
Cuando se rasca un poco en las peleas políticas de este país queda claro que mucho se reduce a cómo se sostiene el Estado
Daniel Álvarez Soza
Tan sólo dos días después de las elecciones, el 25 de septiembre de 1973 se produce un hecho de real trascendencia política e histórica para la Argentina: el asesinato a manos de Montoneros del Secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci, hombre de la más íntima confianza de Perón.
Eugenio Méndez en su obra “Confesiones de un Montonero”, en relación al crimen, nos dice: “El hecho impactó espiritualmente al anciano Presidente electo”.
Este operativo no se lo adjudicó ninguna organización guerrillera que operaba en esa época, inclinándose algunos sectores a responsabilizar del atentado al ERP. Sin embargo, con el correr del tiempo fueron apareciendo algunas pruebas que apuntaban a Montoneros. Hecho incomprensible en ese momento, considerando, que el acto afectaría al General Perón, precisamente porque aún los montoneros obraban disciplinariamente con las bases del Justicialismo que había logrado instalar al líder nuevamente en el poder.
Sin embargo, el distanciamiento de la Tendencia Revolucionaria con la CGT iba en aumento día a día, por la carrera que juntos libraban en busca de lograr una mayor influencia ante Perón; Rucci, con sus organizaciones juveniles y laborales, había conseguido progresivamente enormes ventajas.
Este crimen se constituyó en el detonante del proceso que trajo como efecto el distanciamiento definitivo entre Perón y la organización subversiva.
Sin dudas que el asesinato venía a ser un llamado de atención a Perón por parte de Montoneros, una suerte de demostración de poder ante un Perón que desde su regreso se mostró distante a los requerimientos que los subversivos pedían, y que el propio General había alentado y apoyado desde su exilio en España.
“El atentado por sus características demostró que quien lo había programado, no dejó detalle sin planificar, lo que en conclusión permitía definirlo como un procedimiento de perfecta sincronización; nada quedó librado al azar” (1).
Según Eugenio Méndez, Rucci habría pertenecido a un grupo de sindicalistas que de acuerdo a la calificación de Hernández Arregui, podrían ser catalogados como “colaboracionistas”. Este grupo de dirigentes, dice Méndez, poniéndolo en boca de un oficial montonero, “… lo estaba rodeando a Perón junto con los demás… -miembros- del Gabinete. Como para el General era el hombre más incondicional que tenía, le quitamos la base donde él se apoyaba para demostrarle que existimos, lo desafiamos…” (2).
Firmenich, uno de los líderes de Montoneros, le negaba a la “burocracia sindical” la representación de los intereses de la clase trabajadora: ese título le pertenecía -según Firmenich- a Montoneros y lo legitimaba para una lucha sin cuartel contra los impostores, primero por la conducción del Movimiento y luego por la revolución socialista”.
“…La burocracia es, por definición participacionista. Puede ser participacionista con el imperialismo…y por ende con el justicialismo”.
Había en las expresiones de Firmenich “una clara influencia del marxismo leninismo, que abarcaba también a sus compañeros de la conducción Nacional, tal como quedó reflejado en un documento oficial de Montoneros de aquella época que apareció casi simultaneo con el asesinato de Rucci, bajo el nombre pomposo: “La Biblia”.
“Firmenich había sido más claro aún cuando en su discurso del 22 de agosto de 1973, en un acto en la cancha de Atlanta, donde lamentó que en el Pacto Social firmado con los empresarios de la Confederación General Económica “los trabajadores no tienen representantes…Porque tienen allí, en la CGT, una burocracia con cuatro burócratas que no representan ni a su abuela”. “Cuarenta mil personas, se entusiasmaban y coreaban dos consignas conocidas:
- ¡Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical!
- ¡Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor! (3).
Con todo Rucci, en aquel tiempo estaba consiente de las amenazas de muerte de las que era objeto. En un reportaje publicado por la Revista Gente, le preguntan: “¿Le preocupa que lo hayan amenazado de muerte? Respondiendo: “Sería una tontería decir que no me preocupa (…) Algún motivo deben tener los que quieren matarme. ¿Cuáles son esos motivos? Uno de ellos es que el Secretario de la CGT es peronista y consecuente con Perón” (4).
