeines bravos, erupciones, tumores, canchas bravas, llagas, úlceras, y heridas. Es recomendado por sus virtudes medicinales y enérgica eficacia, por los médicos más renombrados.” El único depósito en Córdoba anunciado es la “Botica y Droguería Alemana de Viuda de R. O. Weskamp y Cía. Esquina Rivadavia y 24 de Setiembre.” También se advertía al público: “Habiendo sido falsificado el Bálsamo Asiático Surus exíjase el legítimo que lleva en cada envase la firma de Rodolfo Oton Weskamp en la cubierta del papel amarillo de cada tarrito.”
Y cerramos el rubro con el “Pectoral de Anacahuita” para “todo el que sufre del pecho, la garganta o los pulmones. Se recomienda como el remedio por excelencia para curarse rápidamente y con casi infalible seguridad.” Era de agradecer la seguridad “casi infalible” del preparado, una marca industrial perteneciente a Lanman & Kemp, de New York.
La estrategia publicitaria de los cigarrillos marcas “Venus” y “César” habla más del entramado del negocio que de la vida cotidiana de los cordobeses incitados a fumarlos. Estos productos traían en sus envoltorios ciertas fotografías, ya que un recuadro de la publicidad avisa: “Entregamos un álbum para retratos a toda persona que presente 100 fotografías en buen estado de las que contienen los cigarrillos César”. También traían billetes gratuitos “en el interior de las cajillas” para participar en un sorteo: “En cada sorteo de la Lotería Nacional de Beneficencia, se obtienen 25.000 ps. Fumando los riquísimos cigarrillos César de 20 centavos y Vénus suaves a 10 cts.” Se aclaraba que este premio era independiente de “las Bicicletas, Trajes, Relojes, Álbums y dinero que contiene la marca Vénus.”
Y en cuanto a bebidas alcohólicas, las marcas de cerveza también se disputaban mediante avisos su clientela local. Con muy pocas palabras, la competencia consistía en dejar en claro las marcas: “Cerveza Pilsen, la Reina de las Blancas – Cerveza Bock, la mejor de las obscuras”. O, en otra parte de la página, el dibujo de una camarera portando una bandeja de botellas y vasos, a cuyo pie se leía: “Cía. Cervecería Bieckert (Limitada) – Juncal 817 – Buenos Aires.”
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