Frente de todos los ciudadanos unidos por la patria y la victoria

Algo como eso debería ser el nombre del kirchnerismo si decidiera ponerle todos los términos que ha usado para identificarse a lo largo de los años.

Nacional 15 de junio de 2023 Por Javier Boher
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No sé si a todo el mundo le pasará lo mismo, pero me costó mucho ponerme de acuerdo con mi señora respecto a qué nombre le queríamos poner a nuestros hijos. Tal vez sea por la historia personal, por ser el único de todos los hermanos que tiene que cargar con dos nombres en lugar de uno, lo que significó que pasen por el registro civil a anotar mi nacimiento casi dos meses después de nacido.

A la hora enfrentarnos a la situación de definir la identidad de los hijos surgen muchas dudas y preguntas. ¿Qué te parece tal nombre? No me gusta, me hace acordar al tipo que me peleaba en los recreos. ¿Qué te parece tal otro? No, porque hace rima con tal palabra indeseable, lo van a gastar los más grandes. ¿Qué te parece este nombre?¿¿¿pero vos no tenías un novio que se llamaba así???.

 
Hay muchísimas razones por las cuales el nombre es tan difícil de poner. Es la piedra angular de la identidad, lo que define en gran medida quiénes somos, así como también las aspiraciones de los que lo eligieron. Quizás antes, en aquellos tiempos en los que la onomástica se regía por el santoral, los padres la tenían más simple, pero cómo saberlo. Hace unos años incluso llegué a leer de alguien que había elegido para sus hijos nombres de tres sílabas para que les pudieran cantar bien el feliz cumpleaños…

El nombre nos reduce a una idea, a un núcleo duro de identidad. Es por eso que la ley de identidad de género fue tan importante para tanta gente, porque podía pasar a llamarse tal como se sentía. Cambiar lo que estaba asentado en el papel era fundamental para que se completara la transición a ser lo que se es, un reconocimiento por parte del Estado de nuestra legítima identidad.

Quizás por eso la adopción de un nuevo nombre por parte del Frente de Todos sea otra forma de demostrar que incluso allí radica la confusión de sus miembros: no tener una identidad clara termina reduciendo todo a lo mismo, la imagen de la vicepresidenta.

El kirchnerismo tuvo distintas pieles a lo largo del tiempo. Fue el Frente para la Victoria durante sus años más felices, aquellos en los que a los ojos de la gente eran buenos gestores porque los dólares entraban a chorros y desde el Estado los gastaban a todos en un festival de consumo subsidiado que aprovechaban todos los ciudadanos.

La idea detrás del nombre era simple: nos juntamos entre varios para ir por el triunfo. Queremos ganar y queremos gobernar.

Las derrotas de 2013 y 2015 pegaron duro, lo que los llevó a un cambio, tanto de nombre como de idea. Unidad ciudadana fue el sello elegido. La idea de una única cosa en contraposición a un frente, poniendo el foco también en la ciudadanía, un concepto esquivo para un peronismo que prefiere esa entelequia que es la noción de pueblo. Tanto Cambiemos hablando de “la gente” los empujó a ese cambio de foco, un fracaso rotundo que incluso los dejó segundos en la Provincia de Buenos Aires.

Para 2019 cambiaron otra vez de idea y de nombre. El Frente de Todos (en realidad, tod*s, con un solcito que reemplaza las múltiples grafías inclusivas del progresismo que abreva en la fuerza) pasó a ser otra vez una unión de distintos espacios, todos alineados con el progresismo o el peronismo, que pretendía destronar a lo que entendían era la peor derecha posible.

El cambio les dio resultado. No importaba nada más que estar todos metidos en el mismo esfuerzo electoral. De hecho lo siguen estando, porque nadie saca los pies del plato, a pesar de las amenazas y los desplantes. Al menos hasta que empecemos a ver la nueva marca seguirá siendo el Frente de Todos, que está a cargo del gobierno de todos los que quisieron integrarlo y que, lógicamente, serán responsables (al menos electoralmente) de todos los errores cometidos.

Desde que ayer se inscribió la alianza, el kirchnerismo pasó a tener un nuevo nombre, Unión por la Patria. Twitter se llenó de comentarios al respecto.

Algunos se preguntaron por qué eligieron patria y no “matria”, ya que el primer término remite al padre, al patriarcado, a los machirulos y demás. Claramente por privilegiar la expresión que le gusta a la mayoría. Tremenda falta de ovarios.

Otros hicieron la conexión más rápida entre el término y la derecha militarizada, donde la patria es una pieza central en la identidad. Marida muy bien con Tradición, familia y propiedad, porque sabemos que en algún punto de su ser tienen cosas en común.

A los que no les gustó que les digan que el concepto patria es de derecha quizás les guste la otra referencia, la del MTP, el Movimiento Todos por la Patria, responsable del asalto al cuartel de La Tablada. Ese casi que tiene todos los ingredientes del kirchnerismo: la concepción peronista del movimiento, la idea de que primero está la patria y la noción que mandó los últimos cuatro años, que acá están todos los que se preocupan por el país. Esperemos no se coman el mismo viaje mesiánico que llevó a Gorriarán Merlo y compañía a atentar contra el orden democrático bajo pretexto de que querían evitar que los militares vuelvan al poder.

Adoptar el nombre Unión por la Patria es el paso que le faltaba al kirchnerismo para empezar a aceptar esa realidad que le toca, que es que se ha ido convirtiendo en un partido del conurbano bonaerense. Es el nombre que más lo acerca a la raíz de nacionalismo militarista y peronista de campera de cuero y bigote finito, quizás un intento por acercarse al votante de Milei que quiere que haya botas y palos en las calles.

El nombre define quiénes somos. Tantas veces se lo cambiaron que ya no saben bien quiénes son. ¿Sabrán los votantes?.

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