La claridad con que Rucci observaba la situación en cuanto a ser un blanco a ejecutar por parte de Montoneros, nacía no sólo por los cánticos o pintadas con la que se le amenaza, sino además porque tanto las FAR y Montoneros recién fusionados hacían manifiesta la idea de que Perón debía expulsar a la derecha y “al puñado de traidores del movimiento Peronista”.
“Esta vez los muchachos de las “gloriosas formaciones especiales” daban la lista del “puñado de traidores” con nombre y apellido: allí figuraban José López Rega, Lastiri y Osinde” entre otros. Por supuesto que formaba parte de la misma Rucci” (5).
Quizás y por esta razón es que “Rucci vivía en un estado de terror permanente por la posibilidad de terminar como su padrino político, Augusto Timoteo Vandor. Dado que él no portaba armamento, “…había formado un micro ejército de veinte custodios que él llamaba “grupo de amigos” y pernoctaba cada noche en un lugar distinto. Uno de ellos era un departamento que se había hecho construir en los altos del edificio de la CGT, en Azopardo 802. Otro era el de su cuñada, en la Avenida Avellaneda 2947. Siempre se movía en un Torino Rojo, que llamaba la atención a gritos, con una chapa provisoria 75.885. Delante del vehículo de Rucci viajaba un auto Dodge que era el “encargado de barrer la calle” (6).
“…El domicilio donde se hospedó Rucci la noche anterior a su asesinato, habría sido detectado por la agrupación Montoneros en forma casual y ello movió a la “Columna Capital” del movimiento a realizar las tareas de inteligencia dentro y alrededor de ese domicilio. El 9 de Septiembre de ese año, bajo la apariencia de ser personal de la Compañía de Teléfonos un grupo de militantes ingresó a la casa en la que se hospedaba Rucci con el pretexto de reparar el teléfono. En esa oportunidad aprovecharon para colocar una ficha de escucha telefónica, que les permitiría conocer el momento en el que aquél hiciera contacto con este domicilio”.
Rucci, confirmará telefónicamente su deseo de pasar la noche en su casa, fue esto una información clave que esperaba Montoneros para ejecutar la operación, la cual “debía ejecutarse antes de que se produjera la reelección de Rucci como secretario general de la CGT, puesto que éste había declarado la guerra contra la JTP y contra el dirigente Raimundo Ongaro. Pero había otro motivo más para acelerar el desenlace de este operativo y era el mensaje que Rucci pensaba grabar para canal 13 el día 25 de septiembre de ese año”.
“El mensaje contenía párrafos sumamente duros contra la “organización Montoneros, lo que obligaba a evitar que por la voz de Rucci el pueblo trabajador conociera cuál era la opinión del dirigente gremial respecto de esta organización” (7).
Referencias:
1.- VÁZQUEZ VIERA, Emilio. “El Proceso Subversivo en Argentina a través de la Bibliografía Nacional. Origen y Evolución (1955-1975)”. Academia nacional de Derecho y Ciencias sociales de Córdoba .Premio Dalmacio Vélez Sarsfield, Tesis Sobresalientes, Córdoba, República Argentina, 2000. Pág. 309
2.- MÉNDEZ, Eugenio: “Confesiones de un montonero, Buenos Aires, Planeta, 1985, Pág. 40.
3.- REATO, Ceferino: “Operación Traviata: ¿Quién mató a Rucci?, 9ª Ed. Buenos Aires: Sudamericana, 2009. Págs. 142-143-144.
4.-Reportaje: “Dialogo con un condenado a muerte”. Entrevista de Revista Gente a Rucci, 1972. Citado por MÁRQUEZ, Nicolás: “La Mentira oficial”. Ob cit. Pág. 96.
5.- GUERRERO, Alejandro: “El peronismo armado”. 1ª Ed.- Buenos Aires: Grupo Editorial Norma. 2009. Pág. 313 y 325.
6.- MÉNDEZ, Eugenio. “Las Confesiones de un montonero”. Ob.cit. Pág. 42.
7.- VÁZQUEZ VIERA, Emilio. Ob. cit. Pág. 310-311.
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3ra parte. La segunda publicada, el 07-05
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